«Con el diario del lunes puedo decir que fue un punto de inflexión…».
Martín Rodríguez es uruguayo, se define como un «periodista que relata» y, cuando suelta esas palabras, no lo hace para recordar un gol al que le puso su voz y se hizo tendencia en las redes sociales. Tampoco, una noticia de impacto que presentó en MVD Noticias, el noticiero central que conduce por el canal de la intendencia de Montevideo. No, nada de eso.
En su storytelling, el «punto de inflexión» ocurrió cuando, en una entrevista realizada allá por mayo de 2015, reconoció ser gay. Aquella actitud partió los moldes del mundo del fútbol. Un espacio donde, cuenta casi diez años después de su confesión, «parece que no hubiera homosexuales, pero por supuesto que los hay». «El tema -remarca- es que nadie lo dice».
–¿Y qué te llevó a hacer pública tu homosexualidad? ¿Cuáles son los recuerdos que tenés de ese momento?
–Soy bastante racional y siempre supe, incluso desde antes de hablar con mi familia y amigos sobre mi orientación sexual, que cuando mis vínculos sociales y compañeros de trabajo empezaran a saberlo eso iba a empezar a circular. Las cosas trascienden rápido. Mucho antes de dar el paso en esa nota, entendí que en algún momento me iban a hacer la pregunta. Al final, llegó la propuesta de una entrevista que me garantizaba seriedad y me permitía no sólo visibilizar mi historia, sino también de reflexionar sobre cómo nos relacionamos con la diversidad sexo-genérica. Dije que sí y la verdad es que fue muy movilizador. Eso hizo que mi situación pasara a otra dimensión. De todos los mensajes que recibí, sólo uno me puteó. Así que imaginate…
–Desde esa entrevista hasta hoy, ¿se te acercó algún futbolista o técnico para respaldarte por tu actitud o preguntarte del tema? ¿O más bien se evitó hablar?
–No, fue «de esto mejor no hablemos». Capaz que hubo algún gesto de un colega, pero puede ser que pierda detalles. Al menos a nivel de jugadores y técnicos, no se acercó nadie. Vale decir, igual, que en aquel momento no era, ni lo soy ahora, uno de los periodistas deportivos más conocidos de Uruguay. Pero la frase «de esto no se habla» es la que mejor resume todo. En líneas generales, los colegas tienden a no hablar conmigo de estas cuestiones. Hay una suerte de pacto de silencio. A veces, los pactos de silencio facilitan el tránsito en una situación que puede generar incomodidades, pero también hablan de todo lo que nos falta por resolver en este caso o en otros.
–Decías antes que en el mundo del fútbol hay homosexuales, pero nadie admite en público esa orientación. ¿Por qué creés que eligen el silencio? ¿Qué está faltando para que se animen a hablar?
-En general, el fútbol cae asociado a una práctica esencialmente masculina. En un tiempo las mujeres quizás ni lo miraban y con los años pasaron a hacerlo, y mucho después a jugarlo. Me parece que se fue construyendo un discurso muy asociado al machismo y eso se volvió casi norma escrita en los clubes y los lugares donde se desarrolla el fútbol. Incluso, se fueron extendiendo conceptos del mundo bélico. Todo eso generó una serie de pautas duras, muy reaccionarias, que hacen que cualquier persona que tiene una característica que no se condice con esa exigencia, no lo diga. Porque después te puede tirar una tribuna en contra y te van a decir puto. Cuántas veces escuché comentaristas que dicen «parecemos un equipo de maricas»…
El currículum de Martín Rodríguez devuelve, en otros datos, que su estreno en el relato futbolero fue en 2003. Un partido entre Defensor y Liverpool, en el estadio Centenario, por la Liguilla del torneo uruguayo. «Como suele pasar, fue casi por accidente. En esa época estudiaba periodismo deportivo y necesitaban un relator para una transmisión llamada 13 a 0, que acá planteó una forma de comunicación distinta en el deporte», recuerda. Desde 2015 hasta 2022, su voz se escuchó también en partidos transmitidos por DirecTV. Esos tiempos, que incluyeron coberturas la Copa América y la Copa Sudamericana, lo llevaron a los Mundiales de Rusia y Qatar, dos países donde la homosexualidad es rechazada y hasta penada con cárcel.
–¿Cómo viviste esas experiencias?
–Fui sabiendo que eran lugares en los que, si yo tenía la intención de vivir en libertad o mostrarme en público como una persona homosexual, podía llegar a tener problemas. De antemano sabía que eso era así y acepté ir. Desarrollé una conducta adaptada a una circunstancia que podía eventualmente ser hostil. Pero también me parece importante mencionar algo: en los países que reciben Mundiales, como Rusia y Qatar, las cosas se cuidan un poco más durante ese mes, por lo menos en los espacios de convivencia. El problema está en lo que pasa de las puertas de las casas para adentro y, en última instancia, en lo que va a volver a suceder en las calles a partir del día posterior a la final. Yo no tuve ninguna dificultad, aunque esto también se debió, en parte, a que un Mundial es un contrato de un mes entre la FIFA y un Estado al que se le piden determinadas condiciones para que no haya grandes escándalos y se puede hacer el negocio. También sepamos eso.
–Cuando vas a la cancha a relatar y uno de los cantos más comunes de los hinchas es «a estos putos les tenemos ganar», ¿cuál es tu reacción? ¿Tratás de generarte un mecanismo de autodefensa?
–A veces trato de poner en palabras algún reparo o crítica ante eso, pero lo vivo con resignación, sabiendo que el cambio es muy lento. Creo que hay como un callo social. Se impuso la idea de que, si es en la tribuna de un estadio, vale decirlo porque es parte del folclore. Y es una idea que no comparto. Me parece que el folclore del fútbol pasa por otros lugares que pueden incluir una broma o un chiste, pero de ninguna manera debe pasar el límite de violar los Derechos Humanos o hacer apología del delito o discursos odiantes. En el fútbol, el cambio social siempre llega más tarde. Siempre llega con mucho rezago.