La muerte de Pelé, este jueves en Sao Paulo a sus 82 años, ocurrió sólo 11 días después de que Lionel Messi se consagrara como el gran deportista del siglo XXI y se sumara a ese juego irresistible aunque sin respuesta posible, el de quién fue el mejor futbolista de la historia, ahora una mesa chica en la que únicamente se sientan el brasileño, el rosarino y, claro, Diego Maradona. También hay países europeos que suelen agregarle un cuarto, un quinto o hasta un sexto integrante, todos genios sin el peso de una Copa del Mundo en sus manos, como un tercer argentino, Alfredo Di Stéfano, en España (donde se hizo leyenda en el Real Madrid), Johan Cruyff en Países Bajos y Cataluña, y Cristiano Ronaldo en Portugal. El trono fue, es y seguirá siendo sudamericano.
Como consecuencia inevitable de su rivalidad con Maradona, una pelea de Marvel entre los machos alfas de la pelota en el siglo XX, en las últimas décadas muchos argentinos reconocieron a Pelé más como un títere del poder que como la primera figura global del fútbol, el único en ganar tres Mundiales, un currículum incomparable. Es cierto que, para quienes no lo vieron jugar -o sea, para la enorme mayoría de personas que no fueron testigos de sus proezas en los campos de juego entre 1957 y 1977, épocas además en las que se televisaban muy pocos partidos-, el Pelé ya retirado fue poco inspirador, más un vocero de las multinacionales y a cargo de una visión desideologizada del mundo, pero ¿acaso los nuevos héroes del fútbol no lo son también? Como sea, Pelé fue el ídolo al que muchos amaron odiar.
Ahí es cuando Maradona, tal vez de recorrido más corto y con menos títulos y goles que Pelé y Messi pero posiblemente con un pico más alto, el de junio de 1986, tuvo una ventaja irresistible para sus fanáticos y una contra para sí mismo: ya retirado, siguió siendo Maradona viviendo, hablando y confrontando, el mejor afrodisíaco para sus fanáticos pero a la vez otro atajo para los problemas de salud que terminaron con su vida a los 60 años. Diego vivió y murió de Diego.
Seguramente para que las generaciones que nunca lo vieron jugar recordaran que él era el único tricampeón, mientras Messi (todavía) y Cristiano Ronaldo no habían ganado ningún Mundial, el brasileño participó en un documental estrenado por Netflix en 2021. Allí, en medio de una hagiografía que lo eleva a sinónimo de «emancipación de Brasil», Pelé se defiende de sus silencios durante la dictadura. Los “Años de Plomo”, el período más represivo del régimen militar brasileño, coincidió con la gloria de México 1970. Mientras los observadores más críticos tomaron nota de su desinterés político, sus defensores hablan del contexto: «Era una dictadura, ¿qué podría haber hecho?».
Pelé también fue, junto a Muhammad Alí, el deportista negro más famoso de la historia, pero, a diferencia del boxeador norteamericano, el brasileño nunca hizo reivindicaciones raciales. No estaba obligarlo a hacerlo y seguramente tampoco tenía la preparación pero, en medio de las desigualdades a favor de los blancos, muchos afrodescendientes pasaron a preguntarse si era uno de los suyos. En su libro “Pelé, estrella negra en campos verdes”, la periodista Angélica Basthi busca respuestas a ese mutismo. «Pelé era muy joven cuando empezó a jugar y pronto sería campeón. Hizo de la pelota su principal objetivo, y no podemos culparlo por eso. Pero es posible reflexionar sobre su vida en el contexto del racismo», dice.
Pelé es inmenso porque coincidió con el momento en que el mundo, y por lo tanto el fútbol, empezaba a globalizarse. En la primera mitad del siglo XX no hubo ninguna figura planetaria: dos guerras mundiales, el fútbol sin organizarse, la Copa del Mundo sus inicios y sin satélites transmitiendo los partidos conspiraron contra un pre Pelé, Diego o Messi. Cuando la rompió con 17 años en 1958, sus proezas llegaron a geografías inéditas, como luego Maradona sería el amo de la primera TV en colores y Messi de los dispositivos de miles de millones de personas en tiempo real. El fútbol estaba cambiando al punto que Brasil fue con un psicólogo al Mundial de Suecia. Cuando el técnico quiso incluir a ese niño, el especialista le dijo «no lo pongas, es inmaduro», a lo que el DT le respondió: «Podrás saber de sicología pero de fútbol no tenés idea». Y entonces Pelé se hizo planetario.