Dice que el fútbol es una empresa. Y que a los clubes hay que manejarlos así, como empresas, con las reglas del show. Que las obras van a valorizar el Monumental. Y que si los socios de River algún día quieren vender el club, a quien lo quiera comprar le costará diez veces más. Los dueños de River son los socios, pero como River es una empresa hay que manejarse bajo esos criterios. Porque el club tiene que ser rentable y eficiente. Todas estas definiciones podrían ser dichas ahora mismo, en estos tiempos, pero son de 1977. Le pertenecen a Carlos Alberto Lacoste, contralmirante, entonces titular del Ente Autárquico Mundial 78, ex vice de FIFA y, por once días, presidente de facto en el país. Apalancado por Eduardo Massera, fue el hombre de la dictadura en el fútbol. No sólo para el Mundial del que el viernes se cumplieron 40 años de su inauguración. Lacoste fue un apellido que atravesó a los clubes.
«Estaba vinculado a River como socio e hincha, aunque nunca fue dirigente. Pero también aparece en otros clubes. Ahí da el salto a la FIFA, con lo cual es un militar que aprovecha el campo del fútbol para convertirse en un actor potente dentro de ese deporte», explica el sociólogo Rodrigo Daskal, autor de El Club Atlético River Plate, sede principal del Mundial 78. Del orgullo a las consecuencias, que rescata esas afirmaciones que Lacoste realizó durante una entrevista con la revista River. El artículo es uno de los capítulos del libro Clubes de fútbol en tiempos de dictadura, del cual Daskal es uno de los compiladores junto a Raanan Rein y Mariano Gruschetsky.
La relación entre la dictadura y el fútbol fue abordada en estas décadas a partir del Mundial 78. Dan cuenta libros como El terror y la gloria, de Abel Gilbert y Miguel Vitagliano, La vergüenza de todos, de Pablo Llonto, y Fuimos campeones, de Ricardo Gotta. Y Matías Bauso acaba de publicar 78. Historia oral del Mundial. Pero, ¿qué pasaba en los clubes? ¿Cuál era el nivel de injerencia de los militares? ¿Cómo era la vida en el interior de ellos durante la dictadura?
Los clubes de fútbol fueron acaso de las pocas instituciones en las que se siguió votando. Con una vida política intensa. Y un primer dato en el libro es elocuente: la masa societaria de los clubes, cuenta Gruschetsky, alcanza su auge. Los clubes como refugio durante la dictadura. «Es un rol señala el sociólogo dedicado al estudio del deporte que también fue señalado en varios ámbitos para los clubes durante la crisis social y económica que atravesó la Argentina durante el 2001».
Lo muestra el caso de Atlanta, que desarrolla Raanan Rein. El club amplifica por esos años su vínculo con Villa Crespo. «Parece un microcosmos de la sociedad argentina, en el cual hubo de todo, desde víctimas de la represión hasta un hijo de un genocida, el presidente Roberto Viola», dice el historiador israelí. Y agrega que también aumenta su cantidad de socios: «En el clima de creciente violencia política, muchos padres del barrio preferían mandar a sus hijos a participar en actividades deportivas ‘no peligrosas'».
Hubo una bandera de Montoneros en la hinchada de Huracán el episodio termina con el asesinato de Gregorio Noya a manos de la Policía y otra en un acto religioso en San Lorenzo con el reclamo de «Aparición con vida». Y la política interna de los clubes se movía. En Lanús, un presidente peronista (Lorenzo D’Angelo) tuvo que irse con el golpe. Lo reemplazó un empresario (Francisco Leiras). Pero tampoco se sostuvo. Esos giros, con un descenso a la Primera C, derivaron en la conformación de una unidad política que decantaría en la dirigencia elogiada los años siguientes por su gestión social.
«La dictadura no interviene a un club. Las que hay no son por motivos políticos generales sino por cuestiones puntuales. Son lógicas que conviven», explica Daskal, que en su artículo cuenta que en 1997, River, el club en el que pesaba Lacoste, expulsa como socios honorarios a Jorge Videla, Massera y Agosti. Era una herencia de los años de la dictadura y el Mundial. Todavía eran años de indulto y leyes de impunidad. Pero a veces el fútbol puede estar un paso adelante. «