Pasado el mediodía, de lunes a viernes, decenas de jóvenes y padres y niños con el uniforme del colegio de Independiente bajan por Adolfo Alsina, doblan a la derecha en Ricardo Bochini y se alejan por Diego Milito, arteria que bordea el lateral sur del estadio de Racing, una de las vías de escape de un territorio intervenido en absoluto por el fútbol. Desde ahí, con un poco de esfuerzo, cada mañana se puede ver parte del entrenamiento del plantel que, desde agosto de este año, conduce Ricardo Zielinski.
Otros siguen por Alsina hasta Bartolomé Mitre, avenida principal que sirve de salida de la ciudad de Avellaneda hacia la Capital Federal, donde, en 500 metros, conviven las sedes de dos de los cinco grandes del fútbol argentino, distancia minúscula en otro contexto pero excesiva si se la compara con los 100 que hay entre los estadios.
Avellaneda, esta noche, a partir de las 20, volverá a quedar enfrentada en el Presidente Perón. Por primera vez en la historia, Racing e Independiente jugarán un clásico en la intersección de Bochini y Milito, dos de los máximos ídolos que se convirtieron en calles, kilómetro cero de ambos sentimientos.
Cordero pasó a ser Bochini en julio de 2007, 16 años después del retiro del extraordinario enganche, y una porción de Italia cedió su nombre a Diego Milito también en julio, pero de 2016, cuando el Príncipe ya había completado la faena de su idolatría y llevaba dos meses apartado de la práctica activa de fútbol. Poco después, el Cilindro fue el escenario de su fiesta de despedida, el último contacto sobre el césped donde conquistó dos títulos, lugar donde hoy Ricardo Zielinski y Gabriel Milito -entrenador de Independiente y hermano menor de Diego- jugarán más que un partido.
Cuando la fiesta del mayor de los Milito llegaba al final y la mayoría de los invitados estaba agrupada en el área grande que da a la tribuna que suele ocupar la Guardia Imperial, en el círculo central del Cilindro estaba el entrenador de Independiente con dos personas que lo escuchaban atentamente. No hacía falta oír la conversación. Con los gestos ampulosos de Gabriel, que agitaba sus manos hacia los laterales, se notaba que estaba hablando de fútbol. Es más: estaba hablando de su equipo. Unos pasos atrás, un importante dirigente de Racing se asomaba para tratar de pescar algún secreto del DT del Rojo, de encontrar alguna llave que le permitiera abrir el cofre de la felicidad que se pondrá en juego esta noche en Avellaneda.
Desde que pusieron el cartel que da a Bochini con el nombre de Milito, fueron varios los intentos que hubo por quitarlo del camino. En los últimos días, el apellido del ex futbolista académico fue tapado con pintura roja. Al cierre de esta nota todavía lo estaba. No es la primera vez: a la semana de la presentación ya se habían robado la placa, que fue repuesta en pocas horas. Sobre Colón nunca suele pasar nada, como si ese extremo estuviera fuera de la zona de riesgo. Las pintadas superpuestas y los nombres borrados son un mensaje frecuente en esa zona de frontera, donde también convive la rutina del barrio, que ya toma con naturalidad la vecindad futbolera.
Mientras que la mayoría de los hinchas de Independiente está en Avellaneda, el grueso de los de Racing proviene de Capital Federal y alrededores. Uno de los síntomas es evidente: el puente Pueyrredón, cuando juega la Academia, se transforma en un sitio intransitable, el cuento «La autopista del sur», de Julio Cortázar representado cada 15 días sobre el Riachuelo.
Cuando lo hace el Rojo, desde la ciudad brotan miles de simpatizantes que, en las proximidades al partido, confluyen en Alsina, por donde se ingresa al estadio Libertadores de América. Esta noche tendrán que juntarse en casas o bares: al Cilindro sólo podrán ir hinchas locales. El restaurante Pertutti, en Mitre y Sarmiento, a la vuelta del colegio de Racing, es, en estos casos, uno de los tantos refugios de la gente de Independiente. El dueño del lugar, Fabio Fernández, es hincha y participante activo dentro de la Comisión Directiva del club.
A las 20, según el pronóstico, Avellaneda tendrá una temperatura de 25º centígrados, que irá bajando apenas un poco hasta llegar a los 22º sobre el final del partido, apogeo del clásico de la ciudad. Podría, se cree, haber ráfagas de viento de unos 23 kilómetros por hora. Se sabe que sobre el terreno el clima estará un tanto más denso, producto de todo lo que estará en juego en el Presidente Perón. «