Hola, ¿cómo están?
En Qatar no hay perros. Los perros son animales impuros para el islam, lo dijo el profeta. Por eso no se escuchan sus ladridos por las noches. A las cuatro de la mañana, desde los distintos rincones de Doha llega el sonido obrero. Se escucha el trabajo de los soldadores, las mazas dando sus martillazos, algunas máquinas que se ponen en marcha, las grúas que se mueven. La ciudad que está en construcción permanente se despierta mientras nos vamos a dormir los que todavía vivimos en horarios argentinos. Los que se escuchan son los trabajadores de la construcción, los migrantes, los que hicieron este Mundial y los que siguen levantando edificios en Doha.
La labor diaria empieza de madrugada y se extiende en algunos casos a las 11 de la mañana, cuando el sol hace imposible trabajar al aire libre. Qatar 2022 abrió el debate sobre el futuro del trabajo en zonas de altas temperaturas. El Mundial abrió el camino a una nueva legislación laboral, el final de la Kafala, también otros horarios de descanso y mejores condiciones. No se trata sólo de la región, de Qatar, donde llegan a hacer 50 grados durante el verano, también es una problemática producto del calentamiento global. Hay un gran artículo que publicó la revista Time antes del inicio del Mundial. Está en inglés, pero el traductor de Google lo resuelve.
Esos trabajadores también paran cinco veces al día para rezar. Es el otro sonido del primer Mundial árabe, el llamado a la oración, la adhan, la voz del muecín que se escucha desde las torres levantadas en las mezquitas, los alminares. Entonces hacia ahí van lavándose primero la cara, los brazos, las manos, los pibes, lo que se llama wudu, y rezar hacia la Kaaba, la casa de Dios, la mezquita de la Meca. Está dentro de los cinco pilares del Islám, la fe, la oración, la limosna, el ayuno durante el Ramadán y la peregrinación a la Meca.
Por eso también en cada lugar hay un cuarto de rezo. En áreas de los trabajadores, en las rutas, sea en alguna estación de servicio o una zona inhóspita, y también en los estadios de fútbol. Los ocho estadios de Qatar 2022 tienen habitaciones para la oración, para hombres y para mujeres. Muchos partidos coincidieron con la hora del rezo. Así que fue muy común pasar por la puerta de esos cuartos y ver las calzados a un costado.
Pero en los estadios lo que se escucha es el otro sonido, el de los hinchas. Qatar 2022 ya no tiene a la barra japonesa con su aliento aprendido en Boedo o la Bombonera. Tampoco a los saudíes, que fueron siempre mayoría, con sus rugidos cuando su equipo tiene la pelota. Pero los saudíes ahora están con Marruecos, el único país árabe en los cuartos de final. Los marroquíes son otro ruido de este Mundial, su Maghred, Maghred, su canción a la amada Palestina. Hay ahí una fuerza árabe acumulada.
Pero el hit es de la Argentina. La canción Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar empujan los partidos de la selección pero suena en cualquier lado. Admito que como hincha de Racing me cuesta no cantar el traigan vino juega lacadé, que es lo que sale natural porque es lo que se canta en casa. Pero la hinchada argentina es insistente, te taladra la cabeza. Pasó lo mismo con el Brasil, decime qué se siente, al ritmo de Bad Moon Rising. Se repetía en cada esquina hasta hacerse insoportable. Porque apelaba a una nostalgia y apuntaba a una única rivalidad, a los brasileños, en el Mundial donde eran locales. Tampoco era gran cosa el Vamos, Argentina, sabés que yo te quiero, la que sonaba en Rusia 2018, un Mundial que para la selección tiene un recuerdo hostil.
Muchachos está tomada de La Mosca, pero sobre todo está tomada de las canchas argentinas y eso le da otro gusto cuando suena, una familiaridad futbolera que además celebra a Maradona, a su mito, y lo celebra a Lionel Messi. Y festeja un triunfo nuevo, el de esta generación. En Francia-Polonia, en el estadio Al Thumama, hubo un momento en que empezó a cantarse. Fue raro, pareció una confusión. ¿Quiénes cantaban? ¿Eran los franceses? Los polacos no, los polacos eran pocos y de canto moderado. Eran argentinos que tenían entradas por si el equipo salía segundo, y entonces sí, al final del partido apareció transparente.
Pero no la cantan sólo los argentinos. Amigos mexicanos que todavía siguen en Qatar, todavía dolidos por la eliminación, se les pegó. Y lo mejor es cuando la intentan los hinchas del resto de Asia. Amid, el guía pakistaní que nos lleva al desierto de Khor al Adaid, al sur del país, hasta el límite con Arabia Saudita, intenta cantarla. Repite el Muchaaachos mientras maneja, divertido, y repite Messi, Messi. Pero siempre vuelve al Muchaaachos. Es lo único que le sale y le sale bien. Y cuando escucha nuestra Ch se rie. Amid paró para rezar en medio del desierto. Dejó su auto en algo parecido a una estación de servicio, pidió que lo esperáramos, al bajar de la camioneta cumplió con el wudu, y entró a un cuarto. Volvió luego de la plegaria. Nos miró y nos dijo: “Muchaaachos”. Adhan es Aḏān y tiene su origen, su raíz árabe, en ḏn. Significa oir. El sonido de los trabajadores, el aviso del muecín, el ruido de los hinchas, el canto argentino en Qatar.
Hasta la próxima carta
AW