«El Eibar está en el norte de España, en medio de las montañas vascas, a 30 minutos de Bilbao, sigue en el campo de Ipurúa, y si vas a ver un partido, mantiene el sabor –dice Alex Aranzábal, sin importarle pecar de romántico–. Es decir, tiene las raíces hundidas en su historia y, al mismo tiempo, es internacional». Aranzábal fue el presidente de Eibar entre 2009 y 2016, cuando el club pasó de jugar en la tercera categoría del fútbol español a la Primera División. Es internacional porque cuando ascendió fue obligado por ley a una ampliación de capital, y lo hizo en contra del fútbol moderno, cuestionando al establishment, con pequeños accionistas en todo el mundo, lo que lo lleva a tener más de 11 mil dueños en 69 países y peñas en los cinco continentes. Ese es El modelo Eibar, como Aranzábal llamó a su libro, en el que no hay jeques árabes, magnates rusos ni multimillonarios estadounidenses, porque, marca, «otro fútbol es posible».
–¿Que la final de la Libertadores se juegue en Madrid puede ser el primer paso a la quita de identidades?
–El fútbol tiene una proyección social y mediática brutal. Pero lo importante es que el fútbol sea algo más que un entretenimiento, que pueda convertirse en una herramienta de transformación social y de transmisión de una serie de valores. Me produjo un profundo pesar ver las imágenes de los altercados en las calles de Buenos Aires. Eso me hace decir: «Si eso es el fútbol, yo me borro». No tengo ningún interés, al igual que en un fútbol que sea puro negocio.
–¿No se vendió al Bernabéu como una salida a la violencia argentina?
–No estoy para nada de acuerdo. Argentina también es Primer Mundo, una potencia cultural. Es Jorge Luis Borges y la película Un lugar en el mundo. No hay que tener ningún complejo porque el partido entre dos equipos argentinos se juegue en Madrid.
–¿En qué consiste el modelo Eibar?
–Eibar es un equipo de un pueblo pequeño, de 27 mil habitantes, que comenzó en Segunda B, un eufemismo de la tercera categoría, y que logró consolidarse en la liga española, una de las dos mejores del mundo. Teníamos un estadio de 4000 espectadores y ahora está en 8000. Es ese camino increíble, casi milagroso. Y lo importante es el cómo. Hay muchos clubes pequeños que consiguen cosas grandes, como el reciente caso de Leicester de Inglaterra. Pero en el Eibar no hubo jeque árabe ni magnate ruso del petróleo. Hay mucha gente en el mundo interesada en invertir en el fútbol español, pero no lo hicimos así: buscamos una ampliación de capital a través de crowdfunding, pequeñas aportaciones hasta de 50 euros, explicando a través de una campaña de marketing qué es el club. Vendimos acciones hasta en Argentina. Pasamos de ser un club con mil y pico de dueños a uno de más de 11 mil. Ese es el proyecto colectivo que le quisimos imprimir, fiel a la identidad.
–En 2016 quisiste ser presidente de la Liga.
–Una serie de clubes se puso en contacto conmigo porque creían que lo que habíamos hecho en el Eibar podía ser un aire fresco. Fue un intento. Quedó ahí. Teníamos la mejor de las voluntades para intentar cambiar el fútbol y no pudo ser. Ya está.
–¿Cuál es el modelo de la Liga que preside Javier Tebas?
–El fútbol tiene que ser un modelo abierto. Los clubes tienen que ir más allá del fútbol negocio. Al final, son instituciones con un gran nivel de importancia en cada una de las ciudades. En este momento, el Eibar tiene más presupuesto que el Ayuntamiento, por ejemplo. Real Madrid y Barcelona, probablemente, son las marcas más conocidas de España en el mundo. Ahí hay una fuerza, un gran poder, que tiene que ser utilizado con responsabilidad y con la consecución de unos fines que vayan más allá del puro negocio y entretenimiento. El problema que puede haber en la Liga o la UEFA es que los clubes pertenecen a esas instituciones más que al revés, que esas estructuras estén al servicio de los clubes. Cuando veo que en Europa se quiere hace una liga cerrada, con los grandes clubes, como si fuese un coto privado, exclusivo y elitista, me borro.
–¿Cómo ves en perspectiva la ley de sociedades anónimas en España?
–Me preocupa. Hay estadísticas que dicen que entre 2003 y 2015, de los 37 clubes que jugaron en Primera y Segunda, 22 entraron en concurso de acreedores por las deudas. Se ha dado un proceso de internalización y globalización. Muchos clubes caen en manos de inversores extranjeros. El Valencia cayó en manos de Peter Lim, de Singapur, el Espanyol de un inversor chino. Y hay un riesgo real y evidente. Si las personas que van a tomar las decisiones de instituciones de más de 100 años de historia son empresarios, se puede perder la idiosincrasia. Y si se ha llegado a esta situación, es por el fracaso en la gestión.
–¿Cuánto se acerca el modelo Eibar al imperante?
–La corriente dominante en el fútbol es el puro negocio. Y cuando decimos puro negocio, es buscar resultados económicos y deportivos a toda costa. Pero todavía hay experiencias distintas en el mundo. No se puede perder la conexión del club con el aficionado. El fútbol tiene que servir para transformar. Es un camino alternativo.