Sobre una pared blanca de durlock del gimnasio del Cenard hay un almanaque marcado con distintos colores. Están señalizados los principales torneos deportivos del 2023 y sirve como guía para ordenar cada etapa de preparación del año. También se puede ver un agregado a mano, un suceso extraordinario para el deporte argentino, una victoria que nunca se había logrado hasta el primero de abril pasado. «Mia Mainardi = campeona del mundo. Gracias», se lee. Mia, la ganadora de la medalla de oro en salto en el Mundial junior en Antalya (Turquía), pasa por delante del calendario seis días a la semana, de lunes a sábado, cada vez que hace su rutina de entrenamiento junto a Mariano Pochini, su entrenador. «Mucho tiempo de mi vida está vinculada a la gimnasia, es mi pasión y algo muy importante», cuenta. Once de sus 15 años -los cumplió el 17 de abril, por lo que todavía tenía 14 cuando se consagró- están relacionados a este deporte que hoy la tiene en un lugar histórico.
«Cómo me voy a olvidar», dice la estrofa de Los Auténticos Decadentes que sale a todo volumen de un parlante del gimnasio y tapa el golpeteo de la lluvia torrencial de una mañana de agosto. Nada que cambie la dinámica de Mia: con tormenta, ola de calor o frío, la atleta comienza el día a las 7, se entrena de 8 a 12.30, va a la escuela dentro del Cenard por la tarde y dos días a la semana hace doble turno. Suena La Familia Addams, la música de la serie con la que una deportista del Cenard ensaya sus movimientos de gimnasia rítmica.
Mia comenzó su vínculo con esta disciplina a los cuatro años. Los movimientos que hacía mientras esperaba a Laureana, su hermana mayor que practicaba en River, llamaron la atención de un entrenador, que la invitó a sumarse. Desde esos días, representa a River y Pochini es su entrenador hace ocho años. A los 9 empezó a ensayar los primeros saltos, esas acrobacias que dan vértigo solo de verlas. Fue un proceso de etapas, desde los movimientos más simples a las acciones más complejas. “Hay mucho proceso detrás del salto y de todo esto. Me llevó muchos días y hasta muchos años en algunos casos. Pero poder hacerlo en un Mundial fue increíble y muy importante”, dice la atleta que se colgó la medalla de oro en Antalya. “Tenía nervios, pero sabía que iba a saltar bien”, repasa Pochini sobre el momento de la consagración.
La histórica conquista en Turquía es la más importante para la Argentina en la categoría junior. Aunque Mainardi ya venía entregando señales de su capacidad en los últimos años. En 2022, había logrado tres medallas -dos de oro y una de plata- en los Juegos Sudamericanos de la Juventud de Rosario mientras que en el Panamericano de Gimnasia Artística de Río de Janeiro sumó dos de bronce. El Sudamericano de Cochabamba (Bolivia) y el Panamericano Juvenil de Guadalajara (México), ambos de 2021, también la tuvieron en el podio.
“En el momento que hago un salto no pienso en nada. Pero antes de que me llame la jueza, ponele, aparece todo: los nervios, que salga bien, que no me caiga, la ansiedad”, describe Mainardi sobre esos segundos en los que el cuerpo se despega del suelo y vuelve a aterrizar. “Es poco tiempo en el que se condensa todo el trabajo que hiciste. Pero peor es en los cien metros llanos, que son 10 segundos. Además, tenés mucha competencia. Si no te va bien en una, hay otras”, evalúa Pochini.
Su regreso al país después de ser campeona mundial en Turquía estuvo cargado de reconocimientos. River, club al que representa, le regaló una remera con la número 10 y su nombre en la espalda. Las y los atletas que participaron del mundial juvenil fueron homenajeados en el Cenard mientras que la Legislatura porteña le entregó una placa por su consagración en la competencia de salto. “La gente venía y me saludaba. Con algunas atletas del Enard nos habíamos ido de campamento y todas las chicas me saludaban, me pedían una foto y era un poco raro”, cuenta sobre la realidad que apareció una vez que se colgó la medalla de oro en el pecho.
Mainardi hoy cuenta con dos becas, una del Enard y otra de la Secretaría de Deportes. También recibe algunos apoyos especiales para algunas competencias puntuales. El acompañamiento fundamental es el que cuenta Pochini: “La gimnasia es la actividad central de su vida para ella, y también para su familia. La deportista de alto rendimiento llega a donde llega porque hay un trabajo de ella, de entrenadores y la familia, que hace lo que se llama el entrenamiento invisible”. A los 15 años, lo que viene para Mia es subir una categoría y poder aprovechar el impulso del título en Turquía para practicar con las mejores. Entrenarse en Europa, mirar de cerca a las grandes atletas y aprender al lado de ellas sería el mejor camino para mantenerse en la élite. “Ahora en la categoría mayor quiero llegar al Mundial o algo importante”, apunta unos minutos después de haber terminado otro entrenamiento.
“Esto es muy difícil”, se le escucha decir a otra deportista que practica unos movimientos en el centro de alto rendimiento de unos 115 mil metros cuadrados ubicado en Miguel B. Sánchez 1050, en Núñez. “Y sí, nadie dice que es fácil”, le responde su entrenadora, que marca unas correcciones y le dice que vuelva a intentar. “A este nivel, las deportistas necesitan un potencial físico determinado y capacidad psicológica. Siempre hay buenos y buenas deportistas, pero tienen que estar acompañados de constancia, perseverancia y sobreponerse a la adversidad”, enumera Pochini, que pasó la primera parte de su carrera como profesor de una escuela pública.
La música sigue sonando en el gimnasio del Cenard. Es el turno de No Te Va Gustar. La lluvia sigue inclemente. Mia se tiene que ir. Su agenda es milimétrica. No hay segundos para perder. Tiene tiempo para una ducha fugaz en el vestuario, llegar a la escuela y planificar su próximo gran salto.