Martino Spraggon es un pibe de Merlo que tiene parálisis cerebral. Si uno googlea su nombre, aparecen diferentes noticias de medios de comunicación y portales de internet que fueron cubriendo su trayectoria en el deporte. Leemos: «Martino Spraggon participó»; «Martino Spraggon superó»; «Martino Spraggon ganó»; «Martino Spraggon se llevó una, dos, tres, cuatro medallas».

Martino empezó compitiendo en los Juegos  Bonaerenses. Junto con sus compañeros de colegio armaron un equipo de básquet convencional, entrenaron y se anotaron en la competencia provincial para representar a su barrio. En esa primera instancia, llegaron a la final pero volvieron a Merlo sin medalla. A pesar de la derrota deportiva, Martino había ganado: gracias a los Juegos Bonaerenses, conoció el mundo del deporte para personas con discapacidad y a muchos deportistas paradeportivos.

Hacer comunidad siempre rinde frutos. Al año siguiente, Martino se anotó en los Juegos Bonaerenses para competir en atletismo para personas con discapacidad y en Mar del Plata ganó la de oro. Años después, continúa su camino en el paradeporte; tal es así que, en 2023, cumplió su sueño de representar a la Argentina en la Selección Nacional en los Juegos Parapanamericanos Juveniles en Bogotá, donde ganó cuatro medallas.

Evidentemente, algo de ese viaje a Mar del Plata dejó una marca en la historia de Martino. El micro lleno de pibes con hambre de gloria. Las veredas impregnadas con la ilusión de miles de bonaerenses. Las habitaciones del Hotel Garden, todas ocupadas por competidores de su municipio. La cena compartida en el comedor, donde se reunían deportistas y artistas de todas las disciplinas y edades. El eco de la hinchada resonando en apoyo a los compañeros, a los vecinos y a los nuevos amigos. Los abrazos y consejos de las derrotas. La costa de Mar del Plata, abarrotada de personas mirando el inmenso mar por primera vez.

Algo de todo eso, sin duda, influyó en la decisión de Martino de estudiar en el Profesorado de Educación Física de Merlo y de dedicar tiempo a profesionalizarse en su pasión por el deporte.

La historia de Martino es una de las muchas historias que traen los Juegos Bonaerenses. Desde hace 33 años, la Provincia de Buenos Aires se transforma en cancha y escenario para la realización de este evento, que edición tras edición supera sus propios récords de participación. En 2023, la cifra de inscriptos marcó un hito con 455.000 personas, estableciendo un nuevo estándar desde la implementación del sistema de inscripción. Este año, los Juegos Bonaerenses volvieron a superar su récord con 470.000 participantes, reflejando el creciente compromiso y entusiasmo de la comunidad de la Provincia de Buenos Aires por este evento tan especial.

La impresionante convocatoria anual de los Juegos Bonaerenses evidencia un deseo compartido en diversos grupos sociales. Son jóvenes, que a contramano de lo que marca la agenda, salen de la soledad de sus casas, se alejan de las pantallas, de la calle y del consumo para reunirse con otros, iguales y distintos.

Son adultos mayores, que encuentran en los Juegos Bonaerenses un espacio que los contempla y reúne para la recreación. Son las personas con discapacidades, que descubrieron en los Bonaerenses un ambiente deportivo que los incluye y donde poder investigar y desarrollar sus habilidades.

Habitamos un mundo cada vez más acelerado y fragmentado, donde las interacciones sociales se trasladaron principalmente a las pantallas, el trabajo migró hacia los hogares y la búsqueda de éxito individual se intensifica con el paso del tiempo, ocupando un lugar prominente en nuestras mentes. En medio de la vorágine diaria, el deporte, la recreación y la cultura nos recuerdan la importancia del encuentro con otros para disfrutar, compartir el tiempo y aliviar las presiones cotidianas.

Las personas que se anotan en los Juegos Bonaerenses buscan competir deportivamente en un ambiente amigable e inclusivo, donde es posible conocer gente nueva. Durante este evento, personas cuyas vidas quizá nunca se habrían cruzado comparten comidas, viajes en micro y paisajes. Comparten sus miedos, sus historias y sus deseos. Intercambian consejos de sus entrenadores, chistes e intereses culturales. Se hacen amigos, se gustan, se intercambian sus números de teléfono e instagrams. Un pibe de Ensenada se hace amigo de una chica de Lincoln. A una joven de Coronel Suárez le gusta un competidor de Tigre. Dos señoras de La Plata, que no se conocían, después se juntan a tomar el mate por alguna plaza de su ciudad. Es por esto que, más allá de la competencia y los trofeos, el verdadero valor de estos juegos radica en los lazos que allí se forman.

Esta iniciativa estatal requiere de un compromiso anual por parte de los competidores. Es por esto que, además de promover la práctica deportiva, los Juegos Bonaerenses buscan conectar a los adolescentes con sus docentes y a los equipos con sus entrenadores, facilitando la construcción de proyectos comunes y promoviendo una comunidad más unida. Ese espíritu que se respira durante toda la competencia se contagia en cada una de las localidades bonaerenses, donde los vecinos organizan con entusiasmo festividades para despedir y recibir a sus vecinos y vecinas, quienes fueron los encargados de demostrar el talento local y representar al barrio que los une.

Además de ser testigo de los nervios de los competidores, en la Final Provincial, la ciudad de Mar del Plata se convierte en un espacio de encuentro donde personas de todas las edades pueden disfrutar de fiestas y recitales. Hay actividades especialmente pensadas para los adultos mayores y las personas con discapacidades, además de eventos que reúnen a todas las delegaciones. Este año se presentarán los artistas Lit Killah, en el show de apertura, y Pablo Lescano junto a «Un Poco de Ruido», en el evento de clausura.

Esta invitación a una fiesta pública también es una oportunidad para ampliar los horizontes culturales de las personas. Bailar en grupo, cantar el mismo tema o escucharlo en vivo por primera vez generan emociones compartidas que hacen de los Juegos Bonaerenses una experiencia inolvidable. De esta forma, envueltos en un ritmo de luces deslumbrantes, la diversión y la comunidad encuentran una armonía perfecta.

Además de proporcionar una experiencia enriquecedora para los participantes, los Juegos Bonaerenses también desempeñan un papel vital como generadores de empleo. Cerca de 3.000 trabajadores se involucran en la organización del evento, junto con autoridades del deporte y trabajadores municipales que acompañan a los competidores durante el desarrollo, contribuyendo a la creación de un entorno seguro y confiable para cada una de las delegaciones.

En un contexto donde el Gobierno Nacional decide alejarse de los sectores más vulnerables recortando derechos y desfinanciando la inversión deportiva -vaciando los principales programas y reduciendo disciplinas de los Juegos Nacionales Evita-, el Gobierno de la Provincia decide seguir apostando a los Juegos Bonaerenses. Así, se busca sostener la existencia de espacios de encuentro que superen las barreras socioeconómicas de los participantes, proporcionándoles una oportunidad para seguir fortaleciendo los lazos comunitarios, promoviendo la inclusión y el bienestar social. El deporte actúa como un paraguas contenedor que reúne a personas de distintas realidades bajo una misma pasión y propósito.

Rara vez se escucha la palabra “bonaerense” en la Provincia de Buenos Aires. Cuando uno conoce a alguien que le gusta en un club o en un bar, y la persona le pregunta de dónde es, nadie responde: soy bonaerense. Esto se debe a la extensión y diversidad de la provincia, donde las personas tienden a identificarse más con sus barrios o sus localidades. Por eso el gobernador Axel Kicillof tuvo un acierto en ese sentido. Son pocas las políticas públicas que buscan unificar una identidad compartida desde el propio nombre.

Los Juegos Bonaerenses ya son parte de la identidad de la Provincia de Buenos Aires. Todos y todas las bonaerenses tienen algún tipo de vínculo con esta política pública, ya sea porque ellos mismos participaron o porque a algún pariente o amigo cercano lo hizo, impactando de manera significativa en sus vidas. Martino, ese pibe que se enteró de los Juegos porque su hermano y otros chicos de su barrio habían participado en años anteriores, hoy en día representa a la Selección Argentina para personas con Parálisis Cerebral, a nivel internacional.

Los Juegos Bonaerenses no solo son una celebración efímera; representan un legado imperecedero de inclusión, superación y alegría que trasciende las generaciones. En ellos, se forjan sueños, se cultivan valores y se alcanzan metas, dejando huellas imborrables en la vida de quienes participan y en el corazón de toda una provincia.

* El autor se desempeña como subsecretario de Deportes de la provincia de Buenos Aires.