Cuando se escucha «el martes juega Argentina», la gran mayoría de los interlocutores no necesita más aclaración para saber que «Argentina» es la Selección de fútbol masculina. Lo mismo sucede cuando se menciona a «la Selección», así, a secas, sin la necesidad de aclarar deportes, géneros o categorías. ¿Qué apodo necesita un equipo que se adueñó de esos términos? Ninguno, ya tiene todo el trabajo hecho.
Al igual que el resto de las federaciones deportivas que explotan la marca de sus selecciones, la AFA también hace usufructo de la penetración de su equipo. Mientras que en Twitter, el equipo nacional de handall masculino es @GladiadoresHB, la Selección de fútbol directamente se quedó con @Argentina, por encima de, por ejemplo, el Estado Nacional. Ningún otro equipo en el mundo logró algo así, más allá de recibir un tratamiento similar al que recibe la Selección Argentina de fútbol. A tal punto se explotó el concepto de que es el representante nacional por excelencia, que en el Mundial Brasil 2014, el micro que llevaba a Messi y compañía tenía la leyenda: «No somos un equipo, somos un país.»
Esta emparentación no privó que en algunos momentos determinados, equipos nacionales de fútbol hayan recibido un mote. Tal vez el caso más reconocido sea el de Los Carasucias, que conquistó el Sudamericano de 1957, aunque por esos años era común que algunos de los conjuntos recibieran algún apodo, como La Máquina de River o los Albañiles de Lanús. Unos años después, en 1973, apareció la Selección fantasma, un equipo armado sólo para jugar en La Paz por las Eliminatorias para el Mundial de Alemania. Recién en la década del ’90, volvieron a aparecer los apodos, pero solo para equipos juveniles, fomentado por medio periodísticos como El Gráfico o el diario Olé. En 1992, la Banda del Gol y el Toque participó del Preolímpico y unos años después, los Pekerboys conquistarían el mundo de la mano de José Pekerman, quien en 2000 comandó, sin éxito, al Dream Team de Riquelme, Saviola y Aimar en busca del pasaje olímpico.