Dos veces en una misma semana, Mauricio Macri mencionó el caño de Juan Román Riquelme a Mario Yepes como una rabona. Lo hizo durante la presentación de la candidatura de Andrés Ibarra a la presidencia de Boca en el Yacht Club de Puerto Madero, una sede sin ninguna identidad xeneize, donde anunció que él irá en la fórmula como vice. Unos días después reiteró lo de la “rabona” en una entrevista con el canal TyC Sports. Si la primera vez pareció que se trataba de un furcio torpe -la confusión entre una rabona y un caño, algo tan identificable y tan diferente para cualquier futbolero- el segundo tropiezo abrió la lectura de que quizá lo haya hecho a propósito. Una forma de destrato al talento del ídolo.
Fueron los primeros pasos de la campaña hacia las elecciones en Boca del 2 de diciembre que tendrán una pulseada directa entre Riquelme y Macri. Lo que empezó con el Topo Gigio una noche en la Bombonera ahora se juega en las urnas. En aquellos tiempos, cuando Román era jugador, existían otras formas de destrato. Román sabía que en las conversaciones privadas Macri y sus dirigentes más cercanos lo llamaban “el negro”. Por eso el ahora vicepresidente de Boca repite seguido que él nunca fue empleado de ellos.
Macri decidió jugar fuerte para recuperar su territorio en el club que lo llevó a ser conocido más allá de sus negocios con las empresas del padre y las apariciones en revistas del jet set. Fue su trampolín a la Ciudad y luego a la presidencia del país. Entre el balotaje de este domingo y las elecciones en Boca define su futuro como dirigente. En el país y en el club. Es imposible no pensar ambas elecciones de la mano. Riquelme es amigo de Sergio Massa y aunque dijo que ya sabe cuál será su voto no lo hizo explícito. Cualquiera lo puede imaginar.
Del otro lado todo es amarillo con trazos violetas. La nómina que encabeza Ibarra, su ex ministro de Modernización, tiene el sello del PRO y de la nueva apuesta de Macri, La Libertad Avanza. Entre distintos nombres, está Francisco Quintana, vicepresidente del Consejo de la Magistratura; Edgardo Alifraco, legislador porteño electo por la ultraderecha; Javier Medín, que formó parte de la intervención macrista en la AFA, y Raúl Ríos, que vuelve a tener una oportunidad luego de que fuera jefe de la Agencia Gubernamental de Control porteña durante el gobierno de Macri en la Ciudad.
Ríos tiene una historia que ayuda también a pensar el presente. En 2010, tuvo que renunciar a su cargo después del derrumbe de un gimnasio en Villa Urquiza que terminó con tres muertos y una decena de heridos. Mientras los rescatistas sacaban a quienes seguían atrapados entre los escombros, Ríos, que era el responsable máximo de las inspecciones, estaba votando contra la renovación del contrato de Riquelme.
Esa Agencia Gubernamental de Control es la misma que esta semana clausuró la Bombonera bajo el argumento de un exceso de aforo en el partido de la Argentina con Uruguay. El club hizo una presentación en la que demostró que no se había superado la capacidad aunque una mala distribución hizo que algunos sectores se vieran superpoblados. La clausura se levantó a las pocas horas. En un comunicado, Boca sostuvo que hay “animosidad contra la institución”. El abogado del club, Sebastián Rodríguez, amplió en una entrevista con el Canal de Boca: «No nos queda otra que pensar que sigue habiendo una persecución”.
Esa medida la relacionan con la causa por supuesta reventa de entradas contra Cristian Riquelme, hermano del vicepresidente, cuya investigación está a cargo de la fiscal Celsa Ramírez. “Tiene un problema con mi familia”, le dijo Riquelme a Jorge Rial durante una extensa charla. Contó sobre un auto de civil que siguió y paró a su hermano y de escuchas. La fiscal respondió que son medidas que se ajustan a derecho. Pero en el oficialismo no dejan de ver ahí la mano del macrismo en la justicia porteña. Lo mismo con la información que circuló sobre las impugnaciones a las agrupaciones que conforman el frente que lleva a Riquelme de candidato.
Alrededor de Riquelme creen que no terminó. La palabra que repiten es “carpetazo”. ¿Sobre qué? Nadie sabe. «No soy borracho, ni drogadicto, ni timbero. Tengo dos vicios: el mate y el asado», repite Riquelme. Y puso, como otras veces, el foco en lo que se juega el 2 de diciembre: “¿Querés seguir siendo un club de fútbol o querés que te usen el club para hacer política?”.
Los movimientos de Macri empujaron a Riquelme a encabezar la lista. Se dio vuelta la fórmula de 2019, donde Jorge Amor Ameal fue como candidato a presidente. Ahora va como vice. Esa relación tuvo que recomponerse también ante el armado opositor. Macri juega todas sus cartas. En medio de la campaña por el balotaje volvió a poner sobre la mesa -también lo hizo su candidato Javier Milei- la discusión sobre las sociedades anónimas. El rechazo de los clubes fue absoluto. Pero Macri lleva esa obsesión del fútbol privado desde hace tres décadas. También para eso quiere volver a Boca.