Si el deporte es una de las razones más hermosas para jugar, entender o sobrellevar nuestros días, el guionista y dramaturgo Alejandro Turner agrega, acaso sin proponérselo, otra máxima: “Las camisetas también cuentan una historia”. Y se explaya: “Si agarrás las remeras que se usaron en el Mundial de 1938, y ves los detalles, te decís ‘esto no está bien, el mundo está hecho mierda’. La de Alemania tenía la esvástica, la de Italia mostraba el hacha de los fascistas y otros países jugaban con escudos o cruces. Las camisetas revelan un momento del fútbol y del mundo, también las de la actualidad, más proclives al marketing”, agrega uno de los cinco autores de “Atlas mundial de camisetas”, un libro de reciente publicación que, ya en efervescencia cresciente para Qatar 2022, recorre los colores de las selecciones masculinas en la historia del fútbol y pone lógica y especial atención en los 21 Mundiales realizados entre 1930 y 2018.
Tantos autores –Cune Molinero, Turner, Pablo Aro Geraldes, Agustín Martínez y Sebastián Gándara- no suelen ser habituales pero en este caso eran necesarios para emprender una obra fuera de lo común: por primera vez un libro recopiló, con un diseño estelar y minucioso a cargo del ilustrador Pablo Engel, alrededor de 1.400 camisetas.
En “Atlas” pueden recorrerse las clásicas -las de Argentina, Italia, Brasil, Francia o el resto de las potencias-, las de todos los países que participaron en las Copas del Mundo –por ejemplo Zaire en 1974, que usó tres modelos distintos en sus tres únicos partidos, o Inglaterra en 1970, que jugó de blanco, celeste y rojo-, las de las selecciones que ya se evaparon –Alemania Democrática, Checoslovaquia o Vietnam del Norte y Vietnam del Sur-, las de los países que cambiaron de nombre –República Jemer, Birmania o Indias Orientales Neerlandesas-, la de los países que esperan el aval de la FIFA para sumarse al mundo del fútbol –Palau-, las de las naciones sin Estado que compiten por fuera de la FIFA –Kurdistán- y las curiosidades que llamarán la atención en un asado entre amigos, como que Brasil jugó con la camiseta de Boca en la Copa América 1937, que Perú usó la de San Lorenzo ese mismo torneo, que Venezuela debutó en los Sudamericanos vestido con la indumentaria de Peñarol y que, ya más sabido, que Francia jugó con la de Kimberley de Mar del Plata en el Mundial 78.
“La idea surgió casi por decantación de un libro anterior pero sólo referido al fútbol argentino, ‘Atlas de camisetas’”, explica Cune Molinero, productor audiovisual y periodista. “Le fue bien, tuvo tres ediciones y pegó mucho para la lectura conjunta entre padres e hijos. Desde entonces pensamos en hacer un atlas mundial: hay algunos libros en otros países sobre el tema pero, sin desmerecer esos trabajos, queríamos presentar un trabajo exhautivo, obsesivo. Y para eso contamos con un ilustrador dispusto a corregir hasta el cuello de una camiseta de hace 80 años”.
Si Molinero y Turner ya habían hecho “Atlas de camisetas” –y también “El último Mundial, un recorrido por Italia 90”, en este caso sumaron más sabuesos –Martínez, Gándara y Aro Geraldes- en búsqueda del detalle perdido de cualquier prenda de selección. Uno de ellos, Aro Geraldes, lidera una vieja fascinación con el tema: en 2018 completó su colección de las camisetas de las 211 selecciones afiliadas a la FIFA. Pero no sólo eso: “Tengo 35.000 fotos de selecciones desde 1872, y entre los cinco autores del libro, las revisamos todas. Uno de los desafíos fue la precisión en los colores de camisetas de la década del 20, que sólo se ven en blanco y negro. Para eso consultamos a un especialista alemán en distorsión ortocromática que estudió los pigmentos de las películas en los años 30. Había tonos que salían distintos al saltar al blanco y negro: el amarillo, por ejemplo, salía más oscuro que el azul”, explica.
Aro Geraldes tiene precisiones pero también enigmas: “Me gusta la historia de Zaire en 1974, que después de perder 9-0 con Yugoslavia, con una camiseta genérica, sin marca visible, se convirtió en la sensación del Mundial. Tenía que jugar el último partido contra Brasil y todos pensaban que sería otra goleada, entonces Adidas hizo un acuerdo con Zaire y le fabricó una camiseta para ese partido que se convirtió en legendaria. Lo que nunca supimos es por qué Irak jugó el Mundial 86 con modelos genéricos azul y amarillos, si siempre antes y después había jugado y jugaría de verde y blanco”.
Detrás del trabajo minucioso queda lo subjetivo. «Mi favorita es la de Bolivia en el debut de 1930 contra Yugoslavia. Era blanca y cada uno de los once jugadores tenían bordada una letra negra en el pecho. Cuando formaron para la foto se podía leer ‘VIVA URUGUAY'», dice Gándara, uno de los autores. «La mía es la de Argentina azul del Mundial de Estados Unidos», prefiere Martínez, otro de los investigadores. “Para mí, las más lindas son las de los países socialistas, como la de Hungría en 1954”, agrega Cune Molinero. “La de Holanda del 74”, elige Turner, siempre atento a las cuestiones históricas: “Hay tradiciones que son previas a las banderas y las camisetas, como las monarquías. Holanda juega de naranja e Italia de azul por sus casas reales”, y termina de quedar en claro que el fútbol también enseña, en este caso a través de las camisetas.