Ariel Holan será el entrenador de Independiente en 2018. Ayer quedó confirmado cuando la cuenta de Twitter del club subió las fotos del técnico junto a Hugo Moyano, el presidente, y otros dirigentes, en plena firma del contrato. Seguirá sin su preparador físico, Alejandro Kohan. Atrás quedaron días de desasosiego para los hinchas. Atrás también quedó el argumento que entregó Holan en su carta de despedida del miércoles: el apriete de la barra brava.
Para rastrear el trasfondo de este amague hay que irse hasta principios de septiembre, cuando con el cierre del mercado de pases en el fútbol argentino y la Superliga en marcha, un representante que había intentando colocar a un jugador en Independiente dijo en una charla informal: «A Holan le queda poco tiempo. No arregla con los representantes, no quiere saber nada. Me parece que le van a hacer la cama». A pesar de la transferencia frustrada, el hombre sabía de lo que hablaba. Holan, el entrenador que ganó la Copa Sudamericana, llegó en diciembre de 2016 de la mano del representante Christian Bragarnik. Pero antes de mitad de 2017 se peleó con él y, en los últimos meses, Fernando Hidalgo comenzó a asesorarlo. Hidalgo fue el primero que se reunió con los dirigentes por la vuelta. «Siempre le voy a estar agradecido a Bragarnik porque fue el único que nos dio la posibilidad de trabajar en el fútbol cuando nosotros veníamos del hockey», sorprendió Kohan en el Maracaná. Más allá de la carta en la que Holan explicó que se iba por motivos de seguridad a partir de la apretada de la barra, la separación con Kohan, quien dio primero el paso al costado, fue otro de los detonantes de la reacción, siempre con las sombras de los representantes.
«El técnico soy yo y después a los jugadores los dirijo yo, Puma. Y no le voy hacer tirar la guita a ustedes ni a tener un jugador que no voy a poner. Zelarayán no corre, no es jugador de alto rendimiento», le dice a mitad de año Holan a Jorge «Puma» Damini, secretario deportivo de Independiente, en un audio filtrado a la prensa, en relación a Lucas Zelarayán, enganche argentino de Tigres de México, donde Bragarnik maneja el mercado. Holan se mantuvo alejado de los representantes después de la mala experiencia con Bragarnik. No le gustaba, incluso, que los dirigentes interfirieran. A mitad de año, todos los jugadores que llegaron fueron en calidad de libres, y ninguno acercado en exclusiva por la dirigencia: Fernando Amorebieta, Gastón Silva, Nicolás Domingo, Jonás Gutiérrez y Juan Manuel Martínez.
El jueves 19 de octubre, Pablo «Bebote» Álvarez, el líder de la barra, caído hoy en desgracia, interceptó el auto en el que viajaba Holan y le exigió 50 mil dólares. Desde entonces, Holan se mueve con custodia policial. Cuánto tuvo que ver la dirigencia que encabeza Moyano en ese episodio -y en especial Noray Nakis, el encarcelado vicepresidente acusado de integrar una asociación ilícita con barras- con lo que desembocó en el alejamiento de Holan, es todavía una cuerda por la que tiran en la causa que investigan el juez Luis Carzoglio y la fiscal Laura Carballal por «privación ilegítima de la libertad, extorsión y amenazas».
El distanciamiento entre Holan y Kohan, una relación que nació en 1991 en el hockey de Lomas, rompió parte de lo que habían construido en Independiente. Por fuera del dinero que se dividían en partes iguales, Holan quería -quiere- un proyecto integral a largo plazo con las inferiores, que casi se desmorona con la partida de Kohan, quien había determinado la mayoría de los colaboradores en el cuerpo técnico, entre ellos su hijo Tobías, encargado de pilotear los drones y analizar la información de los GPS. «Él tiene una mirada y yo otra -había dicho Kohan, el amigo de Bragarnik que no fue al casamiento de Holan-. Desde que volvimos de Brasil no hablamos. Es real que desde un tiempo a esta parte teníamos una relación más distante. Le deseo lo mejor, pero no voy a seguir».
Un Holan de espaldas, abrazando a un hincha, fue la foto que subió Hidalgo a su cuenta de Twitter el miércoles, con el adiós del entrenador de Independiente. El mensaje que acompañaba a la imagen: «Sin palabras». Hasta la vuelta.