En Madrid, muy lejos de su estadio Monumental que les fue vetado luego de los incidentes de hace dos semanas, River se proclamó este domingo campeón de la Copa Libertadores tras derrotar por 3-1 a Boca en una controvertida final desplazada a Europa por la violencia ocurrida en Buenos Aires.
Esperada como «la final del siglo», la contienda culminó con dos semanas de retraso tras el ataque al autobús de Boca en el Monumental y su traslado a la otra orilla del océano Atlántico tuvo el calificativo de la final de «la vergüenza».
En el emblemático estadio Santiago Bernabéu, un gol de Lucas Pratto (68′) marcó el empate luego que Darío Benedetto (44′) pusieran en ventaja a Boca. Luego, ya en tiempo suplementario, un gol del colombiano Juan Fernando Quintero (109′) y otro de Gonzalo ‘Pity’ Martínez (121′) dieron a River su cuarta Copa Libertadores y el pase al próximo Mundial de Clubes que empieza en tres días en Emiratos Árabes, adonde los Millonarios’ viajarán el martes directamente sin pasar por Buenos Aires, según confirmó el club tras el partido.
«La verdad fue una final donde cualquiera de los dos podía ganar (…) Ganó River en un partido muy parejo, donde no hubo diferencias y quizás la diferencia fue el zapatazo de Quintero», admitió el técnico ‘xeneize’ Guillermo Barros Schelotto.
El título también clasifica a River para la próxima edición de la Libertadores, después de no haber obtenido el pase en los campeonatos nacionales. «Demostramos dentro de la cancha que fuimos superiores», sentenció el capitán Leonardo Poncio en conferencia de prensa, lamentando también que muchos de sus seguidores «se quedaron con ganas de ver esta final» en el Monumental.
En un partido reñido, la batalla se dio en el césped y en la tribuna, con miles de hinchas de ambos clubes animando sin parar con bombos, bufandas, banderas y pancartas que teñían de blanco y rojo y azul y dorado los dos goles opuestos del estadio donde no se registraron incidentes.
Nada que ver con lo ocurrido en el Monumental, cuando un grupo de hinchas de River atacaron con piedras y gases lacrimógenos el autobús de Boca, causando heridas a dos jugadores. La Conmebol aplazó el encuentro y finalmente lo trasladó a Madrid contra el criterio tanto de River, que perdió la localía, como de Boca, que exigió en vano la victoria en los despachos.
Miles de hinchas de River se volcaron la noche del domingo al centro de Buenos Aires para celebrar la Copa, esta vez sin incidentes y en medio de un discreto operativo de seguridad. «Un poco de bronca da que se haya jugado en Madrid y no en el Monumental. Pero ya está, se jugó, les ganamos y a festejar», dijo Jonhatan Carballo, de 21 años, a la AFP al emprender la caminata hacia el Obelisco, tradicional cita de festejo futbolístico en la capital argentina.
A la española
Ante 62.200 aficionados, en un estadio con capacidad para 81.000, y espectadores de excepción como Lionel Messi, Diego Godín o Antoine Griezmann, ningún equipo consiguió desplegar su juego si bien Boca fue más incisivo, especialmente en jugadas de estrategia.
Su capitán Pablo Pérez, uno de los heridos en el Monumental, dispuso de dos ocasiones claras pero quien desequilibró el encuentro fue Benedetto, que al filo del descanso culminó un contraataque tras deshacerse con un toque de su marcador y superar con un preciso disparo a Franco Armani tras un extraordinario pase de Nandez.
El segundo tiempo, en cambio, fue de claro dominio de River, especialmente tras la entrada del colombiano Quintero, que fue designado mejor jugador del encuentro. Los «millonarios» cercaron el área rival y después de varios acercamientos peligrosos consiguieron empatar con una jugada combinada concluida por Lucas Pratto.
El marcador no se movió y el partido se fue al alargue. Con un hombre menos por la expulsión (por doble amarilla) de Wilmar Barrios apenas empezar el tiempo extra, a Boca se le puso cuesta arriba el título, intentando rechazar como podía las acometidas de River. A diez minutos del final, Quintero recogió el esférico en la frontal y enganchó un disparo con la zurda que se coló al fondo de la red después de acariciar el larguero.
Tras ese gol, Boca Juniors se volcó sobre el arco de Franco Armani, con su arquero Esteban Andrada jugando incluso de delantero y contó con varias aproximaciones como para forzar los penales, incluido un palo tras una gran volea de Cristian Pavón, pero ‘Pity’ Martínez sentenció la final en una postrera contra, a puerta vacía.
«River fue el mejor equipo a lo largo de toda la Copa Libertadores», resumió Matías Biscay, el asistente del sancionado Gallardo.
La capital española se convirtió en los últimos días en lugar de peregrinaje de miles de argentinos, residentes en su país o en el extranjero, que no quisieron perderse el encuentro a pesar de la controvertida deslocalización.
Con los hechos ocurridos el 24 de noviembre en la mente, las autoridades desplegaron un dispositivo de seguridad excepcional, superior al de la final de la Champions de 2010 o el de un Real Madrid-Barcelona.
Se movilizaron más de 4.000 policías y agentes privados y se cortó el tráfico del paseo de la Castellana, donde se instalaron furgones policiales, tanquetas y policía montada, sobrevolados todos por un helicóptero.
Dos semanas después de los incidentes que avergonzaron a Argentina, River puede lucir una nueva Libertadores, recordada con la alegría de ganársela al eterno rival y la nostalgia de no haberlo podido hacer ante su afición.