«Hay que resolver todo en cuestión de segundos. Es una batalla, estrategia pura. Lo principal es ubicarse en los primeros metros, y después hay que estar muy despierto de mente para tomar buenas decisiones. Pienso en mi familia, en todos los sacrificios que hicieron para que pudiera hacer lo que me gusta y aprieto el acelerador sin importar que duelan todos los músculos del cuerpo. Doy lo mejor.» Leandro Paris, campeón sudamericano de los 800 metros, cuenta cómo encara cada carrera. Aunque también podría estar hablando de su camino en la vida.
A los 22 años, el mendocino radicado en San Luis, se convirtió en la gran sorpresa del torneo que se realizó hace una semana en Asunción, Paraguay, donde con una marca de 1m49s82 no solo puso fin a 30 años sin logros argentinos en esta prueba (Luis Migueles había ganado en San Pablo 1987), sino que, casi sin proponérselo, venció a los especialistas continentales y se metió en el Mundial de Londres.
No se va a olvidar nunca de su llegada a la localidad puntana de El Volcán: «Fue hermoso -le cuenta Paris a Tiempo. Perdí el vuelo y me volví en micro. Me estaba esperando mi familia, mi novia y mis amigos, muchos vecinos se acercaron con carteles. Estoy muy feliz. Este momento lo soñé muchas veces.» La aventura de Paris en el atletismo comenzó en la secundaria con el famoso test de Cooper, en el que hay que tratar de correr seis vueltas a un gimnasio en 12 minutos. «Hice el doble de vueltas recuerda y ahí mis profesoras insistieron para que arranque a correr en serio, me anotaron en competencias en la calle. Solo hice dos, para luego pasar a pista. Me hicieron sentir pasión por las carreras y de ahí no paré.»
Siempre quiso dedicarse a la velocidad, la adrenalina de los 100 metros era su objetivo, pero comenzó a aprender y a entender la resistencia de la mano de su exentrenador Jorge Niño. Llegaron las primeras pruebas, los podios, los viajes, la intensa preparación en la altura de Cachi, pero antes de todo eso, Leandro tuvo que superar otra carrera: «Mi papá relata se hizo cargo de una familia de ocho hermanos con apenas nueve años y tuvo que salir a juntar plata para ayudar a mi abuela. Mi mamá perdió a la suya en el parto y tuvo que mantenerse sola limpiando en casas de familia. Vivíamos en un barrio peligroso de Mendoza, el Bajo Maipú, yo vengo de ahí. Los robos y las drogas eran cosa de todos los días, me mantuvieron alejado de todo eso. Vivíamos en una casita que nos había dado el gobierno. Isabel, mi mamá, no quería eso para nosotros, vendimos todo y nos fuimos para San Luis con mi tía.»
Pero ahí tampoco termina todo: «Dormimos en una carpa durante un año, un pequeño rancho que hicimos con mi papá», dice Leandro y sonríe al recordar que, para colmo, ese fue un año histórico de lluvias para la zona. El máximo proyecto del atletismo nacional también recuerda que tuvo que salir a trabajar para ayudar a su familia. Hacía changas en construcción, estudiaba y trabajaba. «Ojo que nunca dejé la escuela dice con orgullo, encontré la manera de ayudar a mi familia, trabajaba desde las 7 hasta las 12 en una obra, iba a la escuela de 1 a 8 y luego a entrenar hasta las 11 de la noche. Fui abanderado en el secundario. Y ahora voy de El Volcán a Londres.
Paris confía en seguir creciendo y es consciente de que su nombre aparece junto a Belén Casetta y Federico Bruno como los que pueden liderar una nueva etapa en el atletismo, aunque pide más apoyo. «Es difícil que se apueste a alguien que recién empieza», cuenta el atleta que ganó su beca el año pasado tras haber obtenido el Sudamericano Sub 23 en Lima, Perú. Ahora, con este oro, reivindicó esa beca y espera un incremento. Luego del logro en Asunción se le acercaron para preguntarle dónde quería hacer la preparación rumbo al Mundial (del 4 al 13 de agosto), pero Leandro fue muy claro: se quiere quedar en El Volcán. Con Londres en la mira, el sueño son los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. «Me gustaría vivir del atletismo, sin dudas que me cambió el estilo de vida, y quiero más, quiero una final Mundial y olímpica, seguir haciendo historia. Por mi y por mi familia. Paris va por más.