El fútbol argentino atrasa unos diez años, más o menos. Cuando la tendencia mundial va en una dirección clara, manifiesta, rumbo a un juego que alimenta los sentidos y busca el resultado por el camino del buen gusto, los dirigentes vernáculos (con un líder impuesto) ponen como máximos candidatos a ser el entrenador de la Selección a dos exponentes de un fútbol que ya es antiguo, además de aburrido. Edgardo Bauza y Miguel Russo pertenecen a una escuela que desprecia la tenencia de la pelota y que pretende cuidar el arco propio antes que cualquier otra intención.
En algún momento, confundidos, cegados, muchos adeptos a esta forma de encarar el fútbol fueron tildaos de resultadistas. Era como que despreciaban el camino que se debía recorrer en busca de un objetivo triunfal. Pero ya es viejo eso. Porque los últimos dos campeones del mundo, España y Alemania, lograron su objetivo sin despreciar el camino.Y jugaron muy bien al fútbol. Y marcaron tendencia. Y contagiaron a Italia, por ejemplo, que ahora intenta dejar de lado aquel horrible catenaccio que los acaracterizaba. Así como Barcelona contagió a Real Madrid y a varios equipos de la Liga de España. Así como también se subieron a la idea la mayoría de los clubes que forman parte de la Premier League inglesa. En esa dirección va el mundo mientras en Argentina un tal Pérez aparece de la nada con la propuesta de retroceder al menos una década.
Cualquier futbolero con el cerebro en funcionamiento sabe que Lionel Messi es el as de espadas, aunque hoy esté afuera del mazo. Cualquier conductor con las neuronas activas sabe que necesita contar con los mejores para lograr un producto de excelencia. Bueno, nada de eso pasa en esta historia, al menos hasta el momento. Los dos candidatos tienen un estilo que atenta contra Messi. Los dos lo aislarían en la cancha de la misma forma que lo aislaron Sabella en los momentos definitorios del Mundial de Brasil y Martino en las finales de las dos últimas copas América. Es decir, con cualquiera de estos dos entrenadores a cargo de la Selección, Messi se alejaría aún más. Y si por uno de esos conjuros de la vida se le ocurriera volver, sería para sufrir.
En fin, se puede salir campeón con cualquier sistema de juego. Se puede ganar o perder o empatar con cualquier entrenaor sentado en el banco. Pero sólo los necios son capaces de despreciar el camino en busca del objetivo. La tendencia en todo el planeta apunta hacia una idea de mundo que pretende emparentar al juego con el arte, dejar fluir las emociones y apostar a la imaginación. Y en el torneo doméstico esa idea acaba de salir a flote con ese equipazo que formó Almirón en Lanús. Sin dudas, el universo se está manifestando a gritos. Quien quiera oír que oiga.