De chico, José Sosa ni siquiera veía fútbol europeo. Menos, como tantos en la actualidad, soñaba con jugar en Bayern Munich, Napoli, Atlético de Madrid o Milan. Su padre, también José, tampoco le insistía con irse a probar a Boca o a River, a Rosario Central o a Newell’s. La competencia pasaba por Carcarañá, su pueblo de Santa Fe, y él jugaba en Cremería. Eso recuerda ahora Sosa desde Turquía, donde es, a los 34 años, el capitán de Trabzonspor. Enganche reconvertido en todocampista, el Principito surgido de Estudiantes de La Plata habla, en cuarentena, de los orígenes de los futbolistas, de la opresión a la mujer en Turquía, de los secretos de la mitad de la cancha, de la Selección Argentina, y de Bilardo, Messi y Riquelme. Todo, en una pausa de su trabajo: pintar dibujitos y armar legos con sus hijas gemelas de cuatro años, Alfonsina y Rufina.
-¿Empezaste a jugar al fútbol gracias a tu mamá?
-Eso cuentan en los asados del pueblo… “Vos callate, que la que le enseñó a patear a tu hijo fue Nelly”, le dicen a mi papá. Teníamos un campito enfrente de casa, en el barrio Los Pinos, y había torneos de hombres y de mujeres. Hoy es más común. No sé si será por un tema del pueblo que jugaban todos, nenes y nenas. Mi mamá jugaba los torneos de mujeres. Dicen que tenía condiciones, que era muy habilidosa.
-¿Cómo vive la mujer en Turquía?
-Cuando miro fútbol no miro una cuestión de género. En el último tiempo hubo un cambio en el nivel de las mujeres. Cada persona tiene que tener su posibilidad. Carolina, la madre de mis hijas, juega torneos con amigas en Buenos Aires. Turquía viene atrasado en cuanto a la mujer. Igual en el fútbol. No le dan importancia ni exposición como en el mundo.
–En 2003, Bilardo hizo entrenar a dos jugadoras de Estudiantes con el plantel masculino de Primera. Y a vos te mandó a hacer leña.
-Siempre estaba adelantado. Era el más chico y me habrá visto flojito y flaquito. Estábamos elongando con Basanta después de un entrenamiento y nos llama. Nos lleva por el country de City Bell y, al lado de una puerta, había un hacha. “Agarren”, nos dice. Caminamos y había unos terrenos al lado del country, lleno de ramas y árboles. “Bueno, empiezan a darle”. Yo tenía un poco de noción porque en el pueblo lo ayudaba a mi viejo. Pero a Basanta le quedaron unas ampollas en las manos… Carlos me sacó de la pensión cuando entraba con Primera: decía que tenía que tener mejor nivel de vida para soportar los entrenamientos. Y me daba casi todos los días 100 pesos para ir a comer a un restaurante. Después, al otro día, le llevaba el ticket con el vuelto.
-¿Te quedó la espina de no ir al Mundial Brasil 2014?
-Acompañé a la Selección en las Eliminatorias; había un grupo fuerte, que es lo que genera Sabella. Y el día de la lista final me comunicó que no iba, con Banega y Otamendi. Fue la peor experiencia que viví en el fútbol. No pude hablar después con él. También le habrá costado. Pero tengo lindos recuerdos. Compartí mucho en la Selección y en Estudiantes.
-“Messi subestima al tiempo”, dijiste. ¿Qué significa?
-Tiene un tiempo más. A veces paso a un rival y me pongo contento, pero Messi no: enseguida tiene un segundo más para gambetear a uno tras otro. Messi pasa a dos, a tres, a cuatro, porque lo puede hacer. Y yo soy futbolista y he competido con él y en contra de él. Pero él es grandioso. Messi sorprende en cada segundo, parece que siempre tiene una solución.
-¿Fue el compañero que más te asombró?
-Messi y Román. Compartí plantel con ellos en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Estaban en una gran versión. Después, Verón. Cuando volvía de Europa y se entrenaba en Estudiantes, siempre me hablaba para mejorar algo mi juego. Cuando volvió a los 31 años, demostró un nivel que sorprendió al fútbol argentino y potenció a un equipo que fue campeón. En el Bayern, jugué con Ribéry y Zé Roberto, que eran técnica y condición física.
-¿Qué tiene que tener un mediocampista?
-Visión y comprensión del juego para ser determinante. Si bien empecé de enganche, Simeone me dio sacrificio jugando por los costados en un 4-4-2. Me explicaba que en Europa era difícil jugar con enganche, con un jugador libre. Verón me decía que en la mitad tenés que estar moviéndote y pensando dónde están tus compañeros, siempre enfocado, en posición. Quizá cuando sos joven pensás en hacer una gambeta. Pero después el fútbol fue cambiando a nivel estadísticas. La competencia Messi-Cristiano Ronaldo potenció los números. Entonces la gambeta y el hacer algo lindo no servía. Si no sumás un gol o una asistencia… Era un gambeteador, iba para adelante, pero después te das cuenta de que el fútbol es también tener un poquito de calma, pausar, tenerla, acomodar al equipo, tratar de que los otros se muevan para encontrar desequilibrio. El fútbol al principio es un juego y después un juego a descifrar para poder ganar.
-¿Te gusta que el fútbol se base tanto en los números?
-No le presto atención. Escucho a Riquelme, a Verón. Se habla de la efectividad del pase en cada partido. Ahora, si vos te fijás que ese jugador que tuvo el 95% de efectividad siempre da pases para el costado o para el arquero, no sirve. Es como dice Riquelme: no me pongo loco si pierdo una pelota, voy a seguir intentando para después meter un pase gol y ganar un partido. Prefiero perder dos pelotas y meter dos pases de gol, no tener 95% de efectividad tocando la pelota a los costados. Cada vez que erro un pase me vuelvo loco, pero no es el fin del mundo.
-¿Por qué salen tantos futbolistas de Rosario y Santa Fe?
-Hay mucha competencia en los pueblos. El fútbol ahí es todo. Hoy el anhelo de un chico se fue para otro lado, pero en ese momento era el equipo del pueblo. La competencia en el campito era la formación. Por esa pasión salen tantos jugadores. Pero la pasión nace en el pueblo. Mi vieja me llamaba para comer y gritaba mi nombre, nada más, porque era de noche y no se veía nada. En Europa me quedaba pateando descalzo después de los entrenamientos y me miraban con cara de loco. “¿Qué hacés?”. Me crié jugando descalzo, y en las ciudades no es normal. Lo que nos pasa es que la pasión se transforma en una oportunidad.
-Una vez ya volviste y fueron subcampeones de Argentinos con Estudiantes en el Clausura 2010.
-Sí, cuando estaba en el Bayern Munich. Con ese equipo sentí que jugábamos y ganábamos, y no es fácil de sentir. Era un grupo humilde dedicado al trabajo, típico de los de Sabella. No es verso lo que dice la gente, que jugaba mejor que el campeón de 2006: soy del palo de Estudiantes, y es feo decir que ese era mejor equipo y no ganó.
-¿De chico eras hincha de Estudiantes?
-No miraba mucho fútbol. Jugábamos siempre a la pelota. Pero cuando viví en la pensión, mirábamos la Reserva con la hinchada y, antes del partido de Primera, los pibes de las inferiores repartíamos un diario en blanco y negro que salía 50 centavos y con eso juntábamos para las galletitas. Y en la vieja cancha. Eso me llevó el sentimiento a Estudiantes.
-¿Y no veías a un jugador?
-A Maradona. Todos los chicos mirábamos a Maradona. Me daba alegría y ganas de jugar al fútbol.