Ahmedna Abdi y Mahfud Bechri son los primeros activistas saharauis en participar de una cumbre de cambio climático de las Naciones Unidas dado que su país, el Sahara Occidental, la última colonia de África, no tiene un asiento en este tipo de negociaciones. El pasado noviembre llegaron a Egipto denunciar la versión oficial del ocupante marroquí, que fue a la COP27 para pintar de verde su ocupación sobre el Sahara Occidental y la expropiación de los recursos naturales de los saharauis sin el consentimiento del Frente Polisario. Mientras que Marruecos se presenta como un líder regional en energías renovables, ellos no sólo exigen un espacio de representación en estas cumbres, sino también fondos para afrontar los impactos de la crisis climática, dado que están totalmente excluidos de lo que se decida en esos espacios.
La arena de los relojes hizo crecer el desierto
El Sahara Occidental es un territorio que supo ser colonia española hasta el final del franquismo a mediados de las década de 1970, para luego verse bajo ocupación marroquí al momento en que Madrid falló en acompañar el proceso de descolonización.
Los ojos del mundo hoy ven Marruecos como el primer equipo africano en llegar a una semifinal de la copa del mundo, destacan su solidaridad con la causa palestina – al mismo tiempo en que restablece lazos diplomáticos con Israel – pero ningún país del mundo reconoce la soberanía de Marruecos sobre el territorio del Sahara Occidental – con una superficie equivalente a la del Reino Unido – y el Frente Polisario defiende su postura ante el Tribunal Europeo de Justicia y ha ganado dos juicios contra esas empresas que operan proyectos extractivistas en los territorios como fosfato – utilizado para fertilizantes – y pesca , los cuales además están siendo afectados por inundaciones, olas de calor y la expansión de la desertificación, producto de la crisis climática.
“El gobierno marroquí no quiere escuchar otra narrativa diferente a la suya” comenta Mahfud Bechri, quien llegó a la ciudad egipcia de Sharm El-Sheikh desde los campamentos de refugiados en Tinduf, Argelia, donde nació y creció. Allí se hizo presente junto a Ahmedna Abdi, otro colega de la causa saharaui, para acercar a la comunidad internacional la campaña ‘El verde de Marruecos está manchado de sangre‘, a modo de visibilizar la situación en el Sahara Occidental y los proyectos de energías renovables presentados por Marruecos en la COP27, los cuales esconden violaciones a los derechos humanos.
El joven activista saharaui también participa de otras campañas como El Sahara Occidental No Está a la Venta – la cual denuncia la presencia de empresas internacionales, como ENEL de Italia y Siemens-Gamesa de España – por lo que denunciamos el saqueo y robos de los recursos en el SO. También trabaja para organizaciones internacionales como el Instituto Internacional para la Acción Noviolenta, pero su activismo se basa en reivindicar el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación y la vulneración de los derechos humanos sufridas en la parte ocupada por Marruecos.
España es actualmente, según la ONU, el país que debería administrar el Sahara Occidental. El discurso del Reino de España ha ido cambiando, y recientemente Pedro Sánchez ha dicho que el Sahara Occidental como parte de Marruecos es una salida viable, lo cual se presenta también a la Unión Europea y el mundo entero.
A los campos de refugiados de Tinduf no llega ese rumor de espuma
España no ha denunciado las violaciones a los derechos humanos perpetradas por Marruecos, ni ha actuado políticamente y no ha cumplido con su responsabilidad colonial histórica de lograr un referendo para el pueblo saharaui, lo cual resulta en una colonización inconclusa. Los diferentes gobiernos, inclusive el actual y más progresista de la historia democrática de España, han vuelto a traicionar al Sahara Occidental mientras sucumben al chantaje marroquí en materia de inmigración y energía.
El día a día en los campamentos son bajo condiciones precarias, ya que estamos en el ‘desierto de los desiertos’, donde el verano llega con temperaturas extremas que superan los 50°C, viviendo en haimas – casas de barro -, con riesgo de inundaciones, y los hombres que no batallan trabajan de taxistas o comerciantes con ingresos muy limitados. “Aquí no hay trabajos dignos que puedan ofrecer una vida normal a la gente, por lo que se ha presionado para encontrar otra vida al conflicto. Se han sacrificado dos o tres generaciones, pero los más jóvenes no quieren seguir sufriendo así”, se lamenta Bechri.
La situación humanitaria se ha deteriorado por la inflación global en alimentos y energía, y la población saharaui espera muy poco en el proceso liderado por la ONU con un nuevo enviado especial para el Sahara Occidental, ya que hasta ahora no ha habido mayores avances, ni siquiera una mesa de negociación entre las partes. Esta es una guerra de baja intensidad, pero hay ataques diarios por parte del ejército saharaui.
“Después de la reanudación del conflicto en 2020 el impacto se ha sentido en los campamentos, con la mayoría de los hombres sumándose a las filas de combate. Hay cierta
desesperación y decepción con la gestión de la ONU a lo largo de los 30 años de negociaciones, dado que no se ha logrado el referéndum, tanto por obstáculos de Marruecos como por inoperancia del Consejo de Seguridad”, comenta Bechri desde Tinduf.
«Basta ya de derrotas”: El hombre del desierto esperó demasiado
Ahmedna Abdi reside en Francia desde hace siete años y milita en la universidad como portavoz de la Juventud Activa Saharaui – presente en Europa, África y países latinoamericanos como Argentina y Cuba – y se considera “un soldado más en la diáspora para la política y el activismo”.
“Cuando los jóvenes saharauis llegan a Europa, como refugiados que no conocen servicios básicos o una heladera llena, quedamos maravillados. Aquí hay cajeros automáticos, en Tinduf no conocíamos el dinero. Cuando no tienes nada, lo compartes todo con tu vecino”, comenta Abdi desde Francia.
Dentro de la geopolítica del Magreb, los saharauis consideran a Marruecos como un país colonizado por Francia, y a la corona marroquí es un protectorado francés. “Las ayudas humanitarias anuales no equivalen a las ventas de un solo día del fosfato saharaui. Por eso no creo que Marruecos sea un ejemplo anticolonial, es un aliado más de Estados Unidos y Francia, entre otras potencias. El Sahara Occidental es la última colonia de África, y Marruecos el colonizador, pero sabemos que más temprano que tarde el Sahara vencerá”, sostiene sonriente Abdi, antes de despedirse.