“A Evita le debemos nuestro club, por eso le guardamos gratitud”. Así comenzaba la marcha de los campeonatos infantiles que se disputaron durante los años peronistas –entre 1948 y 1955– y que llevaban el nombre de Eva Duarte de Perón. Durante aquellos años, cuenta Matías Cañueto en Los clubes de barrio en la Argentina, estas instituciones tuvieron su época de auge gracias a las políticas de promoción y desarrollo del deporte.
El Club Cultural y Deportivo 17 de Agosto, ubicado en Villa Pueyrredón, nació como la mayoría de los clubes de barrio de esa época: a partir de un grupo de jóvenes que habían formado un equipo de fútbol y luego creaban un club con diferentes disciplinas. Hasta el golpe de Estado de 1955, con la autodenominada Revolución Libertadora –y redefinida por Rodolfo Walsh como «Fusiladora»– el club se llamó Club Cultural y Deportivo 17 de Octubre, identidad que los militares obligaron a cambiar.
“Mucha gente del club no conoce la verdadera historia”, confesó hace algún tiempo Franco Plescia, coordinador de la escuelita de futsal en 17 de Agosto. Plescia es el nieto de Juan Carlos Franzoni, quien junto a otros dos adolescentes de 17 años fundó en 1949 un equipo de fútbol llamado Defensores Argentinos. Ángel Santín, otro de los cofundadores, era el hijo de Isaías, un integrante de la Confederación General del Trabajo (CGT). Y fue él quien le pidió a su padre –aliado de Evita– si podía promover la construcción de un club en los terrenos baldíos ubicados sobre la avenida Albarellos y que aquellos chicos usaban como potrero. El resultado se dio dos años después, en 1951, cuando se inauguró la sede del entonces Club Cultural y Deportivo 17 de Octubre.
Con más de seis mil socios, se convirtió en sus primeros años en el club más importante de la zona. “Era un club para toda la familia. Cada uno tenía su actividad. Había mucha vida social y cultural. Hoy más bien es un club deportivo”, cuenta Andrés Sanguinetti, secretario del club. Además de fútbol y básquet, también había pelota al cesto, gimnasia con aparatos, lucha grecorromana, lucha libre, bochas, pesas, pelota a paleta y un grupo de teatro.
Si bien hoy el futsal es la principal actividad del club –17 de Agosto es cuna de dos subcampeones del mundo, el capitán Pablo Taborda y el goleador Kevin Arrieta– durante la década del ’50 lo fue el básquet, disciplina que creció en popularidad durante aquellos años después de que la Argentina fuera la sede del primer mundial de básquet de la historia, en 1950, y nuestro país le ganara la final a Estados Unidos.
Del básquet surgió el clásico de barrio 17 de Agosto-Pinocho, dos clubes separados por la Avenida de los Constituyentes, y que más tarde se trasladaría al futsal. “Más allá de la vecindad, nosotros para ellos y otros clubes éramos los negros, los peronchos, los obreros de la Grafa. La pica viene también por ahí”, cuenta Plescia.
Tras el golpe de Estado de 1955, una brigada militar entró a punta de pistola a una reunión de comisión directiva a exigir cambiar el nombre. Desde ese entonces, el club pasó a llamarse –hasta hoy– Club Cultural y Deportivo 17 de Agosto. “No hay ninguna placa con el nombre anterior. No hay copias de los estatutos con ese nombre. No hay registros escritos de aquellos años. Todo se lo llevó la Revolución Libertadora”, dice Sanguinetti.
El poco registro que queda es el fotográfico y, posiblemente, el escudo del club con tintes del escudo del Partido Justicialista. Plescia guarda algunas imágenes de los primeros equipos de fútbol y de la vieja fachada del club donde se lee: “Perón y Evita. Símbolos de la patria”.
Durante los años que duró el gobierno de facto, se llevó adelante lo que se dio a conocer como “genocidio deportivo”. Cañueto explica: “Se vino a terminar con toda una época y una camada de deportistas que habían brillado en la década precedente”. Y los clubes de barrio –como organizaciones populares donde se manifestaban no sólo expresiones artísticas y deportivas sino también discusiones políticas– también fueron intervenidos. Estas instituciones eran espacios que representaban la identidad de los barrios. En el caso de 17 de Agosto, el club se armó alrededor de los miles de obreros que trabajaban en la empresa textil Grafa, que entonces funcionaba todo el día en tres turnos de ocho horas.
Cuenta una gacetilla del barrio Villa Pueyrredón que durante aquellos años la situación del club se complicó debido a sus orígenes, a tal punto que se llegó a rematar judicialmente las instalaciones. “Tengo grabado en mis retinas el triste recuerdo de las banderas rojas cruzando el frente de nuestro club con la leyenda ‘remate judicial’. La sede donde se realizaría el remate se pobló de socios de nuestro club, los cuales lograron comprarlo a precio de base con la ayuda impensada de parte del martillero, quien fue llevado en andas, entre las lágrimas y la euforia de los allí presentes”, recordó tiempo atrás Ángel Santín en la gacetilla del barrio.
Los problemas edilicios volvieron a aparecer en la década del ’90 con varios juicios millonarios en contra del club. Para pagar los costos, se perdió el terreno del quincho, la cancha de tenis y el estadio de bochas que ocupaba un predio importante junto a la calle Nazca. En el 2017, las instalaciones también estuvieron al borde de la quiebra por un juicio laboral millonario que se pagó –una vez más– gracias a la ayuda de los socios y algunas empresas.
«Nosotros no tuvimos delincuencia infantil porque en Buenos Aires más de cinco mil muchachos tenían su club, se crearon 90 clubes de barrios donde tenían cancha de fútbol, boxeo, gimnasia y todas las actividades deportivas», dijo Perón.
La Revolución Libertadora los atacó como símbolos del peronismo, pero los vecinos y los socios los mantuvieron a pie porque, como confiesa hoy Sanguinetti sobre 17 de Agosto, “el espíritu actual del club es seguir siendo un lugar de contención de chicos y adolescentes para que puedan dejar la calle y sus peligros, así también como la tecnología por unas horas para desarrollar la pertenencia a un grupo deportivo o social”. «