“Es increíble, los dirigentes se desviven por una copa y después la dejan tirada”, comenta Leandro Baschar mientras camina por el viejo vestuario repleto de trofeos oxidados, medallas borroneadas, álbumes de fotos y revistas amarillentas. Unos libros de actas gigantes se acumulan cerca de la entrada, adonde los rayos de luz de las tres de la tarde exponen la historia en partículas de polvo. Aquel lugar con poca ventilación debajo de la tribuna techada del estadio Juan Carmelo Zerillo no es bueno para la conservación, pero era grande y lo mejor que había disponible para llevar aquellos pedazos de memoria colectiva que habían sido marcados para descarte en la sede social de la calle 4. También permitía agregar un cuarto anexo para hacer las reuniones quincenales de la subcomisión de Cultura y Museo del Club Gimnasia y Esgrima La Plata, aquella que se formó por la insistencia de un grupo de socios que sin otro incentivo más que el amor a unos colores se dieron la tarea de recuperar la historia del club más viejo del continente. “Ahora al menos logramos que antes de tirar algo me pregunten”, sonríe Leandro resumiendo la difícil tarea que llevan a cabo a pulmón.
En cada caja que Leandro abre hay un pin, un banderín de una gira o una foto en blanco y negro con los bordes calados, de aquella época en que el registro no era digital ni mucho menos masivo. De cada elemento brota una historia, como la de esas fotos que donó la familia de Arturo Naón, el todavía goleador histórico de Gimnasia que participó del último campeonato amateur ganado por el club en 1929 (dos años antes del inicio del profesionalismo) y del “Expreso” del 33, el equipo arrollador que desafió a los poderosos y que a pocas fechas del final del torneo decidió sentarse en la cancha para exponer la sucesión de arbitrajes que le impidieron consagrarse.
Allí aparece junto al equipo Emérico Hirschl, el húngaro que se transformó en el primer técnico por el que se pagó un traspaso y que luego alcanzó la gloria en River con 4 títulos y formando a ídolos del club de Núñez como Adolfo Pedernera, José Manuel Moreno y Bernabé Ferreyra. Esos registros hoy también forman parte de la muestra “No fue un juego” que se exhibe en el estadio Monumental y en la que se cuenta cómo Hirschl en 1928 usó sus influencias y sus contactos para evitar que deporten judíos que se escapaban de la guerra y la persecución.
Mientras Leandro regala anécdotas y la mesa de reuniones rebalsa de recuerdos, comienzan a llegar los demás integrantes de la subcomisión. Se suman Osvaldo Sagastibelza, Camilo Balleto y Mariana Santamaría, la única museóloga del grupo. Su trabajo fue fundamental para organizar el material disperso y para armar la exhibición que hoy está disponible para cualquier visitante en otro espacio recuperado del club, el de las viejas boleterías de expendio de entradas. Allí puede verse el acta fundacional que lo identifica como el “decano de América” y un logo de cuando el Club pasó a llamarse Gimnasia y Esgrima de Eva Perón, entre 1952 y 1955 siguiendo el nombre que tomó la ciudad en homenaje a la “abanderada de los humildes”.
También ahí se puede seguir la historia del estadio en fotos y de la organización a través de los años. Actualmente también cuentan con una muestra temporal de la gira que hizo el primer equipo del club en 1929 donde se lucen periódicos europeos con registros anecdóticos que hoy valen más que en aquellos tiempos, como la paternidad sobre el Real Madrid (un partido jugado y uno ganado) y la paridad con el FC Barcelona (uno ganado y una derrota). Pero la estrella del viaje por la melancolía en el museo seguramente sean los tablones de madera del viejo estadio del Bosque, aquellos que desafiaron la ingeniería el 25 de junio de 1995 soportando un aluvión de triperos que se ilusionaban con la primera vuelta profesional en primera división mientras escuchaban a “la voz del estadio” implorando que no salten por miedo a que la tribuna se venga abajo.
“La idea del museo es que la gente se vea reflejada en las cosas que hay allí”, explica Mariana. “Identificarse con ese Gráfico que compró uno de chico, ver la foto del equipo en el partido que uno estaba. Es más que una copa o una plaqueta”, añade colgándose una medalla simbólica para mencionar que el espacio que ayudaron a construir ya forma parte de “La noche de los museos” en la ciudad de las diagonales.
“El club nació con la ciudad”, retoma Osvaldo recordando que cuando se fundó, el 3 de junio de 1887, el cementerio recién había sido habilitado, la Catedral apenas comenzaba a construirse y la Universidad era apenas una idea. “Era el lugar donde la sociedad hacía deporte, compartía los carnavales y sociabilizaban las familias. De hecho en esa época Gimnasia empieza a usar el celeste y blanco como colores en contra de los clubes ingleses que había”, detalla recuperando la historia que compiló la subcomisión para el libro que armaron por los 130 años del club y tirando sobre la mesa llena de sentimientos el amenazante discurso sobre la llegada de las Sociedades Anónimas (SA) al fútbol.
“Las SA son empresas que existen si tienen ganancia. Y eso pierde la esencia de los clubes, que es la trascendencia. Un club existe desde antes de que uno nazca y seguirá existiendo cuando muera. No puede depender de una gestión económica”, añade Leandro a sabiendas que la institución hoy atraviesa una delicada situación patrimonial. La Asociación Civil que lo administra se encuentra en concurso de acreedores y, pese al panorama poco auspicioso, la asamblea de socios se manifestó unánimemente para exigir que no se renuncie a la naturaleza social del club.
Agustín, que viene asintiendo sin hablar, decide tomar la palabra para citar una frase que le quedó marcada y que honra la memoria de un hincha del club que por su compromiso hoy bautiza la nueva tribuna de cemento: “Nestor Basile decía que las Sociedades Anónimas son clubes sin alma. Y hay que recordar que Gimnasia no es solo fútbol. Es patín, esgrima, bochas, taekwondo, hockey, voley y un montón de cosas más. Y si todo eso no fuera motorizado por el socio, no existiría”. La tarde cae en el Bosque y la subcomisión de Cultura y Museo levanta la reunión. Pero la vida en el club sigue sin preocuparse por el valor de unas hipotéticas acciones. Lo que prima en este invierno sin fútbol es el calor los hinchas.