Nicolás Capaldo pisa el área rival, y la pelota le cae en su pie hábil después de un despeje. El arquero está lejos del arco casi vacío. Van 20 minutos del segundo tiempo. Boca empata sin goles ante Talleres en Córdoba por la Copa Maradona. Y Capaldo -mediocampista, 43 partidos en Primera, ningún gol- define con la derecha: afuera, al lado del palo. “Ya se va a calmar -dice Miguel Ángel Russo, entrenador de Boca-. Ya va a entender lo que es la pausa, la aceleración. En definitiva, estamos para eso”. Los entrenadores -no sólo- están para eso: para “entrenar” la cabeza. En el fútbol del siglo XXI, es el último eslabón de perfeccionamiento. Lo dijo el francés Arsène Wenger, histórico DT del Arsenal, ahora director de Desarrollo del Fútbol de la FIFA: “Estamos al final de la mejora de la velocidad física. El siguiente paso será mejorar la velocidad de la toma de decisiones. La velocidad de ejecución y coordinación, y ahí entrará la neurociencia. En los últimos diez años, el poder y la velocidad de los jugadores individuales ha mejorado, pero ahora hay velocistas en todas partes. El siguiente paso será mejorar la velocidad de nuestro cerebro”.
Adama Traoré, el atacante fisicoculturista de Wolverhampton que ya juega en la selección de España, es la exaltación de la hegemonía de los Cristiano Ronaldo. Velocidad en potencia, Traoré se unta el cuerpo con aceite para que los defensores resbalen al agarrarlo de los brazos. Simboliza acaso ese límite de masa muscular al que se refiere Wenger. El desafío en el fútbol actual se mueve por las aguas de la paciencia: permitirse el error y convivir con los nervios, los miedos, el apuro. Jorge Jesús, el entrenador portugués campeón con Flamengo de la Copa Libertadores 2019, hoy de vuelta en el banco de Benfica, le dijo una vez a Pablo Aimar en sus tiempos de futbolista: “Los grandes jugadores no son ansiosos”. Los técnicos -o directamente los clubes- incorporaron psicólogos, neurocientíficos y también coachs. Se trata de mejorar la cabeza en la acción. De darle forma a la decisión en las acciones instintivas. “Pelé tenía cuatro segundos para resolver -comparó Jorge Valdano-, Maradona sólo dos, y Messi uno o incluso menos”. En los últimos años, diferentes técnicos hasta sumaron el yoga y el ajedrez a la rutina de entrenamientos.
Nicolás Burdisso jugó 14 años en la élite del fútbol de Italia y los Mundiales de Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Entre 2018 y 2019 fue el director deportivo de Boca. “No diría que es el final en lo físico, pero sí que va a ir cambiando. Los valores de un modelo prestativo de un jugador cambiaron muchísimo: hoy son arranques, altas velocidades, muy poco ‘trote’, pasan de abajo a arriba en todo el partido, y repiten esfuerzos. De ahí que los centrales tocan mucho más la pelota”, dice Burdisso, que jugaba de central, y agrega: “Nosotros en Boca teníamos un departamento de neurociencia, que es el entrenamiento de las capacidades cognitivas, de resolver en la menor fracción de segundo, y realmente era importante. Eso se junta con el coaching, con la ayuda, la asistencia y el entrenamiento psicológico de los partidos. Ese es el horizonte a futuro. No hablamos de la parte emocional, que eso lo tiene cualquier persona”. De “la parte emocional” se encargan los psicólogos. Burdisso salió campeón Sub 20 en el Mundial de Argentina 2001, con José Pekerman de entrenador. Pekerman, de alguna manera, fue un pionero: instituyó la figura del psicólogo deportivo en las selecciones juveniles.
Marcelo Roffé es el psicólogo deportivo que trabajó 15 años con Pekerman entre las selecciones de Argentina y Colombia. El cerebro, grafica, es la CPU. Y los pensamientos, el software, los programas de la computadora. Ahí trabaja la psicología. “Nosotros -dice Roffé- hablamos de qué piensa el futbolista antes de una ejecución, de por qué decide una cosa y no otra en milésimas de segundos. Trabajamos mucho con la visualización, que es una técnica cognitiva para decidir rápido y bien. La mente no distingue entre lo imaginado y lo vivido. Si vos te imaginás la película de un partido, queda en la memoria del cuerpo como si la hubieras vivido y te ayuda a tomar buenas decisiones”. Y puntualiza que “la ansiedad también se trabaja con ejercicios de respiración y relajación, de meditación, y también utilizamos el ajedrez como herramienta de construcción de la espera, ya que apuntamos al aquí y ahora, a enfocar en el presente, olvidarse del pasado y no pensar en el futuro”. El holandés Johan Cruyff solía decir que el control de la pelota constituía un gran porcentaje del rendimiento de un futbolista. Controlar bien da tiempo para pensar y decidir. Pero hay una paradoja: a veces, tener más tiempo para pensar deriva en un error de ejecución (lo sufren, sobre todo, los delanteros). Y en otras ocasiones, tener menos tiempo para pensar ayuda a un futbolista a definir con precisión y contundencia. Así es el juego.
Paciencia, humildad y permitirse el error. Esto pienso y defiendo. Ojalá nadie lo tome a mal. Porque si algo quiero, es que nuestra selección crezca. https://t.co/bk1oC5F6eI— Sebastian Domínguez (@sebadominguez6) October 9, 2020
La neurociencia es otro recurso a la hora de “entrenar” la cabeza en el fútbol. Sandra Rossi trabaja en el cuerpo técnico de Marcelo Gallardo desde 2014. Médica deportóloga, Rossi llegó al predio de River en Ezeiza con un programa de computación que mide los milisegundos que tarda el cerebro en tomar una información y enviar señales a las distintas partes del cuerpo. En junio de 2019, en la pretemporada en las playas de Los Angeles, los futbolistas de River se colocaron anteojos destellantes y, ante una indicación, debían picar a chapas con números y letras incrustadas en un espacio delimitado de arena, agarrarlas y llevarlas a otro punto indicado, con la dificultad de la visión parpadeante. El trabajo tenía como fin la búsqueda visual (en poco tiempo) en la toma de decisiones: mejorar los niveles de atención y concentración. En Racing trabaja Andrea Ricagno, psicóloga deportiva a cargo del área de neurociencia. En el último verano, los futbolistas de Independiente también realizaron diferentes ejercicios con anteojos oscuros y ojos cerrados: malabares con pelotitas de tenis, equilibrio con globos, reacciones ante luces y sonidos. Lucas Pusineri, DT de Independiente, sumó al psicólogo colombiano Carlos Gutiérrez, con quien trabajó en Cúcuta y Deportivo Cali.
“Los futbolistas puntúan promedio en los test de inteligencia tradicional respecto de la media. Pero puntúan muy por encima de la media (y nada menos que el 2% más alto) cuando se trata de testear funciones ejecutivas. ¿A qué se debe ello? A las demandas que provoca el fútbol en el cerebro”, dice Germán Castaños, preparador físico, asesor de entrenadores y creador de InnovaFútbol, una plataforma de habilidades creativas aplicadas al juego. “Los futbolistas -añade Castaños, coautor junto a Roffé de La pelota no siempre al 10 (ni al 23)– perciben, procesan la información y toman las decisiones cada vez más rápido. Esa ventaja de velocidad no podrá ser descontada extrayendo el máximo rendimiento de la velocidad física sino el máximo rendimiento de la velocidad cognitiva. La velocidad cognitiva es el paradigma del presente y lo será todavía cada día más en un futuro”.
El alemán Ralf Rangnick tiene 62 años. Es el arquitecto detrás del crecimiento deportivo del Leipzig, el club de la empresa de bebidas energizantes Red Bull, semifinalista en la última Champions League. Rangnick detectó a Sadio Mané, Timo Werner, Roberto Firmino y Erling Haaland, figuras emergentes en el fútbol europeo. “¿Cuál es la clave para anticipar la progresión de un gran futbolista?”, le preguntó el periodista Diego Torres en El País. “Que sea bueno con la pelota es una gran ventaja. Velocidad, ritmo, aceleración, son importantes -le respondió Rangnick-. Pero lo más importante no es correr rápido sino pensar rápido. Que sean capaces de analizar la situación y repentinamente darse cuenta cómo deben jugar una pelota. A los futbolistas se los debe valorar por las decisiones que toman bajo presión, en los momentos del partido en los que no hay tiempo ni espacio para actuar. Hay que educar a los ojeadores en este sentido. Los goles y los driblings bonitos pueden confundir”. Esta semana, el propio Lionel Messi reconoció que tendría que haber ido a un psicólogo. Incluso que lo necesita. “La revolución mental -apuntó el escritor italiano Alessandro Baricco- es anterior a la revolución tecnológica”. Lo escribió en un libro publicado en 2018. The Game. No hablaba de fútbol. O sí.
Esta afirmación hecha por alguien como Leo Messi me parece de una gran valentía. Y demuestra una enorme normalidad. #MessiÉvole pic.twitter.com/WvQZZUNJuv— Jordi Évole (@jordievole) December 27, 2020