El reloj avanza. Tic, tac. Las pulsaciones suben y no hay distancia social que frene la bronca de sentir que se escapa una serie de Copa Sudamericana en el instante final. El mítico e imponente estadio Morumbí, en silencio, se prepara para el festejo en solitario de los jugadores de San Pablo, con Dani Alves como capitán. Nicolás Orsini, delantero nacido hace 26 años en Morteros, Córdoba, con pasos por el ascenso argentino y ligas remotas como las de Corea, Japón y Austria, piensa: hay que cambiar el chip, una nos va a quedar. El resultado y el cronómetro parecen desmentirlo: corre el minuto 91, está por sacar del medio tras el cuarto gol de San Pablo, el 4 a 2 que parecía sentenciar las ilusiones de Lanús. Pero el fútbol, en su máxima esencia vibrante, cambiante y emocionante, le terminó dando la razón al atacante que, 14 segundos después de sacar del medio, convirtió el tanto que hizo pasar a octavos de final al Granate. “Demostramos que garra, corazón y juego tenemos de sobra: eliminamos a un equipo que se preparó para ganar la Copa Libertadores con un planteo en el que nunca resignamos la presión alta”, dice el delantero.
La adrenalina todavía le recorre el cuerpo y no hay forma de que baje. Es viernes y después de volver al país a las 6:30 de la mañana, solo pudo dormir una hora y ya la jugada volvió a su cabeza. Una y otra vez. Y no hay nada que le borre la sonrisa después de recordar que su derechazo golpeó la red. “El fútbol es tan efímero que los momentos lindos hay que festejarlos como se merecen, porque después la rutina hace que vuelvas a entrenar, a pensar en el próximo partido, y nunca hay que olvidar los instantes en que el grupo termina unido y eufórico”, cuenta Orsini, feliz porque su grito se celebró mucho más allá de la ciudad de Lanús. “Estoy convencido de que mi gol puso contentos a gran parte de los futboleros y las futboleras del país. En Brasil, ante un equipo gigante, y poniendo justicia a una serie que tuvo muchas sensaciones, vértigo y vaivenes, en los que se mezcló la amargura con la locura final. Estoy supercontento y creo que se nota. Me dijeron que hasta el Diego vio el partido desde la clínica y festejó mi gol, ¿qué motivación más grande se puede encontrar que darle un poquitito de alegría a alguien que tantas veces hizo feliz al mundo entero? Le agrega un condimento muy especial a un día histórico para todos en el club”.
Orsini tiene 26 años, pero entra en el grupo de los más experimentados de Lanús. Lejos de José Sand, con 40, pero con historia en el fútbol para acompañar a un plantel repleto de jóvenes: ocho de los 11 titulares ante San Pablo surgieron de las divisiones menores del club. Y para el héroe inesperado del Morumbí, un trotamundos en búsqueda de continuidad que ingresó faltando 20 minutos para sumar un nuevo hito en la rica historia reciente de Lanús, eso no es un dato menor para un equipo que salió a la cancha con un promedio de edad de 24 años. “Cuando me fui con 22 años de Argentina, primero para Corea, después para Austria y luego a Japón, fue para progresar porque no tenía tantos minutos en mi equipo. Acá me encontré con un club ordenado que apuesta por los jóvenes y les da la seguridad de que van a tener una oportunidad. Ellos saben que llegan a Cuarta División y ya hay un plantel que los va a acompañar en todo el proceso para llegar a Primera. Eso no es menor para el futbolista”, sostiene el delantero al que Pepe Sand nominó para continuar con su legado en el club. “Sé que tengo al ídolo histórico del club por delante y me ponen muy contento sus comentarios porque es un referente más allá de ser el goleador histórico del club. Ojalá pueda jugar con él, siempre quiero ir por un poco más”.
El movimiento previo en el área para intuir que le puede llegar la pelota. El grito desaforado de todo un plantel. El abrazo final de Luis Zubeldía. El festejo en el vestuario. Los mensajes de la familia y los amigos en Morteros, donde pasó gran parte de la cuarentena. Los recuerdos le vuelven a Orsini y el teléfono no para de sonar. “Los momentos lindos hay que disfrutarlos”, repite y agradece que el 2020 lo encontró en Argentina. “Creo que todo hubiese sido muy diferente si me agarraba en otro país. En todos lados uno aprende, pero la paranoia y estar lejos de casa hubiese sido distinto en lo personal. Estar cerca de la gente que te conoce desde chiquito le hace muy bien al deportista, porque son los que te mantienen en las buenas, pero también en las malas. Son los que te hacen sentir bien y te llenan de buena energía. Siempre es bueno volver a las raíces, son pilares fundamentales para rescatar en los momentos inolvidables como este”. Porque van solo un puñado de días desde el triunfo en el Morumbí. Pero para algunos adjetivos no se necesita la distancia temporal. Como para el histórico triunfo que logró Lanús el último miércoles, ante San Pablo, como visitante. Con gol agónico de Orsini, por supuesto.