En el predio de la Academia Sporting en Alcochete, Mauricio Hanuch deja la concentración para ir a ver al chico que todos dicen que hay que ver. Se llama Cristiano Ronaldo, sus compañeros lo cargan por el acné en la cara y el habla cerrado de la isla de Madeira, vive en una pensión de Lisboa y sufre la ausencia del padre alcohólico. Con el chico ya a los 16 años en el plantel de Primera, Hanuch, aquel mediocampista argentino que jugó entre 1999 y 2000 en el Sporting de Lisboa, corrobora la impresión: «Cuando hacíamos los trabajos con pelota, el uno contra uno, hacía cada cosa Los más grandes le tiraban 50 mil patadas, y después iba y les hacía lo mismo. Estaba André Cruz, João Pinto, el arquero Peter Schmeichel, todos jugadores de selección. Y no se achicaba». La mirada de Hanuch fue quizá la primera de un argentino hacia Cristiano Ronaldo, el portugués que ganó el premio de la FIFA al mejor futbolista del mundo, su quinto en los últimos diez años. Los otros cinco fueron de Lionel Messi, y también por ahí, por esa rivalidad de época -y porque antes de debutar en 2002 su ídolo era el goleador Alberto «Beto» Acosta comienza a modelarse cómo vemos los argentinos a Cristiano.
«Hay mucho de argentino en él: no le gusta perder y hace casi todo por ganar. También sé que (Gabriel) Heinze lo adora por su competitividad y hasta por su personalidad casi infantil», dice Guillem Balagué, autor de Cristiano Ronaldo. La biografía (2016), y remarca: «Hay mucho de argentino en lo que hace Ronaldo, desde su manera de entender la profesión puertas adentro y su relación con el grupo, siempre y cuando se sienta tratado como el mejor». Heinze, compañero en el Manchester United y en el Real Madrid, dijo alguna vez que le envidiaba la rigurosidad y la autoexigencia. «Es un obsesivo del fútbol -lo definió. Y hasta que no logra el objetivo que se puso en la cabeza, no deja de intentarlo». La relación entre Heinze y Cristiano Ronaldo la caracterizó Alex Ferguson, el mítico entrenador del United: contó que el Real Madrid había contratado a Heinze con el objetivo de seducir luego a Ronaldo, su amigo íntimo.
Cristiano, en efecto, utilizó a Messi para convertirse en ese obsesivo del fútbol: para acercarse al panteón de Messi, Diego Maradona, Alfredo Di Stéfano, Pelé, Johan Cruyff y, acaso, el otro Ronaldo, el brasileño. No le quedó margen: el medio le interpuso a Messi. En 2012, contó la periodista Sabrina Duque en la revista Etiqueta Negra, Aurelio Pereira, técnico descubridor de Cristiano, lo visitó en Madrid después de que se repitiera para molestarlo el canto «¡Meeessi, Meeessi!» en los estadios de España. «Si no tuvieras un jugador con quien competir -le dijo Pereira, su padre futbolístico, podrías adormecerte. Hoy te despiertas con un objetivo. Messi es tu desafío permanente». Duque apunta ahora que Cristiano siempre mantuvo las lealtades de la infancia: «Es un tipo agradecido con quienes estuvieron con él cuando se mudó al continente y que se ha mantenido fiel a ese niño que no quería perder a nada de nada».
«Estadísticas, estadísticas», cuentan sus compañeros que repite Ronaldo en los entrenamientos, lo que le valió, durante los primeros días en el Real Madrid, un apodo: «El Ansioso». Cristiano quiere superar a Messi, y el equipo, es cierto, pasa a veces a un segundo plano. Lo dijo en la premiación de The Best: «Llevo 11 años subiendo aquí. Eso requiere trabajo duro, dedicación, lo que me permite ganar trofeos individuales y colectivos». Hanuch recuerda que, mientras se recuperaba de una lesión en la rodilla, Cristiano era un habitué en el gimnasio del predio de Alcochete: que ya era un cancherito que entrenaba en cuero frente al espejo y que le pedían que inclinara el torso para hacer la cobra. «Tenía un vidrio gigante que daba a la cancha, y de ahí lo veía y decía: ‘Este pibe, las condiciones las tiene’. Lo que hizo fue perfeccionarlas, y pocos lo hacen. Messi es un crack, pero este también es un animal. Antes de jugar la semifinal se prepara para jugar la final. Es un animal mentalmente. Era increíble que con 16 años terminara de entrenar y se quedara pegándole al arco solo, divirtiéndose. Esas cosas para un pibe de esa edad no son normales».
Jorge Valdano, director deportivo del Real Madrid entre 2009 y 2011, escribió en el libro Los 11 poderes del líder: «Aquellos jóvenes que imitan su peinado, que le envidian la novia y que sueñan con su Ferrari, deberían olvidarse de lo secundario para imitarlo en lo sustancial: la entrega total y absoluta hacia sus deberes profesionales y la obsesión por ser cada día un poco mejor futbolista». El escritor argentino Sergio Olguín se declara un admirador de Cristiano. A contramano de la literatura futbolera clásica, ve en él a un villano creativo. «No sale a pegar patadas como Pelé. Y que juegue lindo y parezca malo es una contradicción», dice Olguín, y agrega: «Me gusta cómo sobreactúa todo el tiempo en esa gran obra teatral que es el fútbol profesional, esa cosa exagerada cada vez que festeja un gol como un superhéroe. Y está metido en el sistema de una manera rara: hace publicidades donde muestra su cuerpo de estatua griega, que de tanta masculinidad que transmite es casi gay. Eso, y que cuando juega, juega de verdad, lo hacen un personaje para ser odiado. Y también tenemos un poco de nostalgia con un jugador que nos haga ganar algo…». Cristiano, al fin y al cabo, admitió que se identifica con el espíritu del jugador argentino. Cuando le preguntaron por qué, respondió: «Son peleones, y quieren ganar, como yo».