Como en los Mundiales de selecciones, el fútbol europeo toma cada vez más distancia de los clubes sudamericanos. Los principales equipos de Europa son la NBA del fútbol, parecen jugar otro deporte: precisión en velocidad, comprensión del juego, sentido colectivo. Nueve de los últimos diez campeones del Mundial de Clubes son europeos. Desde 2005, cuando la FIFA lo colocó en lugar de la Copa Intercontinental, Europa le gana 10-3 a Sudamérica. En la Copa Intercontinental, que se jugó de 1960 a 2004, Sudamérica se impuso 22-21 a Europa. Y Argentina, con nueve, fue el país con más títulos. La ventaja no se ensancha con el cambio de torneo. Tampoco se reduce a una cuestión de dinero. El esloveno Aleksander Čeferin, presidente de la UEFA, ofreció a mitad de año, cuando en Rusia 2018 los cuatro semifinalistas eran europeos, una ayuda a Argentina: dijo que estaba dispuesto a compartir métodos de entrenamiento y a enviar entrenadores. Sin campeón argentino en la historia del Mundial de Clubes, River podrá enfrentarse -y hasta ganarle- a Real Madrid en Abu Dhabi. Pero no cambiará la distancia entre los continentes, esa exhibición de poder.
Europa se adelantó 16 años a Sudamérica. En 2004, la UEFA lanzó HatTrick, un programa de desarrollo del fútbol con tres ejes: asistencia financiera, compartir conocimiento y educación. Los resultados, al tiempo, saltaron a la vista. En 2018, HatTrick repartió entre las 55 asociaciones cerca de 150 millones de euros. En el medio, impulsó otro programa, GROW, una serie de consultorías opcionales en áreas específicas. La Conmebol, en cambio, recién inició en 2017 el programa Evolución. Este año reinvirtió, en las diez asociaciones, 15 millones de dólares en “capacitaciones, torneos, infraestructura y gobernanza”. Todo después del FIFAGate. Pero la corrupción no es patrimonio de Sudamérica. Es una variable, como los presupuestos. “La diferencia en la administración y la organización finalmente se ha volcado en el campo de juego -le dijo Harold Mayne-Nicholls, ex presidente de la ANFP de Chile y ex dirigente de la FIFA, a la periodista Cecilia Lagos-. En Europa han podido volcar más tiempo a preparar profesores que enseñen fútbol y de paso a mejorar la calidad técnica de sus jugadores. En Sudamérica, muchos siguen creyendo que los futbolistas nacen, no se hacen, que el talento natural es la única herramienta que permite jugar a la pelota”.
Histórico comprador de materia prima sudamericana, Europa entendió que, a largo plazo, debía formar a los de casa. Real Madrid comprará a Exequiel Palacios, el mediocampista de River, pero pondrá el ojo en los juveniles que integrarán en el futuro la selección de España, el país con más Mundiales de Clubes (tres Real Madrid, tres Barcelona). “La posibilidad de desarrollo siempre la da la capacidad técnica de los jugadores -explica Jorge Sampaoli, nuevo entrenador de Santos de Brasil-. Europa, con la disponibilidad económica, capturó el talento latinoamericano. Real Madrid y Barcelona son selecciones de selecciones. Aparece un joven como Palacios y ya lo quieren comprar. No es que juega Latinoamérica contra Europa. Juegan equipos con un presupuesto contra equipos con otro presupuesto. Eso antes no pasaba”. Argentina, Brasil y Uruguay, entre los diez mayores exportadores según un informe de Football Observatory de mayo de 2017, expatrió 2243 jugadores al extranjero. La mitad, a Europa. La palabra clave que se repite a un lado y a otro del Atlántico, de igual modo, es organización, un correlato de otras como planificación, infraestructura, investigación y, sobre todo, conciencia de las propias debilidades. La gambeta argentina, el jogo bonito brasileño y la garra uruguaya como valores a trabajar, no por sí mismos.
El quiebre entre Europa y Sudamérica se desplaza hacia el siglo XX. La última década de la Copa Intercontinental (1995-2004) fue de hegemonía europea como en el Mundial de Clubes. Sólo dos veces ganaron los sudamericanos: Boca, en 2000 y 2003. “Y en 2001 -recuerda Nicolás Burdisso, ex futbolista, presente en todas esas finales- jugamos con el Bayern Múnich, que fue el equipo que más miedo nos dio, una máquina. La brecha se estiró más en Sudamérica que en Europa. Allá los equipos siguen siendo potencias. Basta ver a algunos jugadores. Cuando Estudiantes jugó el Mundial de Clubes con Barcelona, tenía un equipo parecido a los nuestros. Perdió el partido en una jugada de Messi, que se iluminó y lo ganó. Pero estuvo a la altura. Eso de tener referentes en los equipos se perdió, y bajó el nivel en Sudamérica”.
Gonzalo García Bassino, creador de @fulbo_fulbo, una gran cuenta de análisis del juego, pone a 1995 como punto de partida. “Ahí -precisa García Bassino- hubo un cambio paradigmático, el caso Bosman, que desencadenó en que los clubes europeos puedan incorporar más de tres extranjeros. Esto hizo que, en simultáneo con la creciente globalización, los europeos puedan hacer gala de su billetera y acrecentar la brecha. En Europa, y específicamente en España, se avanzó en la responsabilidad de formación tanto en futbolistas como entrenadores. Y aquí no contamos ni con la infraestructura ni con algunos conocimientos que seguimos desdeñando en base a pensar al fútbol como una materia ‘simple y sencilla’ cuando también tiene sus encrucijadas”. El fútbol europeo, que automatizó conceptos y puso el aparato económico y logístico al servicio del juego, es cada vez más rico. Y el sudamericano, cada vez más pobre. En la Premier League de Inglaterra, el país de los inventores, hasta cambiaron el pelotazo por el passing game. El fútbol aún ofrece la posibilidad de que el más débil le gane al más poderoso. De que River pueda ganar el primer Mundial de Clubes para Argentina ante Real Madrid. Pero no cambia el mundo.