Hasta los siete años, Nicolás Laprovittola nunca había tocado una pelota de básquet. En su familia se jugaba al fútbol y al voley. Pero la película Space Jam cambió todo. Después de ver a Michael Jordan mezclado con Bugs Bunny y otras estrellas de la NBA, Laprovittola empezó a buscar un club para imitar a los dibujos animados. «Fui al cine con un primo de mi vieja que era fanático de Bugs Bunny», cuenta el base de la Selección y de Joventut de Badalona. Fue el inicio de la carrera que lo llevó por Lituania, Brasil, Rusia, Estados Unidos y España. «Unos días después del cine, vi un pasacalle que invitaba a anotarse en Deportivo Morón –recuerda–. Fue la primera escuelita que me crucé. Al principio, no tenía ni idea. Jugaba con botines de fútbol. Ni sabía que había que llevar calzado especial. Después de ahí nunca más paré».
–Desde ahí pasaste por ocho equipos, aunque Joventut parece ser tu lugar. ¿Qué encontraste para estar entre los mejores de España?
–Antes de llegar a Badalona, estaba en el Zenit de Rusia y no era una buena experiencia. Estaba mal. Sumarme a un equipo con complicaciones con el descenso, y en una linda ciudad, me hizo muy bien. Sentirme importante y poder liderar un proyecto me ha hecho mejor jugador y me ha potenciado. Me dieron el control total del equipo y estoy muy contento.
–¿Cómo es ser el líder?
–Llegar a Badalona fue una segunda oportunidad. Es un equipo con menos nivel, menos nombres y jugadores, pero era dar un paso atrás para terminar yendo hacia adelante. Lo necesitaba. El equipo necesitaba a alguien que agarre el fierro caliente y no lo dudé. Hoy me siento más líder que nunca. Confían mucho en lo que hago. Me gusta y me divierto.
–¿El momento más complejo de tu carrera fue entre la salida de San Antonio Spurs y la llegada a Joventut?
–No fue bueno ni lo pasé bien, pero lo superé. Hoy me siento muy bien e intento mirar cómo me levanté. Tuve depresión y me sentí frustrado por no poder jugar y crecer. Estaba estancado.
–¿Cómo lo superaste?
–Trabajé con un psicólogo porque solo no podía. Necesitaba a alguien que me pudiera guiar en los momentos malos. Lo necesitaba para destrabar mi cabeza. Mi ego y mi autocrítica me machacaban mucho. Pensaba lo peor en lugar de mejorar. Hoy siento que voy para adelante, todo va bien, soy protagonista y puedo disfrutar.
–¿Te costó ir al psicólogo?
–Tenía varios prejuicios, rechazos a hablar y abrirme. Me convencieron. Y logré hablar de las cosas a cambiar, de las que hacía bien, y pude destrabar mi cabeza. Sentí un cambio grande en mí y en lo todo lo que me rodeaba. Estaba hundido y ahora estoy en un gran momento.
–¿Llegaste a pensar en largar todo?
–No largar porque tenía un contrato en Rusia, pero sí volver a empezar. Volver a la Argentina. Pensaba que capaz no servía. Me replanteaba muchas cosas. Por suerte después descarté esa locura y pude levantarme.
–¿Qué expectativas hay para el Mundial en China, donde van a enfrentar a Rusia, Corea del Sur y Nigeria en la primera fase?
–Es un lindo desafío. Es el primer torneo en el que nos vamos a medir con selecciones de peso como Australia o Estados Unidos. Esta camada necesita un torneo así. Estamos preparados. Tenemos que jugar de igual a igual, competir y ser el mejor equipo posible. El sorteo fue bueno pero hay que estar atentos. Este equipo puede dar que hablar y esperamos que se dé la sorpresa en China.
–¿Cuánto pesa ser el equipo posterior a la Generación Dorada?
–Queremos empezar a escribir nuestra historia. Tenemos que pensar en nosotros y no en las comparaciones. Somos la Selección Argentina con toda la historia que eso implica. Hoy hay un respeto mundialmente ganado. Por eso somos cabeza de serie. Hemos mantenido el respeto más allá de dónde nos puso la Generación Dorada. Tengo confianza: somos un equipo atrevido y con jugadores importantes.
–¿Te ves como estandarte del grupo?
–Soy feliz y me divierto en la cancha. Estoy en la Selección con amigos, nos llevamos muy bien y hay buena química. Es lindo competir con ellos y empujarnos. Creo que nos va a potenciar y a llevar a otro nivel.
–¿Qué dejó tu paso por la NBA?
–Me enseñó cómo se entrena, cómo se cuidan y cómo se vive en un equipo que es muy distinto a los de Europa. Es un mundo increíble. Pude vivir el día a día de Manu (Ginóbili), de (Kawhi) Leonard, de (Gregg) Popovich. Fue un gran aprendizaje. Nunca pensé que podía conocer ese mundo. Fue único y duró cuatro meses, lo que tenía que durar. Me fui conforme aunque me gustaría repetir. Siento que cumplí porque hice el trabajo que me pidieron.
–¿Cómo fue el día a día con Ginóbili?
–Increíble. Fueron los mejores días de mi carrera. Fue genial ver el respeto que genera Manu y cómo lidera un equipo de ese nivel donde todo es espectáculo y hay egos muy grandes. Es impactante.
–El jueves San Antonio retira la camiseta número 20.
–Sí, me encantaría ir pero no puedo porque estoy en plena competencia. De alguna forma lo voy a ver. Aunque sea tirado en la cama con streaming.
–¿Qué representa Ginóbili para el deporte argentino?
–Para mí es el número uno. Es el que mejor nos ha representado y tiene los valores para ser el mejor de todos. No lo dudo.