Messi fue el mesías que esperaba la patria futbolera. Con dos goles de Leo, Argentina se metió en la Copa del Mundo de Rusia 2018.
Messi no busca a la belleza. Sólo busca ganar. La belleza busca a Messi, casi de manera desesperada. Messi sólo quiere hacer goles. Casi siempre le sale a la perfección. Aun así, hay argentinos que dudan de su capacidad. Sin embargo, Leo hizo un partido descomunal. No buscó hacer goles ni jugadas bellas. Pero los hizo y las hizo con la simpleza con que se ata los cordones de los botines. La belleza lo encontró en plena búsqueda de los goles y de esa alianza involuntaria Argentina encontró el pasaje al Mundial. Tal es así, que en el estadio de Quito se escuchaba retumbar el «Messi, Messi». No de parte de los argentinos, sino de los propios ecuatorianos.
El partido empezó de la peor manera. Antes del minuto, a los 37 segundos, Ibarra metió el segundo gol más rápido de la historia de las Eliminatorias Sudamericanas. Por su parte, Argentina arrastraba más de 450 minutos sin convertir goles propios (apenas sumaba el gol en contra de Venezuela). El panorama era por demás complicado, hasta que apareció Lionel Messi. Luego de una gran pared con Di María -de esas que no suelen devolver a Leo en la selección- el crack argentino definió para igualar el marcador.
Un rato más tarde, el propio Leo robó una pelota en las inmediaciones del área y con una bomba al ángulo dio vuelta el partido. Con ese gol, Messi se convirtió en el máximo goleador de la historia de las Eliminatorias Sudamericanas, con 20 tantos; una más que Luis Suárez y que Hernán Crespo.
En el segundo tiempo, Leo encontró espacios, dejó a toda la defensa en el camino y definió con maestría para poner el 3-1.
Messi es, desde hace mucho tiempo, el mejor jugador del mundo y, para algunos, de la historia. Sin embargo, tiene sus detractores, quienes deben hoy rendirse a sus pies. Pobre de ellos. No saben disfrutar del deporte más lindo del mundo.