Todavía tengo la imagen de esa chiquita que llegó a River con su mamá. Recién estaba cumpliendo los 17. «Hola, me llamo Luchi, quiero jugar en River y vine a probarme», me dijo. Y nunca más me olvidé de sus ojos. Eran ojos de convicción, de sueños, de determinación. Y ahí me contó que era de Misiones y yo le pregunté si venía por el hockey nada más o si venía a estudiar también. Su respuesta fue precisa: me dijo que venía solo por hockey y que iba a terminar la secundaria. Le pregunté en dónde iba a estudiar porque quienes vienen a River tienen que tener un estudio.
También me importaba saber qué opinaban sus papás. Y ahí intervino su mamá: me contó que el sueño de Luchi es jugar al hockey y llegar a ser la mejor versión de lo que puede llegar a ser. Ella había elegido River y ellos, como padres, ya habían averiguado escuelas. Cuando le pregunté cómo iba a hacer estando sola, la mamá me dijo que ellos compartían su sueño. Que me quede tranquilo.
Cuando la vi tocar la bocha por primera vez en un entrenamiento vi algo muy poco frecuente en alguien de su edad: ella miraba antes de recibir y en ese momento ya tenía el mapa del juego en la cabeza, pasaba la bocha amagando y movía los hombros como movía en aquel momento Lucha, Sole García. Ese día me quedé sorprendido y a partir de ahí empezó a jugar en la Quinta de River. Día tras día nos sorprendía a todos porque crecía físicamente y nos mostraba que tenía algo que se llama cambio de ritmo. Cambiaba el ritmo cognitivamente; cambiaba el ritmo técnicamente y físicamente, no era un cambio solo de las piernas; era veloz desde la mente, desde la ejecución técnica y desde la toma de decisiones.
Siempre tiene la vista puesta en el objetivo, en la posibilidad de conquistar. No solo es hábil sino que lucha cada pelota como si fuera la última y además cubre y acompaña a las compañeras. Jugaba sonriendo, sus indicaciones eran siempre positivas para sus compañeras, ordenaba a todas de una manera tan simple y tan armoniosa que todas estaban chochas jugando con ella. River ese año salió campeón por primera vez en esa categoría, Quinta A. Fue un gran año. Luchi tiene el mapa del juego en su cabeza. Tiene una confianza sin límites en el potencial suyo y de sus compañeras.Hace que todas puedan jugar su mejor versión porque les pasa la bocha como ellas la necesitan.
Luchi es alegría, es ocurrente, es convicción; es espíritu de crecimiento, es irreverencia, es una búsqueda permanente por mejorar. Siento que es una deportista que piensa, siente, arriesga y que tiene una cosa muy clara: quiere ser todos los días junto con su equipo la mejor versión de sí misma. Es fantástico que Luchi haya elegido de chica venir a River y para nosotros es espectacular tenerla.