Hombres que no quieren ceder la bolsa en los gimnasios, que se niegan a pelear con ella como sparring, que le dicen que cambie los guantes de boxeo por los de cocina, que le hablan con la mirada. Hombres que aceptan guantear pero que la lastiman con saña. Marcela “La Tigresa” Acuña vivenció situaciones así en sus comienzos, antes de que fuese la licencia número uno del boxeo femenino en la Argentina, en 2001. Veinte años más tarde, a los 44 y después de dos años y cuatro meses de inactividad, la Tigresa formoseña volverá a subirse a un ring el 25 de septiembre ante Natalia Alderete en Concordia, Entre Ríos. Única argentina campeona del mundo en las cuatro principales entidades -supergallo de la Asociación, Consejo, Organización y Federación-, y actual campeona “en receso” de la FIB, Acuña habla de la lucha como mujer, de la pasión por el boxeo, de su experiencia política -concejala por el peronismo en Tres de Febrero entre 2009 y 2017-, del retiro inminente en noviembre en el mítico Luna Park y del día después de ser boxeadora.
-¿Qué es el boxeo?
-Mi pura pasión, la que tengo hace más de 20 años, la que me da ganas de vivir y seguir. Todavía tengo mucho por hacer, quiero batir mi propio récord, quiero sentirme satisfecha conmigo misma, más allá de lo que opine la gente. Nunca me preocuparon las opiniones de los demás y las críticas. Si fuera por eso, nunca hubiera pisado un ring. Soy campeona “en receso” pero quiero retirarme con toda la gloria. La pelea del 25 es una preparación, una previa para ver dónde estoy. La única manera de saberlo es haciendo una pelea. Soy profesional y no voy a ir directo al título.
-Empezaste en el boxeo para aprender a defenderte, dijiste. ¿De qué?
-En el inicio, consideraba que era importante aprender a defenderme como mujer para poder sentirme bien, fuerte y segura. Era re chica y ya tenía esa mentalidad transgresora de que la mujer debía imponerse en lo que quisiera. No por nada me puse en pareja de muy joven, tuve mis hijos… Hice todo lo que no debería haber hecho: tener un bebé en la provincia de Formosa a los 16 años, estar en concubinato con un hombre 22 años mayor. Siempre fui contra la corriente, o contra algunas creencias culturales, porque mis creencias y sentires eran totalmente diferentes. No me equivoqué en nada de lo que hice, porque transgredí y no me equivoqué. Sigo estando con la persona que elegí, tengo dos hijos, logramos la reglamentación del boxeo y sigo vigente como boxeadora.
-¿Cuántos obstáculos y resistencias atravesaste en el camino?
-Infinidad. Pasaba un examen y tenía otro, hasta que se estabilizó todo y pasé de blanco de críticas a blanco de alabanzas. Mi lucha fue más abajo que arriba del ring. Con la sociedad, con colegas, con los medios, que hasta hoy no lo aceptaban y debemos seguir peleando por el espacio. Desde la reglamentación en 2001, el boxeo argentino tuvo 32 campeonas mundiales. Es único en el mundo. Y desde hace dos años, el 25 de marzo celebramos el Día de la Mujer Boxeadora. Ahora no dicen que la mujer no puede boxear: dicen que el boxeo femenino no es interesante, que no atrae, que económicamente no pueden tener la misma paga, que es más fácil llegar, y yo difiero: estamos en las mismas entidades que los hombres, nos entrenamos igual, y las mujeres crecieron técnicamente de una forma increíble. Antes éramos pura adrenalina y agresividad, pero eso cambió. Ya no hay diferencia entre la técnica de una boxeadora y un boxeador.
-¿Qué sigue?
-La aceptación de que las mujeres nos hemos superado demasiado. En Argentina, y hace bastante tiempo, hay un solo campeón mundial hombre (Brian Castaño). Dentro de la Federación Argentina de Box hay un área de la mujer, y hay promotoras, cronometristas, entrenadoras, árbitras. Antes sólo había hombres. Pero lo que falta es mujeres en la toma de decisiones dirigenciales. Área de la mujer tiene cualquier institución. Que una mujer gane menos dinero en el boxeo es algo que se estipuló desde el comienzo, y lo estipularon los hombres. Muchos dicen que es porque peleamos menos, a dos minutos por round, pero eso lo decidieron los médicos y si bien hubo intentos de cambiarlo, la convalidación quedó en la nada.
-¿Las boxeadoras resisten más, ya que hay menos nocauts?
-¿Qué está primero? ¿El huevo o la gallina? Se puede decir que sí, pero el otro lado va a decir que la mujer tiene menos potencia. Como mujer puedo decir: “Sí, soy súper resistente”. Pero también está el otro lado que piensa que tenemos menos pegada. Es un tema de estudio. En mi carrera, en 58 peleas, perdí una sola vez por nocaut, y encima por nocaut técnico, por una mano al hígado. Nunca me noquearon. Puedo decir que las mujeres somos más resistentes, pero no lo sé, porque de 49 triunfos, tengo 20 por nocaut.
-¿Qué aprendiste con las derrotas?
-Experiencia. Supe por dónde no era el camino, cuál no era la forma, qué detectar que hice mal. Eso te hace crecer. Si todo el mundo te dice que sos re linda y te mirás al espejo y sos fea, ¿cómo te das cuenta quién te mira en realidad? ¿Y si nadie te está mirando? Cuando uno empieza a perder hay que saber el porqué y tener mea culpa, primero y principal. Arriba del ring, ver si los errores fueron tácticos o físicos. Si antes de la pelea estudié bien o subestimé a mi rival. Abajo, se aprende de todo, de las críticas constructivas y de las destructivas. Saber en quién confiar y en quién no, de qué manera abrirte o cerrarte puertas. Si no hubiese cambiado mi forma de pelear en un momento me hubieran ganado. Pero no me encontraron la vuelta. No todos toman a las derrotas como un aprendizaje. Algunos piensan que se les acaba el mundo o deciden hacer cosas menos peligrosas. Si te derrumbás con los primeros errores no vas a cumplir el verdadero objetivo. Nadie logra sus objetivos en los primeros intentos, y si lo logra, es más suerte.
-¿Por qué incursionaste en política?
-Siempre me gustó el trabajo social. Empecé con pequeñeces y terminé en un Concejo Deliberante. Y tuve que aprender, no fue fácil meterme desde el deporte en la política. Pero no fue imposible, fue un desafío, prueba y error. Nunca me fui de la política, sigo militando, acompañando. No ocupo más un cargo público pero siempre estoy con los compañeros. Aprendí a no hacer todo al mismo tiempo, porque quiero hacer todo a la perfección. Ahora sé elegir prioridades, como terminar mi carrera de abogacía.
-¿Qué es el peronismo?
-Mi abuelo, Ramón Caríssimo, fue el presidente del Partido Justicialista en Formosa. Lo mío viene desde la cuna. Siempre, en las reuniones de fin de semana con la familia, se habló del peronismo. Y cuando en 1999 me vine a vivir a Buenos Aires, la política me golpeó la puerta, no podía huir. Pensé que todo estaba mejor encaminado, pero la realidad fue otra en las PASO legislativas. No dudo de que se pueda remontar la situación. No se están preocupando, sino ocupando. Es lo que debe ocurrir. Cualquiera se puede preocupar, pero el asunto es ocuparse. Eso hace el peronismo. Y, por sobre todas las cosas, tiene que ocuparse de la economía. Venimos de una situación de mal a peor, sumada la pandemia. Hay que buscarle la vuelta a la economía. Arreglando la economía se arregla en parte todo lo demás, o empieza a surgir todo lo demás, como el trabajo y la seguridad. Trabajé con todos los peronistas, y siempre voy a estar con el peronismo.
-¿Le vas a ganar “la batalla al reloj biológico”?
-Obviamente, y voy a ser la campeona más longeva de la Argentina. Porque después de la pelea de ahora va a haber una muy importante en noviembre, en el Luna Park y con público, por el título FIB. Voy a convalidar el título de campeona “en receso” después de tanto tiempo inactiva, y lo voy a hacer donde empezó todo, donde logré mi primer título mundial, en 2003. Voy a ganar el último título en el Luna Park.
-¿Y te retirás?
-No sé lo que voy a hacer, lo que me depara el destino. No es un secreto.
-¿Le tenés miedo al después de ser boxeadora?
-Miedo, no, porque me estoy preparando. Miedo tendría si no supiera qué voy a hacer después. Estoy estudiando coaching deportivo y pienso el año que viene estudiar periodismo deportivo. Sé hacia dónde apunto. Se tiene miedo si de un día para el otro cuelgo los guantes y no sé qué hacer de mi vida. Eso sí es complicado. Se encuentra con que le sobra el tiempo, el día tiene 30 horas, se siente vacío, sin saber para dónde encarar. Me retiré dos veces y volví porque no me había encaminado bien. Era más joven y sentía que tenía por hacer. Hoy si me retiro no puedo volver. Si no tenés programado el después del retiro se te viene la angustia y la depresión, porque seguís siendo joven, con mucho más para dar y no sabés dónde volcarlo. Hay mucha gente que se deprime después de retirarse como deportista. Para que no me ocurra, me tengo que retirar yo, no por el qué dirán. “Ah, La Tigresa ya está vieja y se tiene que retirar”. Si no me siento así, no me voy a retirar. Aunque en un momento me tengo que retirar.
-¿Cómo te recordarán?
-De la única forma que quiero que me recuerden es como una mujer que luchó por los derechos de otras mujeres y que logró cosas a pesar de la adversidad. Así, pero no sé cómo me recordarán. Mi promotor me dijo años atrás, cuando jodía con el retiro: “Vas a subir al ring con tus nietos”. Ahora tengo dos, Catalina, de ocho años, y Alma, de cuatro, y voy a seguir subiendo al ring. Esto no es sólo un trabajo, un deporte: es mi pasión.