Juan Román Riquelme mira la tele y toma mates en su casa de Barcelona. Juegan, en Argentina, Boca-Racing en La Bombonera. Es la noche del 4 de diciembre de 2016. De pronto, dice: «Me mandó un mensaje Andrés para ir al entreno, como dicen estos». Mueve la bombilla, una pausa, y sigue: «Le pregunté a qué hora arrancaban. Me dijo que vaya a eso de las diez. Ni le contesté. Duermo hasta tarde, olvidate». Andrés es Iniesta, el futbolista que tiene como faro a Riquelme, el argentino que en el 6-0 de la Selección ante Serbia y Montenegro en Alemania 2006 acertó el 99% de los pases. Iniesta es el hombre que hizo feliz a un país de un zapatazo, el derechazo que terminó en el gol a los 116 minutos de la final de Sudáfrica 2010 ante Holanda, primer Mundial en la historia para España. En Rusia 2018, después del affaire de Julen Lopetegui, y a los 34 años, Iniesta jugará su última Copa del Mundo. Y, sobre todo, asumirá con Sergio Ramos y Piqué la autogestión del equipo después del despido del entrenador, y más allá de la figura de Fernando Hierro, su reemplazante. La selección española, para los jugadores. En especial, para Iniesta, acaso el jugador de tranco corto que mejor interpretó en el siglo XXI que la velocidad, en el fútbol, es fruto de la relativa lentitud previa.
Como Andrea Pirlo en Brasil 2014, Rusia será la última salida a escena de Iniesta en el alto nivel. Lo que le quede como profesional seguirá luego en el Vissel Kobe de la liga japonesa. Será, también, el comienzo del final de una generación de jugadores que protagonizaron la mejor etapa en la historia de la selección española, el paso de la furia al pase. Iniesta, Sergio Ramos y David Silva, campeones en Sudáfrica, ganaron la Eurocopa 2008 con Luis Aragonés como entrenador y extendieron los éxitos con Vicente del Bosque. Fue el tiempo de la transformación: juego asociado, triángulos, posesión de la pelota. Cuánto influirá en el grupo la traicionera salida de Lopetegui, cooptado por el Real Madrid, es la incertidumbre que empezará a resolverse en el debut ante la Portugal de Cristiano Ronaldo en Sochi y que seguirá en la definición de la clasificación con Irán y Marruecos. «Alemania ganó el Mundial 74 gestionado por los propios jugadores -dice el periodista Aitor Lagunas, editor de la revista Panenka-. Una Italia en shock tras el caso Calciopoli ganó en 2006. Quien piense que los Ramos, Iniesta, Piqué y Busquets no van a dar batalla, se equivoca. Hay pesos pesados y mucho fútbol en ese vestuario».
Iniesta -único futbolista entre los 23 de España que metió un gol en un Mundial, 15 años en Primera, 30 títulos, un catedrático del juego- compartirá la comandancia interna de España. Invicta en 19 partidos, en la semana previa el equipo vivió de reunión en reunión en la concentración de Krasnodar. Con Lopetegui, con Hierro, con Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol. «Iniesta no se ha ido. Todavía tiene que hacer un último gran favor al fútbol español -dijo Hierro en una entrevista con el diario Mundo Deportivo, antes de convertirse en el seleccionador de España, cuando era el director deportivo-. Nosotros confiamos en Andrés. Cuando se piensa en todos los jugadores que no están, pensábamos que se les iba a echar de menos por todo lo que habían dado, porque fueron ejemplo de comportamiento y profesionalidad y porque con su juego maravillaron al mundo y lo ganaron todo».
Furioso hincha del Real Madrid hasta que a los ocho años entró a La Masía del Barcelona, Iniesta cree que la eliminación en primera ronda en Brasil fue una lección: que deberán aprender para no repetir en Rusia. La selección volverá a depositar su poderío en los mediocampistas, la marca de agua de España. A Iniesta y los experimentados se les suman los debutantes Thiago Alcántara, Isco, Marco Asensio, Saúl Ñíguez y Lucas Vázquez.
«No será fácil -advirtió Iniesta, que debutó en Alemania 2006-. Son muchos años ahí arriba. Cada uno tiene sus expectativas y alicientes. Yo tengo la sensación de que podemos hacer un gran papel. Tenemos equipo y estamos advertidos por lo que nos pasó anteriormente. Si lo hacemos medianamente bien, tendremos un buen destino. Hay que tener en cuenta las buenas expectativas y también sentir que si no estamos como debemos, puede volver a pasar lo que ya pasó y salir mal». En Rusia, con una pelota en el pie, Iniesta se despide del mundo.