El feminismo salió a las calles, y también a las canchas. Los partidos oficiales de los equipos femeninos de la Primera División de la AFA en los estadios principales de los clubes –como el histórico del equipo femenino de Boca en La Bombonera, ayer ante Lanús como previa al Boca-San Lorenzo de los hombres– además de sentar un precedente en la historia del fútbol argentino, representan un hecho contundente: la popularización de la cultura igualitaria.
En Argentina, el fútbol se erigió como uno de los instrumentos más potentes a la hora de apuntalar la desigualdad de género, ocupando un rol privilegiado en la constitución identitaria masculina: el nene nace con nombre y apellido, pero también con una camiseta de fútbol. Los sociólogos de la pelota denominaron «cultura del aguante» a una serie de significaciones relativamente estables por las cuales masculinidad y fútbol poseen una fuerte imbricación: una moralidad que divide al mundo entre «machos» y «putos», una lengua misógina, homofóbica y xenófoba. La lógica del aguante ordena la cultura futbolera y organiza la masculinidad hegemónica. Y, sobre todo, excluye del relato oficial cualquier categoría referida al género femenino. Por eso es común escuchar en las canchas este tipo de canciones:
Esta es la baaanda del Gallinero
la que se cogeee a los bosteros…
En la medida en que el deporte más popular del mundo constituye un bastión machista, la salida de las jugadoras a las canchas en la antesala de la competencia masculina profesional instituye, tal vez, el máximo acto revolucionario del que se tenga registro en la historia del feminismo deportivo argentino: la posibilidad de habilitar nuevas narrativas en torno a la pelota. Antes que el de Boca de ayer, se había disputado el clásico femenino entre San Lorenzo y Huracán en el Nuevo Gasómetro como previa de un partido de Superliga.
Ahora que sí nos ven
La transversalidad del movimiento de mujeres logró poner en agenda pública una pluralidad de luchas, entre las que se encuentra la profesionalización del fútbol femenino. La actividad deportiva comenzó a ser progresivamente cubierta por los medios de comunicación hegemónicos después de un acontecimiento puntual: el reclamo de visibilidad de las jugadoras de la Selección argentina durante la Copa América Chile 2018. Un gesto concluyente de titulares y suplentes con las manos en las orejas durante la foto oficial, el Topo Gigio riquelmeano, denunció el abandono institucional en el que estaba inmerso el fútbol femenino y los estereotipos de género de la industria publicitaria deportiva al usar la imagen de una modelo en la presentación de la camiseta de la AFA, en lugar de las jugadoras.
Tiempo después del reclamo, desde la Comisión Directiva de la AFA comenzaron los primeros vistos buenos a la espectacularización de la actividad. Así, el 8 de noviembre la cancha de Arsenal de Sarandí abrió sus puertas gratuitamente para recibir a más de 11 mil espectadores en el partido de ida del repechaje por la clasificación al Mundial de Francia 2019, entre Argentina y Panamá. Un marco anecdótico, y televisado por primera vez por una señal deportiva líder, dejó entrever una cancha disidente y feminista, con una consigna tribunera: aborto legal, seguro y gratuito.
Futbolistas de profesión
Con más avances que retrocesos, existe un nuevo marco para el fútbol femenino argentino. Su profesionalización es una demanda judicializada hace poco más de un mes por la exjugadora de UAI Urquiza Macarena Sánchez. Un caso que cobró repercusión en la medida en que la intimación al club de Villa Lynch podría sentar un precedente en la contratación y los derechos laborales de las jugadoras.
Los partidos femeninos en el lugar que históricamente ocupó la Reserva constituyen otro giro en el camino hacia el desarrollo profesional del fútbol femenino. Existe un mapa de las desigualdades estructurales en el fútbol si evaluamos la inserción de las mujeres como actoras directas: dirigentes, hinchas y jugadoras. Según un informe de la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino, las mujeres disponen en promedio del 7,4% de los cargos en las comisiones directivas y representan sólo un 26,5% de las masas societarias de los clubes. Otro dato revelador indica que los presupuestos destinados al fútbol femenino son entre 300 y 600 veces menores que los destinados al masculino. De ahí que haya sólo 38 equipos inscriptos en el torneo metropolitano de la AFA.
Pero es ganancia del feminismo volver espacios públicos masculinizados como el Nuevo Gasómetro o La Bombonera en espacios públicos donde las jugadoras se enuncian a sí mismas como tales, así como también la publicación de Pelota de papel 3, un libro escrito por futbolistas y prologado y dibujado por mujeres, presentado el viernes en un teatro de la calle de Corrientes. Estos hechos ponen en tensión valores y prácticas históricamente confinadas a las mujeres, como tener un cuerpo siempre disponible para otro. La maternidad, la vida doméstica, e incluso la industria del porno, son ejemplos contundentes.
La militancia feminista marca los pulsos políticos y mediáticos en la construcción de un igualitarismo cultural. Y la lucha por un fútbol femenino profesional forma parte de un gran proyecto emancipador de los cuerpos de las mujeres, que juegan al fútbol en cualquier cancha.