Desde esta humilde columna ofrecemos una idea a los promotores de eventos: armar un partido entre dos equipos formados por argentinos que hayan pasado por la NBA. Pronto será posible hacerlo porque Nicolás Brussino se ha convertido en el décimo jugador de nuestro país en ingresar a la liga más competitiva del planeta, tras arreglar un vínculo de tres temporadas con Dallas Mavericks. Oriundo de Cañada de Gómez, el alero de 2,04 metros y 23 años se integra al lote que ya formaban Pepe Sánchez, Wolkowyski, Ginóbili, Oberto, Herrmann, Delfino, Scola, Nocioni y Prigioni.
Si ese partido se concreta, sería justo que en algún lugarcito de sus camisetas los protagonistas luzcan el logo de la Liga Nacional. Porque en definitiva fue ese torneo el que los forjó, les dio vuelo y permitió que triunfaran en el exterior, no sólo en Estados Unidos sino en otros países de gran nivel basquetbolístico. Favor que los jugadores devolvieron convirtiendo a la Selección en un equipo de primera línea mundial, con dos medallas olímpicas incluidas.
De hecho, fueron las destacadas actuaciones de Brussino (que apenas tiene experiencia internacional) en Peñarol las que le allanaron el destino hacia Dallas. Ya se sabía del interés de equipos españoles y de franquicias como Utah Jazz, que lo había invitado a un campus de verano. El mismo camino pueden seguir en poco tiempo Juan Pablo Vaulet, cuyos derechos fueron reservados por Brooklyn Nets, y Patricio Garino, que fue invitado por Orlando Magic para participar en un torneo amistoso de verano.
Cuando llegó a la Liga Nacional, fichado por Regatas Corrientes, los controles médicos exigidos por el reglamento de la competencia descubrieron que Brussino sufría una arritmia cardíaca que lo fatigaba más de la cuenta y le dificultaba la recuperación física después de los partidos. Al santafesino le colocaron un catéter para mejorar su circulación sanguínea y su problema quedó solucionado.
En definitiva, Brussino es un producto de esta Liga que hace 30 años viene elevando el nivel deportivo, formando mejores jugadores y tratando de fijar (a los ponchazos, con derrapes incluidos) un estándar más profesional para este deporte. Que piensen en eso los dirigentes que en una medida pensada con el bolsillo en vez de con la cabeza quieren eliminar desde la próxima temporada el tope de extranjeros por equipo. Que acepten el reclamo unánime de jugadores y aficionados para sentarse a discutir el tema. Que no les pongan piedras en el camino a los que se preparan para tomar el relevo de la Generación Dorada, quizás el mejor seleccionado argentino de la historia.