Hace unos días, Mauricio Pellegrino miraba un documental. Era sobre el Vélez campeón de la Copa Libertadores 1994 que lo tuvo como uno de los cinco defensores elegidos por Carlos Bianchi para la vuelta ante San Pablo. En el Morumbí, hubo sufrimiento, una serie igualada por gol de Muller, más dramatismo por la expulsión de Raúl Cardozo, históricas atajadas de José Luis Chilavert y una definición infalible para Vélez. A Pellegrino lo atrapa otra imagen del documental, la de Roberto Pompei cuando clava el zurdazo al ángulo que sentencia los penales y sólo piensa una cosa: abrazar a Marcelo Gómez. «Se acordó de él porque llevaban toda una vida jugando juntos. Fijate lo que es compartir años y competir juntos. Es imposible entrenar que tengas afecto con el de al lado. La conexión no se entrena ni se consigue en seis meses», dice Pellegrino, ahora entrenador de Leganés de España, antes de Independiente, Estudiantes, Alavés y Southampton.
–¿Qué es ser entrenador?
–Sobre todo es ser un formador y un buscador de una idea común. Está al servicio de un grupo de jugadores para construir un equipo de fútbol que es lo más difícil y más bonito.
–¿Cuál es la faceta del juego más difícil de entrenar?
-La más compleja es la humana, más que el juego. Nosotros aprendemos un poco a comunicar y sobrellevar a un grupo. Debido al gran negocio que rodea al fútbol es algo que se ha ido debilitando y se perdieron cosas sencillas como tratar de conformar un equipo humano que se respete, que compitan juntos y se quieran. Al haber tanto movimiento de jugadores, futbolistas de diferentes culturas y etnias es muy difícil de lograr.
–¿Cuál es el aspecto que más te gusta?
–Ayudar a los jugadores a que puedan crecer a nivel individual dentro y fuera del campo. Ayudarlos a que aprendan a disfrutar de la profesión que es muy estresante y desde afuera hay una mirada relacionada al éxito y al dinero. Pero es una vida muy sacrificada. Por cada uno que llega a primera debe haber unos 5000 que quedaron en el camino. Ese chico que llega además viene de un proceso largo y arduo, cargado de presiones. Una de mis prioridades es que los chicos disfruten de la exigencia. Me encanta cuando es sana para aprender, para mejorar y para superarse. Pero la exigencia es desmedida cuando entra la ansiedad y el estrés.
–¿Sentís que lo lográs?
–Con algunos chicos no y otros sí. Nosotros luchamos contracorriente. Lo que necesitamos de un deporte de un equipo es todo lo contrario a lo que recibimos en los hogares, en la casa y en la sociedad. Necesitamos que colaboren, en dejar de ser uno mismo y ser el de al lado y aceptar los diferentes roles. Hoy prima el individualismo, ha tomado mucha fuerza. Si no ganás dinero no sos nada y es un sálvese quien pueda. El equipo necesita justamente lo opuesto.
–¿Cuánto tiene que ver el paso por el Barcelona en esta mirada?
–Me quedo con las personas más que con los clubes, más allá de que hablamos de un club modelo y que sostiene una idea futbolística. Es un club ideal. Pero no era el mismo que es hoy ni contaba con los mismos jugadores. Para mí fue descubrir lo que era el fútbol europeo en un equipo que jugaba a la Champions y que estaba entre los mejores. Fue abrir una puerta a nuevos conocimientos, experiencias, vivencias y conocer un montón de gente. Me permitió ir al Valencia que fue mi mejor etapa como jugador.
–¿Por qué ahora te inclinaste por Leganés?
–Es una de las mejores ligas del mundo y la conozco desde hace mucho. Leganés es un equipo que me permite competir en una liga en la que están los mejores de Europa. Es algo que me hace sentir que tengo que mejorar todo el tiempo.
–¿Por qué Leganés y no un equipo en Argentina?
–Volver a Estudiantes era una posibilidad, me junté con Agustín Alayes. Por equis circunstancia decidí venir acá. Tampoco es que tenía 30 ofertas, vamos a decir la verdad.
–¿Cómo se compite en una liga que suele ser de Barcelona o Real Madrid?
–Tratando de armar el mejor equipo posible y de ser competitivo en cada partido. En 38 jornadas, los mejores terminan arriba. En un deporte de equipo, casi siempre hay sorpresas y eso es la más lindo. No vamos a arrebatar el lugar del Barcelona o el Real Madrid, pero tal vez alguna sorpresa podemos dar.
–¿Por qué algunos entrenadores de tu generación prefieren estar en Europa antes que en Argentina?
–Puedo responder sólo por mí. Al final nos movemos por conveniencia. Porque por diferentes motivos y situaciones nos conviene estar en tal lugar.
–¿Hay algo expulsivo en el fútbol argentino?
–Tenemos un capital muy rico que debemos cuidar. Es un fútbol muy competitivo, tenemos un sentimiento y una cultura futbolística fenomenal y eso se traslada a los jóvenes. Además, contamos con uno de los mejores torneos de divisiones inferiores. Me encanta: desde los 12 a 19 años tienen una competencia como ningún lugar del mundo. Además, amamos el fútbol. Hay muchas cosas que generan una gran ilusión en el fútbol argentino y varios ejemplos de proyectos interesantes. Pero los clubes necesitan ayuda. Por ejemplo, los clubes de Argentina son como una pequeña fábrica de zapatos. Si dejás que compitan con los zapatos de otros mercados seguramente van a perder. En el caso de la Argentina, se nos llevan a nuestros jóvenes valores o quedan libres. Tenemos que generar alguna herramienta para proteger y cuidar a nuestro fútbol. No se puede competir con las mismas armas porque el poder económico del resto es muy grande. Hoy futbolistas y entrenadores tenemos 20 o 30 mercados con mejores presupuestos que el nuestro.