El bloqueo de Agustín Loser al brasileño Douglas Souza, cómo enseguida desplomó sus 23 años sobre la rodillas, llorando, tapándose la cara con la camiseta argentina, fue la escena del bronce que el vóley consiguió en Tokio 2020. Contra Brasil, el campeón olímpico en Río 2016. El deporte necesita sus clips para la repetición, el recuerdo, estos cinco segundos serán los que queden en la memoria.
Es justo con Loser que se haya convertido en la imagen de la medalla porque su bloqueo fue fundamental en todo el recorrido de la selección en estos Juegos Olímpicos. Una pieza más del equipo modelado por Marcelo Méndez. De la energía juvenil de Loser a la conducción experimentada de Luciano De Cecco. De los bombazos de Bruno Lima, el nene, al ataque de Facundo Conte, el heredero. Pasaron 33 años desde el bronce en Seúl 88, donde con la camiseta 7 había otro Conte, Hugo, el padre. Los dos entregados a un equipo. Los dos con el bronce en sus casas y en las de sus compañeros.
El deporte argentino construye a esos hombres y mujeres cuyos talentos se ponen al servicio de lo colectivo. Puede haber muchas explicaciones, como la tradición de los clubes, la falta de apoyo a las disciplinas individuales, cierta idea de la argentinidad, la capacidad de sostenerse en ligas de afuera y luego juntarse acá, la que se ensaye, pueden ser muchas, pero lo cierto es que hay algo ahí, en el armado de colectivos deportivos.
Otro momento de la semana que no fue medalla pero fue emoción lo entregó Luis Scola. Lo construyeron los demás, pero fue de él, su obra. La selección argentina de básquet se quedaba afuera de Tokio 2020, perdía por mucho con Australia en cuartos de final, pero el partido se detuvo para aplaudir a la leyenda, para despedirlo, a los 41 años. Pudo verse ahí la dimensión total de lo que significó Scola para la selección argentina, pieza vital de la llamada Generación Dorada. Si Emanuel Ginóbili fue el asalto a la NBA, el entrismo argentino al show deportivo más espectacular, Scola fue el nombre de una selección que marcó las últimas dos décadas.
Scola, el último eslabón de esa generación, fue un símbolo no solo por lo que entregó –y consiguió– en la cancha. También por lo que hizo afuera, su rol clave para enfrentar a la dirigencia en 2014 y modificar el rumbo de la Confederación Argentina de Básquetbol. Scola encabezó esa rebelión que removió a la cúpula de la CABB, luego investigada en la Justicia por irregularidades. Scola ejerció un liderazgo completo.
El país de Diego Maradona forma grandes capitanes. Y si no son capitanes, son equipos que parecen mancomunados en una idea. La primera medalla argentina de estos Juegos llegó por el rugby, su modalidad seven. Y la segunda vino por el hóckey sobre césped. En el cierre de Tokio, los abanderados serán Noel Barrionuevo y Pedro Ibarra, dos símbolos. Los Leones se fueron sin nada de Tokio, pero vienen de un oro olímpico. Las Leonas siguieron tejiendo esa idea que se inició en Sydney 2000 con la medalla de plata. Veintiún años después tienen otra. El viernes, en Radio Con Vos, Vanina Oneto, Leona fundacional, dijo algo así como que la medalla en Tokio aseguró 20 años de hóckey en la Argentina. Porque es lo que contagia en las pibas que quieren ser Leonas, que un día vieron a Luciana Aymar y otro a Belén Succi. Cinco medallas en seis Juegos Olímpicos no es una casualidad.
Los últimos 20 años entregaron a las dos grandes selecciones argentinas, la de básquet masculino y la de hóckey sobre césped femenino. Coincidió con una sequía del fútbol, que sin embargo tuvo en ese tiempo dos medallas de oro en Juegos Olímpicos con la Sub 23. La mayor, en cambio, recién terminó este año con ese desierto después de haber levantado la Copa América. Lionel Messi, oro en Beijing 2008, se desahogó en Brasil. Estuvo como nunca antes conectado con la idea, tomando la conducción del equipo, arriándolo, corriéndose cuando hiciera falta.
Como si ambos sucesos tuvieran una concordancia, el título de Copa América deriva en el fin de una era de brillo para el fútbol global, la que unió a Messi con Barcelona. El mejor jugador del mundo al servicio de un equipo que llevó a la plenitud la idea del uno para todos y todos para uno. Vivió más de 20 años, ganó todo. Se mudará a París: presentación en la Torre Eiffel, dinero qatarí y un PSG rebalsado de estrellas. Nadie duda, sin embargo, quién será la más brillante.