Hola, ¿cómo están?

Bienvenidos al partido más político de Qatar 2022. Irán y Estados Unidos definen la clasificación a la segunda ronda. Y define mucho más. Acá está el partido que nos describe a la perfección la idea de que el fútbol es algo más que once contra once detrás de una pelota. Se juega lo simbólico, se juega la diplomacia, los negocios, el orgullo, las disputas internas. Irán-Estados Unidos es un partido geopolítico en el que confluyen la historia entre ambos países, que tiene su propia carga, y el lugar en el que se juega, Qatar, acá en el Golfo Pérsico, el Golfo arábigo, Medio Oriente, la región que le interesa al anfitrión.

Ocurre enfrente de Teherán y en un país donde se encuentra la mayor base aérea de Estados Unidos en la zona. Al Udeid está a unos 30 kilómetros al oeste de Doha y pertenece a la Fuerza Aérea de Qatar. Desde hace veintidós años está instalado el Comando Central de la Fuerza Aérea estadounidense, un punto clave para las intervenciones en Afganistán, Irak y Siria. Los acuerdos entre el emirato y Washington vienen de lejos, desde que Qatar participó de la coalición para sacar a Saddam Hussein de Kuwait. Desde entonces, 1992, mantienen un vínculo de tensión y cooperación en distintos órdenes, también en la investigación y la formación académica. Seis universidades de Estados Unidos tienen abiertas franquicias en Doha, en Education City. 

Pero Qatar también es el principal aliado de Palestina en Medio Oriente. Es un sostén económico, un sostén político y diplomático que reclama por un Estado palestino independiente (la posición es la de dos Estados, el palestino y el israelí, en las fronteras de 1967) y también un refugio al que llegan palestinos que trabajan en sectores estatales, privados, incluso como cuentapropistas. En cada estadio está la bandera palestina. 

Con Irán tampoco es fácil la convivencia. Pero se acercó cuando en 2017 Arabia Saudita y otros vecinos -Jordania, Bahrein, Egipto, Emiratos Árabes Unidos- le iniciaron un boicot para aislarla acusándola de apoyar a grupos terroristas. Qatar había simpatizado con las protestas de la Primavera Árabe años antes. Como todo va muy rápido, ahora es Qatar el que busca acercar a Irán a esos países. Los sunnitas qataríes y los chiitas iraníes comparten el negocio del gas. En febrero pasado, Ibrahim Raisi visitó al emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani. Hacía once años que un presidente de la República Islámica no pisaba Doha. Quieren hacer un túnel submarino en el Golfo para conectar sus puertos. 

Este partido se empezó a jugar cuando la Federación de Fútbol de Estados Unidos, la US Soccer, publicó una imagen de la bandera de Irán sin el emblema islámico, la espada y sus cuatro curvas, una especie de tulipán que representa también los cinco pilares del Islam. Tampoco estaba el nombre de Alá en la bandera, una ofensa para los iraníes que pidieron la expulsión de Estados Unidos del Mundial. La US Soccer borró la publicación, dijo que sólo quería homenajear a las mujeres iraníes y en apoyo al levantamiento que se produjo desde la muerte de Mahsa Amini, una joven kurda irání de 22 años, detenida por no tener puesto de manera correcta el hiyab, el velo islámico. Organizaciones de derechos humanos denuncian 450 muertes y 18 mil arrestos desde que comenzaron las protestas, en septiembre pasado. Irán acusa a Estados Unidos de agitarlas.  

“Yo no soy muy versado en política internacional. Soy entrenador de fútbol”, respondió Gregg Berhalter, el técnico de Estados Unidos. La prensa iraní acreditada le preguntó por la base militar en el Golfo, por el racismo en su país, por la censura, por los tiroteos en la escuela. Berhalter aclaró que nadie de ellos tuvo que ver con la manipulación de la bandera iraní pero pidió disculpas. 

En la misma sala, el capitán del equipo, Tyler Adams, escuchó el reto de un periodista iraní por pronunciar mal el nombre de Irán. “Nuestro país -le dijo- se pronuncia Irán y no ‘Airan’”. La pregunta que siguió no fue más calma. Y la respuesta de Adams, que empezó con un pedido de disculpas, fue extensa pero interesante. Acá pueden escuchar todo el intercambio. 

Esto circuló mucho en las últimas horas. Pero los futbolistas y el entrenador de Irán tienen que responder estas preguntas desde que comenzó el Mundial. Carlos Queiroz, portugués nacido en Mozambique, se quejó de esto. Los jugadores contaban que jugaban para su pueblo, hombres y mujeres. No cantaron el himno en el partido contra Inglaterra -otro antiguo enemigo iraní, con el que perdieron 6-2- como apoyo a las protestas. No se trata de una posición unánime del equipo, lo que complejiza el asunto. “Nuestro pueblo no es feliz”, dijo Ehsan Hajsafi. Contra Gales volvieron a cantarlo, ganaron 2-0 con emoción. Los hinchas van a los estadios con la inscripción Woman, Life, Freedom. En el último partido, otros hinchas los enfrentaron. Los críticos dicen que son servicios enviados por el gobierno islámico. Voria Ghafouri, un futbolista iraní, fue detenido días atrás por apoyar las protestas. Acaba de ser liberado bajo fianza. 

“Si hablamos de derechos humanos, racismo, niños que mueren en escuelas por tiroteos, somos solidarios con todas las causas, pero acá tenemos que devolverles las sonrisas a todas las personas, al menos por 90 minutos”, dijo Queiroz. 

¿Cuánto se juega Irán en este partido? Está ahí su clasificación, su situación interna, la de sus jugadores y su pueblo, y lo que simboliza una historia que tal vez tuvo su punto alto con el golpe de Estado que en 1953 provocaron Estados Unidos y Gran Bretaña contra el primer ministro Mohammad Mosaddegh, que había nacionalizado el petróleo. Se conjugaron el TPAJAX Project de la CIA y la Operation Boot del M16. El poder fue para el Shah Mohammad Reza Pahlavi, el petróleo fue para Washington y Londres. Hasta que en 1978 llegó la Revolución Islámica. 

En Francia 98, en Lyon, hubo un Irán-Estados Unidos. Se la llamó “La madre de todos los partidos”. La televisión ordenó no mostrar ningún símbolo que ofendiera en las tribunas. Se reforzó la seguridad porque había temor a una invasión de campo. Bill Clinton dio un discurso para alentar a su selección. “EEUU nos impuso una guerra de ocho años con Irak que costó la vida de medio millón de iraníes. Hay muchas familias de mártires deseando que ganemos. Tenemos esa obligación, es el partido de nuestras vidas”, dijo Khodadad Azizi, delantero de Irán. Pero cuando llegó el partido, los jugadores iraníes salieron con ramos de rosas blancas para sus rivales. Los equipos posaron juntos. Irán ganó 2-1. Hubo fiesta persa. “Les hemos hecho probar de nuevo el amargo sabor de la derrota”, celebró el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei. Tiempo después se organizó un amistoso en Estados Unidos. Fue empate 1-1. “Hicimos más en 90 minutos que los políticos en veinte años”, se jactó el suizo Jeff Agoos, que jugó para Estados Unidos.

Esta generación de futbolistas estadounidenses supera a la de esos años. Queiroz lo resumió explicando que su rival de hoy hizo la transición del soccer al fútbol. Berhalter, el actual entrenador de Estados Unidos, comentó el partido en Lyon para televisión. “Todavía arde en mi mente”, dijo ayer. Puso como ejemplo a los iraníes. “Había un equipo -recordó- que realmente quería ganar el partido ese día y otro que no. Para que tengamos la oportunidad de avanzar en esta Copa del Mundo, vamos a tener que jugar como lo hicieron ellos”. Ese respeto futbolístico también sale a la cancha hoy. Y hay un hijo de futbolistas de ese partido en cada equipo, Giovanni Reyna (hijo de Claudio Reyna) y Amir Abedzadeh (hijo del arquero Ahmad Reza Abedzadeh).

Juegan en el estadio Al Thumama, que tiene forma de gahfiya, la gorra que usan los hombres árabes. Es a las 16 de la Argentina, a las 22 de acá. Y puede ser un gran partido.

Ahí vamos a estar, mañana les cuento.

Hasta la próxima carta,

AW