Antes de que la pelota ruede en la “burbuja” de Lisboa, la final de la Champions League entre París Saint-Germain y Bayern Munich ha certificado el cambio del orden mundial en el fútbol. Francia (Rusia 2018) y Alemania (Brasil 2014) son los últimos campeones en Mundiales, verdugos de Argentina. En la Champions que se cierra hoy en el Estádio da Luz hubo otro semifinalista francés (Lyon) y otro alemán (Leipzig). Alemania despliega la escuela de entrenadores, cuyo principal exponente es Jürgen Klopp, campeón de la Champions 2019 con Liverpool. Francia genera futbolistas que incluso nutren a los principales equipos de las ligas top. Dirigidos por alemanes, PSG (Thomas Tuchel) y Bayern (Hans-Dieter Flick), monopolizadores en sus ligas, ofrecerán en paralelo un duelo: el arte de las individualidades –Ángel Di María, Neymar, Kylian Mbappé– contra la maquinaria colectiva.
Inglaterra, Italia y España, las ligas que los argentinos seguimos a la distancia, fueron desplazadas por la Ligue 1 y la Bundesliga. En la lista de países exportadores de futbolistas, según el último censo del Centro Internacional de Estudios del Deporte (CIES), Francia (1027) se posiciona en el segundo escalón detrás de Brasil (1600). Los franceses, después de los alemanes, son los de mayor presencia en Bayern Munich (Benjamin Pavard, Lucas Hernández, Corentin Tolisso, Mickaël Cuisance y Kingsley Coman). La preeminencia se repitió en el semifinalista Leipzig (Dayot Upamecano, Ibrahima Konaté, Nordi Mukiele, Christopher Nkunku y Jean-Kévin Augustin). El ítalo-argentino Delio Onnis debutó en Almagro en 1966. Después jugó en Gimnasia La Plata. Y entre 1971 y 1986 metió 299 goles en liga francesa, lo que aún lo sitúa como el máximo goleador histórico. Hoy trabaja como scouting de Mónaco, club en el que marcó 223 goles en 280 partidos. “El fútbol francés mejora año tras año –dice–. Mucho progreso y pocas palabras, no como nosotros. Es de alto nivel, y no sólo en lo individual. Se trabajó mucho y bien desde las divisiones inferiores. Se sabe rapidito dónde están los buenos jugadores. Nosotros sabemos que Francia ganó el Mundial, pero no que la Sub 17 y Sub 19 también ganan o juegan finales. Eso ya habla de un trabajo prolijo”.
Onnis, dice, conoce a Mbappé como si fuese su hijo. Padre camerunés y madre argelina, Mbappé se crió en Bondy, suburbio de París, pero a los 14 años se incorporó a las inferiores de Mónaco. De ahí la cercanía de Onnis, que vive en el Principado. De ahí que Mbappé siempre haya priorizado a PSG. “Hoy el mejor jugador del mundo es Messi –aporta Onnis–, pero si pienso de acá a tres años, es Mbappé. Va rápido, más que Cristiano y Messi, con y sin pelota, sabe gambetear para adelante, juega a la derecha, en el medio, a la izquierda, está armado físicamente”. Desde la compra de Qatar en 2011, PSG, club-Estado, gastó 1254 millones de euros en 43 futbolistas, con Neymar (222) a la cabeza, seguido de Mbappé (145). Del total, 333 millones fueron a clubes de la Liga, y 323 a los de la Serie A, lo que explica, en parte, el declive de España e Italia. Pero PSG no sólo simboliza el poder de la chequera. Fundado en 1970, es el equipo de los barrios periféricos de París, como el de Mbappé. Y el fútbol es el juego de los cracks. PSG necesitó a Neymar en plenitud para llegar a su primera final de Champions en la historia, después de cuatro cuartos de final y tres octavos consecutivos, ya con la inyección de los dineros qataríes.
PSG acaso también necesitó a un entrenador alemán. Tuchel drenó las debilidades psicológicas después de las experiencias con el español Unai Emery y el francés Laurent Blanc. Aplicó disciplina colectiva con libertades, a lo Klopp, y delegó en el vasco Ander Herrera el liderazgo “discreto” de un plantel de superestrellas. “Tuchel fue testigo de todo desde lejos –escribe Julien Laurens en ESPN–. No está en el grupo de WhatsApp de los jugadores. Tuvo poca comunicación con sus hombres durante el encierro. Pero confiaba en el proceso. Sabía que algo estaba pasando”. Tuchel (46 años) es un emergente de un plan de la Federación Alemana, como Flick (56), de Bayern, y Julian Nagelsmann (33), de Leipzig. No fue casual que Pep Guardiola, afuera otra vez de la final, ahora con Manchester City, dirigiera a Bayern entre 2013 y 2016 luego de crear con Barcelona el mejor equipo de la historia del fútbol, el que empezó a despedirse en Lisboa, porque también existe el paso del tiempo.
“Lo de los entrenadores alemanes –aclara Rodolfo “Pelusa” Cardoso, que jugó con Argentina la Copa América de Bolivia 97, hoy entrenador en las inferiores de Hamburgo tras jugar en el club– se enmarca en un proyecto de la federación después del fracaso en la Eurocopa 2000, donde Alemania sumó un punto en su grupo. Se tuvieron que rearmar porque se habían quedado sin jugadores, con poco recambio, y empezaron un trabajo de base”. Dos décadas después, la federación alemana requiere a los clubes de la Bundesliga academias con entrenadores full time desde las categorías Sub 9 a Sub 19, entre otros puntos. En 2000, cuenta Raphael Honigstein, autor del libro Das reboot (“El reinicio”), había cien entrenadores para juveniles. Hoy son más de 400 con licencia exclusiva para entrenar jóvenes. De ahí surgió Flick, asistente de Joachim Löw en la selección de 2006 a 2014, cuando pasó a ser director deportivo de la federación.
Alemania, que “fracasó” en Rusia 2018, eliminado en primera ronda de un Mundial por primera vez en su historia, mantuvo a Löw. Pero en marzo de 2019, Oliver Bierhoff, actual director deportivo, torció la línea en una jornada de la federación en Frankfurt. La llamó “Regreso a la cima del mundo”. Días antes, la Sub 17 de Alemania había perdido en un torneo internacional amistoso ante Holanda, España y Portugal. “No producimos suficientes futbolistas porque el entrenamiento se ha formalizado demasiado –dijo Bierhoff–. Necesitamos espacio para los individualistas. Incorporar de nuevo el fútbol callejero a los clubes. Necesitamos crear más espacio para la creatividad y el disfrute de nuestros jugadores”. Después de Rusia, Bayern repatrió a Serge Gnabry, figura en la semifinal 3-0 ante Lyon a pesar de ciertos desajustes defensivos, sinónimo de ese juego más “individualista” y “callejero”. Gnabry, padre marfileño y madre alemana, había sido comprado a los 16 años por el Arsenal inglés a Stuttgart.
PSG, sudamericanizado, apela a la cumbia y la samba. A Di María, clave en la semi 3-0 ante Leipzig. Y, sobre todo, a la jerarquía de Neymar. En el centro de la escena después de cargarse al hombro los cuartos ante Atalanta, Neymar jugará el partido más importante de su carrera en la transición a la era Messi-Cristiano Ronaldo. Irá por otro “momento Maradona”. Bayern es el engranaje robot que arrasó 8-2 a Barcelona. Gegenpressing: presión arriba, recuperación rápida para jugar y ataque masivo. Gane el que gane, PSG-Francia y Bayern-Alemania, símbolos del fútbol siglo XXI, dominan no sólo por Mbappé y Gnabry.