El primer recuerdo que tengo de Gustavo Costas no transcurre en una cancha de fútbol. Es de una vez en que iba al Cilindro con mi papá y mi padrino, y de pronto se nos cruza un auto. Creo que era un Ford Taunus y creo que era azul, pero no estoy seguro. De lo que estoy seguro es que en el asiento de atrás viajaba Costas y que mi viejo lo reconoció enseguida. “¡Costitas!”, le gritó y Costas nos saludó con esa misma sonrisa que tiene hoy y que se le marca más si ve a un hincha de Racing. 

Ese día jugaba Racing, tampoco recuerdo con quién, y se ve que Costas iba a la cancha con quienes supongo eran su familia. O eran sus amigos. Pero lo cierto es que él no jugaba. Mi viejo mencionó algo así como que estaba lesionado o quizá suspendido. Yo era un niño de unos siete años porque debió haber sido ya con Racing de vuelta en Primera, y lo que me sorprendió a esa edad fue que los jugadores fueran a ver a sus equipos de la misma manera que íbamos nosotros. Cuando sos chico, los jugadores son superhéroes. Yo ese día vi a Costas como humano.

Después te das cuenta que es lo común, pero me quedó con esa sensación de la infancia. Sobre todo porque Costas era mi primer ídolo de Racing, al menos el primero que identifiqué. Después vendría Ruben Paz, el póster definitivo. Pero a Costas lo hice mi ídolo a fuerza de todo lo que me contaba mi viejo, por ser la mascota del equipo de José, por su fanatismo por Racing, por esa imagen de la revista El Gráfico saliendo del túnel de la cancha de River para el partido contra Atlanta para el ascenso, y por la canción que cantábamos antes de que empezara cada partido: “Y chupe, chupe, chupe, no deje de chupar, que Costa e’ lo más grande del fútbol nacional”.  

Era buenísimo cantar eso. Porque hasta un chico como yo sabía que Costas no era el jugador más habilidoso, tampoco era el 2 de la selección que había sido campeona del mundo. Pero era lo más grande del fútbol nacional por otra condición. En primer lugar, porque era nuestro. Pero sobre todo, ya ni sé si en segundo lugar o en primero, porque era el hincha jugador, un emblema, un tipo que sólo quería jugar para Racing y no sólo lo hacía sino que además era el capitán. Yo quería ser como Costas, yo soñaba que me cantaran como le cantaban a Costas. En la tribuna, yo cantaba por Costas queriendo ser él algún día. Por supuesto que no lo logré.  

Pero a los que éramos chicos y todavía teníamos por delante la esperanza de convertirnos en futbolistas profesionales, Costas nos hacía creer que alguna vez nos podía pasar. Mientras otros equipos nos mostraban a sus jugadores elegantes, a los cracks, a las estrellas, nosotros teníamos a nuestro héroe común. Y era precisamente eso lo que lo hacía diferente. Por eso es lo más grande. Porque si el jugador es el que te representa a vos como hincha en el campo de jugador, no hay nada más alto a que ese jugador ame tu camiseta. 

Pasó una vida desde aquel tiempo, incluída la Supercopa de 1988, hasta este momento. Hasta esta Copa Sudamericana. Otra vez nos reencontramos con Costas. Todos estamos distintos. Costas, nosotros los hinchas, y también Racing. Porque Racing ya no es el equipo sufrido, el que esperaba que le empataran al final, el que perdía en el último minuto. No es cuestión de no sufrir, las finales (casi) siempre se sufren, pero el sufrimiento ya no es parte de su identidad desde hace, al menos, una década. 

Costas ya forma parte de esa historia. Pero lo que más nos conmueve es eso que dijo por estas horas: “Primero soy de Racing y después argentino”. Porque lo más hermoso que pasa es que más allá de las decisiones tácticas, de la mirada futbolística, de todo lo que requiere armar un equipo, es el amor por el club. Ya lo supimos en las malas, que es donde tienen que aparecer los que te quieren. Ahora lo sentimos en las buenas. Si Costas no hubiera estado en el banco de suplentes dirigiendo al equipo, hubiera viajado hasta Asunción como hincha. A comerse el calor, a cantar. Pero es el técnico, es el hacedor de este campeón. Estuvo ahí y lo que sentís desde la tribuna al verlo es algo difícil de describir, pero que tiene una fórmula: decirle a los hinchas de otros equipo que te quieran como a nosotros nos quiere Costas.