Las fechas FIFA suelen despertar abstinencia de fútbol para los hinchas. Es cierto, en el medio hay una selección campeona del mundo y bicampeona de América que el jueves empató 1-1 ante Venezuela y este martes recibirá a Bolivia en el Monumental por el largo camino a la Copa del Mundo 2026 –casi más una gira de despedida de Lionel Messi que unas Eliminatorias Sudamericanas–, pero la interrupción de la Liga Profesional produce sed de partidos para los más fanáticos. Y sin embargo, aunque no se trata de la AFA ni de los clubes más convocantes, este fin de semana se celebra un ritual mágico –y desconocido– en las raíces del fútbol argentino: el Mundial de Potreros.

Lejos de las cámaras o de las plataformas de streaming, aunque este año con el seguimiento en redes del influencer Alejo Leguiza en @tycdelpotrero, se trata de un multitudinario torneo relámpago que se juega de corrido durante el fin de semana largo del Día del Respeto a la Diversidad Cultural.

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Cada año, al menos 160 equipos de barrios de trabajadores de todo el país en los que el fútbol de potrero es una posibilidad de ingreso económico adicional convergen en Pinto, un pueblo del sudeste de Santiago del Estero que recibe una invasión: alrededor del 12 de octubre, sus 8000 habitantes se duplican durante tres días. La economía lugareña rebota en casas de familias –que, a falta de hoteles, reciben a los visitantes– y comercios de alimentos. En el turismo culinario proliferan las empanadas y la carne de cabritos criados a campo natural.

Tras su apertura el viernes a las 18, la edición 2024 continuó –como su tradición lo impone– sin interrupción, de día y de noche, en las cuatro canchas de fútbol 11 con iluminación artificial que tiene el Club Atlético Social Pinto (CASP). El Mundial de Potreros se juega de manera continuada en partidos a eliminación directa y sin reenganche hasta su resolución: la final está pautada para este domingo por la noche, a las 21, aunque en 2023 recién comenzó el lunes por la madrugada. Son al menos tres días seguidos de fútbol.

Obviamente por fuera del fútbol profesional, el Mundial de Clubes reparte sin embargo premios millonarios: cada equipo, con un máximo de hasta 20 jugadores, debe pagar 800.000 pesos por inscripción. El premio mayor para el campeón en 2024 será de 80 millones de pesos, o sea alrededor de dos millones para cada jugador. Además, y en esto también reside el éxito del torneo, los equipos son libres de apostar entre ellos en cada partido, por fuera de la organización oficial.

Para miles de jugadores amateurs de todo el país, no sólo se trata de conseguir la gloria barrial o entre amigos sino también, o sobre todo, de una posibilidad de regresar a casa con un buen dinero extra. Con tribunas –de pocos escalones– llenas, el Mundial de Potreros asegura fútbol en estado puro, incluso áspero: durante dos tiempos de 20 minutos se muestran los colmillos y se juega a ganar. Para evitar incidentes, el club contrata a 50 policías que se turnan las 72 horas de partidos non-stop. Como son encuentros bravos, difíciles de ser dirigidos –sin mala intención pero con pierna fuerte, en modo supervivencia–, los árbitros tienen una misión fundamental para la salud del torneo: son contratados a ligas de Rosario y Córdoba.

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Según reconstruye el presidente del club Pinto, Ángel Álvarez, el torneo comenzó a jugarse en la década del 50 pero recién en los últimos años se popularizó como el “Mundial de Potreros”. Su fama creció de a poco, en cuentagotas, gracias a la voz de los migrantes provincianos. “Pinto está en el centro de Argentina, casi equidistante a 500 kilómetros de Rosario por la ruta 34, a 350 de Córdoba, a 650 de Salta y a 800 de Buenos Aires. El santiagueño sufrió el éxodo, dejó su tierra y, cuando en Capital Federal o en otras localidades del país le preguntaban qué había en su lugar, muchos pinteños decían ‘nuestro torneo de fútbol’. Así, alguien en una fábrica de Buenos Aires empezó a decir ‘vamos a jugar’, se sumaron equipos desde diferentes lugares del país y, con los años y las décadas, un campeonato de un pueblo perdido en la llanura santiagueña llegó a una dimensión nacional”, explica Álvarez.

En la medida de sus posibilidades económicas, pero también dentro del éxito de las últimas ediciones –en 2022 se anotaron 200 equipos y 2023 hubo 173, o sea entre 4000 y 3500 jugadores–, Pinto mejora sus instalaciones año a año. Para 2024 –una edición que por, la crisis, estuvo en duda hasta hace pocas semanas–, el club le puso alambrado olímpico a una de sus cuatro canchas y sembró césped en la principal. “La sequía dura meses: esta semana llovió por primera vez desde abril. Por eso nuestras canchas son de tierra, se hace difícil. Ahora intentamos que una sea de césped al menos”, dice Álvarez.

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“La crisis también se ve en cómo se trasladan los equipos hasta Pinto. Alquilar un colectivo desde Buenos Aires, me dijeron, está cerca de 7 millones de pesos. Tienen capacidad para 60 personas. En los años buenos, cada equipo se venía en su propio colectivo: los 20 jugadores y 40 familiares o amigos. Ahora se reparten un colectivo entre tres equipos para ahorrar el viaje”, agrega el presidente del club que organiza el Mundial de Potreros, que además tiene un orgullo imbatible en la provincia: el de Pinto es el único estadio de Santiago del Estero en el que jugó Diego Maradona.

Así como suele recordarse la derrota de Los Cebollitas de Diego, el equipo juvenil de Argentinos Juniors, ante Pinto en las semifinales del torneo Evita de 1973 en Córdoba –cuando el 10 tenía 13 años y fue consolado por un rival con la frase “no llorés, hermano, si vas a ser el mejor del mundo”–, es menos conocida su segunda parte: los chicos de los dos equipos se hicieron amigos y Diego y Los Cebollitas visitaron Pinto para jugar un amistoso a las pocas semanas, todavía en 1973.

La liturgia 2024 arrancó, como cada año, el viernes a la madrugada, cuando comenzaron a llegar a Pinto los colectivos que habían salido de diferentes lugares del país en la noche del jueves, desde Jujuy hasta Mar del Plata –no hay referencias, hasta ahora, de equipos de la Patagonia–. “Se escuchan trompetas desde las 5 de la mañana del viernes y la música de cancha sigue hasta el domingo a la noche. Se van unos y llegan otros”, dice Álvarez.

Potreros en formato Mundial

En Potrerolandia no faltan, claro, los especialistas en penales. Como las series son a eliminación directa, los empates se desenredan con definiciones de cinco remates por equipo. La organización permite dos ventanas de cambios para que se realicen un máximo de cuatro modificaciones. Cuando los partidos se encaminan a una igualdad, en los minutos finales ingresan los especialistas. Están los “arqueros penaleros”, es decir guardamentas que suelen dar garantías en el difícil arte de los 11 metros, y su contraparte, muchachos ya grandes, de 45 años, que no están para sostener 40 minutos de juego pero que sí resultan infalibles para convertir penales.

De hecho, según le dijo a Clarín Ramiro Ricobelli, historiador del Mundial de Potreros, uno de los futbolistas con mayor porcentaje de efectividad en los penales de Primera División, Néstor Ortigoza –campeón con Argentinos Juniros y San Lorenzo, hoy dirigente del club de Boedo, denunciado por violencia de género–, participó en el torneo de Pinto, como también lo hicieron José Luis “Garrafa” Sánchez y César el Chelito Delgado, todos nombres que remiten a los campeonatos de potrero donde se juega por honor y por el mango. También participan hermanos de futbolistas, como los de Ever Banega.

Retoma Álvarez: “Algunos equipos pertenecen a clubes con personería jurídica, en especial de la zona o de pueblos vecinos, por ejemplo de las ligas de Añatuya o de Ceres. Pero la mayoría son equipos de barrios, con amigos y un par de refuerzos de calidad para asegurarse competitividad. Tenemos clásicos, muchachos que vienen siempre, por ejemplo El Esquinazo, de Laferrere, que ya ganaron siete campeonatos. El año pasado salió campeón un equipo de un barrio de la capital de Santiago, Unión de Ulloa, y Los Pibes del 30, de González Catán, llegaron hasta la semifinal”.

En las primeras horas del torneo, o sea el viernes por la noche, Boca de Fiorito venció por penales a La Loma de Mar del Plata. También jugaron, entre tantos partidos de la fase inaugural, Los Bandido kilómetro 38 contra La Richieri, El Potrero de Suárez ante El Cali Rosario, Goya FC frente a San Pete FC, Resacado de Castillo ante El Taladro de Lomas de Zamora, Los Negros de Santiago contra Los Guerreros de Chacabuco y Los Pela Pepa de José C. Paz contra Jamaica de Monte Grande.

Con la camiseta inspirada en el rojo y negro de Newell’s, en la cancha de Pinto suele ocurrir, cada año, otro ritual: familiares de jugadores que pasaron por el Mundial esparcen las cenizas de sus seres queridos en la cancha de tierra. El potrero también es campeón del mundo. «