El Grupo Clarín terminó la semana con otra alegría. El pasado viernes 17, como ocurre casi sin pausa desde que Mauricio Macri llegó al poder, el valor bursátil de la compañía trepó otro 0,5% y la cotización alcanzó un nuevo pico histórico. En palabras llanas: Clarín cada vez vale más.
Según las estadísticas de la Bolsa de Comercio de Buenos, los $ 252 que cotizó la acción del Grupo en la ronda del viernes fue el máximo valor que obtuvo el multimedios en las últimas 252 ruedas, período en el que la acción acumuló alzas cercanas al 45 por ciento. Los números coinciden con los del balance que Clarín hizo público a principios de la semana que pasó, donde declaró ganancias por $ 4179,6 millones, un 43,3% superior al 2015. Clarín, parece, tiene la fórmula para crecer fuerte en medio de una prolongada y profunda recesión.
En su balance el Grupo declaró haber facturado unos 41.178,2 millones de pesos en 2016, lo que implica un incremento del 48,2% en las ventas respecto del año anterior. Sobre ese total, Cablevisión aportó $ 30.571,2 millones, es decir, más del 70% de los ingresos. Ese aporte explica por qué el Grupo estaba obsesionado con recuperar el negocio del fútbol, pilar sobre el que se cimentó la expansión de la cablera a lo largo y ancho del país.
Pero no es solo la preservación de posiciones oligopólicas lo que motiva a Clarín. En el apogeo de la oferta on demand, el deporte y las noticias son de las pocas cosas que los televidentes necesitan recibir en vivo y en directo. El fútbol, además de un formidable negocio, es un imán que atrae a audiencias masivas y diversas. Y el poder de Clarín radica, precisamente, en concentrar la mayor cantidad de audiencia posible para irradiar sobre ellas su «toque de atención sobre los problemas de los argentinos».
El kirchnerismo intuyó bien la necesidad de disputar audiencia mediante el fútbol. Pero una ejecución económica viscosa y políticamente procaz metió al Fútbol para Todos en la bolsa de lo que Cambiemos denomina «pasado». Eso abrió la puerta para que Clarín recuperase su joya más preciada justo cuando se dispone a disputar el negocio que más ambiciona: la provisión de telefonía móvil.
La obscenidad con la que el gobierno favoreció el arribo del multimedios en ese mercado es tan escandalosa como el evidente blindaje mediático que el multimedios le provee a Clarín. El macrismo se equivoca, sin embargo, si cree que la sucesión de concesiones al multimedios garantizan la continuidad del blindaje. Cualquier político argentino más o menos entrenado sabe que encomendarse a los deseos de Clarín es pan duro para hoy y hambre para mañana frente a ese grupo económico insaciable y voraz.