Durante el encierro forzado por la pandemia, Martina Dominici voló por Buenos Aires: se entrenaba en la terraza de la casa de su padre, en Belgrano, con el cielo como techo. Sin miedo a las caídas, Dominici es la única gimnasta argentina -hasta el momento- clasificada a los Juegos Olímpicos de Tokio. A los 19 años, acumula más de un centenar de medallas desde que comenzó a competir federada, a los diez, como representante del Círculo Gimnástico Norte de Vicente López y entrenada por Agustina Mignone. “Soy una gimnasta potente -se define, y explica-. Están las largas y altas, mejores en paralelas y vigas. Y estamos las más potentes, mejores en suelo y salto. En lo que mejor me va es en el All Round, la suma de los cuatro aparatos: paralelas, viga, suelo y salto”.
-¿Cómo es la rutina de entrenamiento?
-Por ahora estamos entrenando de lunes a sábado, de ocho a dos de la tarde, y después tenemos horas extra de gimnasio. Pero ya pudimos volver a entrenar normal. Entrenarse en la terraza fue bastante difícil. Sobre todo, porque se alargaba cada vez más. Le buscamos la manera de adaptarnos y entrenar en casa, con materiales de gimnasia. Pero era pesado entrenar sola.
-¿Por qué la gimnasia?
-Era un poco inquieta, me colgaba en los juegos de las plazas, y mi abuela Silvia me llevó al Círculo Gimnástico Norte, que queda cerca de mi casa. Al principio no entendía mucho, pero empecé y acá estoy. En este momento, es toda mi vida, y más ahora que clasifiqué a los Juegos. Nadie de mi familia hizo gimnasia. Me sirvió para bajar un poco, porque cada vez me cansaba más y no tenía tantas energías para otras cosas. Hubo un momento en que iba al colegio doble jornada y terminaba de entrenar a la noche y al otro día de vuelta lo mismo. Esos años fueron los más duros, no sé cómo hacía, y no sé si hoy lo podría hacer.
-La edad promedio de retiro de una gimnasta es de 23 años. ¿Cómo se madura de golpe?
-La carrera termina a corta edad, a pesar de que cada vez se alarga un poco más y hay gimnastas más grandes. Pero sí, tenés que ser muy responsable si realmente es lo que querés, acostumbrarte a una rutina, estar bien todos los días. Es madurar más temprano. Me costó. Es muy normal que las gimnastas tengan muchas crisis porque cuando vas creciendo, en la adolescencia, te das cuenta de muchas cosas, de que estás dejando todo por un deporte y sos bastante chica todavía.
-¿Cómo las atravesaste?
-Tuve varias crisis. Con la ayuda de mi entrenadora y de mi psicólogo pude seguir adelante. Sabía que era lo quería, a pesar de que hubo momentos difíciles. La gimnasia es muy dura. Son muchas horas todos los días, pero siempre supe que era lo que me gustaba y divertía, con lo que la pasaba bien. Así que seguí.
-¿La gimnasia artística es sólo un deporte?
-Es diferente a los otros deportes, no sólo una disciplina, sino también una parte de arte. Es lindo de ver los movimientos. Me encanta también peinarme, maquillarme, elegir la malla y la música, que en general son mezclas de estilo de diferentes canciones, de tangos y contemporáneos. Es lo que más me gusta.
-¿Existe la perfección?
-No. La gimnasia no tiene mucho que ver como era en la época de Nadia Comaneci, que sacó el primer diez en Montreal 76. Ahora ya no hay diez, sino que la puntuación depende de la dificultad que hagas, qué tan prolijo hagas los movimientos, de los requisitos. Cambiaron muchos ejercicios y los aparatos, que tienen más dificultad. Por ejemplo, las barras asimétricas están mucho más juntas. Y en salto, hay un caballete distinto.
-“Cuando hago los ejercicios, no pienso mucho porque me caigo”, dijiste.
-Cuando voy a competir, sobre todo, pienso que ya lo hice muchas veces y que es sólo hacerlo una vez más, porque ahí la cabeza y los nervios te juegan en contra. Pensar mucho las cosas te puede distraer, si lo pensás mucho le buscás mucha vuelta, si decís: “No, ¿cómo hacía esto?”. Es algo que ya sabés hacer.
-¿Cómo manejás la presión, los ojos en vos?
-Cuando era más chica, me afectaba un poco más, me sentía muy presionada porque me tenía que ir bien. Pasados los años y las experiencias, lo supe manejar mejor. Los nervios siempre van a estar, y más cuando esté en el estadio en Tokio, pero aprendí a controlarlos. Es parte del deporte, puede salir o no. Me relajo pasando tiempo con mis amigos y familia, porque en general por los torneos y concentraciones no puedo estar. Hice el CBC en la UBA y aún estoy viendo si empiezo Diseño Gráfico o Industrial. De chica siempre me gustó dibujar. Aún lo hago. Me sirve para distraerme de la gimnasia.
–En los últimos años, hubo denuncias de maltratos y abusos en la gimnasia en todo el mundo.
-Algo se sabía. Vi el documental Atleta A. Las gimnastas de Estados Unidos tenían miedo a los entrenadores, porque si decían algo las dejaban afuera del equipo, como que mejor era no hablar. Por eso está muy bueno que haya salido a la luz y todos se enteren y puedan ver lo que pasó. Tener a Agustina (Mignone) de entrenadora hace tantos años es una garantía. Son muchas horas en el gimnasio. Y siempre está para ayudarme en lo que necesite. Hay que saber acompañar porque somos chicas y hay que entender esa etapa.
-¿Cuál es el objetivo para Tokio?
-Entrar en la final, entre las 24 mejores. Va a ser todo un sueño desde el primer día. Fui a ver una de las finales en Río 2016, como espectadora, y fue increíble. Clasificar fue ya cumplir un objetivo. Y más porque en la gimnasia es difícil mantenerse de un Juego a otro por la edad y la exigencia. Después de Tokio pensaba aflojar un poco, entrenar más tranquila, fijarme los torneos que vienen y, como se atrasaron los Juegos y quedan tres años para París 2024, pensar si tengo ganas de mantenerme y seguir.