Jorge Sampaoli tuvo de aliado al destino para cumplir con su sueño de dirigir la Selección, aunque el calendario no fue tan cómplice: desde el 13 de junio, cuando regresó de la gira por Australia, se le abrió una ventana de casi tres meses para preparar el partido que se jugará el 31 de agosto en Montevideo, ante Uruguay. Será un cruce que marcará el camino hacia Rusia 2018. ¿Qué hace en ese tiempo un seleccionador?
Sampaoli pasa diez horas diarias en las 48 hectáreas del predio de Ezeiza. Llega antes de las 8 de la mañana para desayunar en el comedor junto al resto de su cuerpo técnico y planificar la jornada de trabajo. Mientras los analistas de video pasan horas y horas buscando particularidades y movimientos en los más de 50 futbolistas que están en el radar, Sampaoli se encierra en su oficina a imaginar situaciones de juego y de grupo.
El técnico le da más valor a las emociones que a la tecnología. Por eso deja esa tarea para sus asistentes. Él prefiere ver un partido completo y acercarse a la cancha si es posible, como ya lo hizo con las visitas a Racing, River, Independiente y Defensa y Justicia. El viernes pasado también estuvo sentado en el banco de suplentes de la Cancha 1 del Complejo 2 del predio como observador del amistoso que Defensa y Justicia le ganó 2 a 0 a la Sub 20 que comandan Nicolás Diez y Sebastián Beccacece. Con la idea de que sean los sparring del plantel, 25 juveniles menores de 20 años comenzaron a entrenarse la semana pasada en Ezeiza. Sampaoli estuvo en algunas de esas prácticas y charló con los chicos.
«La globalización te hace ver siete horas de partidos y quizá nada de fútbol. Por ahí, yo encuentro mejores cosas para el fútbol, como ver una película. Porque ahí puedo encontrar una apertura de algo que yo necesitaba para un equipo», se definía Sampaoli en una entrevista con el sitio Goal el año pasado. Así se explica la nutrida agenda de reuniones que tuvo el técnico en las últimas semanas.
El que inició el ciclo de reuniones fue Sergio Romero, uno de los hombres con más ascendencia en el vestuario de la Selección. Romero se entrenó durante una semana con Martín Tocalli, el entrenador de arqueros, y Sampaoli aprovechó para intercambiar miradas con el arquero del Manchester United. Nicolás Otamendi fue el otro que pasó por Ezeiza para hablar con el seleccionador y con Beccacece, quienes también se movieron hasta Rosario para compartir un almuerzo con Éver Banega. Para el DT es tan importante conocer la personalidad de sus dirigidos como sus movimientos dentro del campo.
Para fin de mes, Sampaoli y Beccacece emprenderán la gira europea para charlar con muchos futbolistas y empezar a proyectar cómo será el choque en Montevideo, una posta esencial en el camino a Rusia. Durante una semana se moverán por Francia, Italia y España para charlar con Ángel Di María (PSG), Mauro Icardi (Inter de Milán), Mateo Musacchio, Lucas Biglia (Milan), Paulo Dybala, Gonzalo Higuaín (Juventus), Augusto Fernández (Atlético de Madrid), Gabriel Mercado (Sevilla), Lionel Messi y Javier Mascherano (Barcelona).
El asado en Castelldefels con Messi será el punto central de esa gira. «Si vos le das la posibilidad de ser feliz a un jugador tan determinante, tenés el 95% del partido resuelto. Es muy difícil que un equipo pierda cuando Leo está bien», dijo Sampaoli el año pasado. Hoy sigue convencido de lo mismo. Argentina, país agroexportador, tiene su materia prima desperdigada por distintas partes de Europa. Por eso obliga a estas giras que parecen más diplomáticas que futboleras. Ese fue un problema para todos los cuerpos técnicos de la Selección en épocas de globalización. «A nosotros nos importaba la fortaleza del grupo. Sin el día a día era difícil, porque siempre era un reencuentro. Por eso Alejandro me pedía que fuera a hablar con los jugadores, para saber cómo están y cómo piensan. Me recorrí el mundo como ayudante de Sabella», explica Claudio Gugnali, colaborador de Sabella en su ciclo en la Selección.
«Busco gente que pudo rebelarse ante la historia que ya estaba escrita, me gusta analizar diferentes personalidades que no tienen que ver solamente con el fútbol. Por eso hoy no me genera tanta curiosidad hablar con el mejor técnico de fútbol decía Sampaoli hace un año sino con el entrenador de Golden State (Steve Kerr), que modificó algo que parecía inmodificable en la NBA, como el estilo.»
Esa visión para construir su personalidad y ejercer el liderazgo sigue vigente. El entrenador es una esponja que busca acumular experiencias para luego sacarles provecho en el momento preciso. Por eso dos horas de charla con Julio Velasco, el entrenador de la Selección argentina de vóley y uno de los técnicos más prestigiosos del deporte a nivel mundial, valen más que un compilado con los desbordes de Marcos Acuña o las diagonales de Mauro Icardi.
Velasco no fue el único que pasó por Ezeiza para charlar con Sampaoli: también estuvieron de visita los exjugadores Gabriel Milito y Javier Zanetti, el técnico de la Selección argentina de básquet Sergio Hernández y hasta el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, entre otros dirigentes con los que el técnico intenta comprender los tiempos del fútbol argentino después de casi 15 años de exilio en Perú, Ecuador, Chile y España. Todo es parte de la aclimatación y de la formación para ser un mejor entrenador. Incluso, cuando intenta despejarse con una serie o un libro o una película o un disco de rock. El casildense ahora se enganchó con Merlí, una serie catalana de un profesor de filosofía con un particular método de enseñanza. Los intercambios con hombres de la cultura también tendrán su espacio en la gira europea.
La personalidad enigmática de Sampaoli, la inmensidad del predio de Ezeiza y la falta de actividad oficial son condimentos que alimentan la intriga de saber qué hace el técnico de la Selección cuando la Selección no juega. Jorge Ribolzi, que también pasó por Ezeiza como ayudante de Alfio Basile, le corre la cortina a esa reserva: «En el fútbol todo está descubierto, no hay mucho por inventar. Nosotros los entrenadores somos los misteriosos. Y los hacemos hablar a los periodistas y provocamos esto: que se pregunten qué hacemos.»