Cuando una canción se metía en el corazón de la gente, no decía que era un hit. Gilda hizo canciones que “fueron un gol”, como Pasito a pasito y La puerta. Así las llamó en la última entrevista antes de su muerte en un accidente en la Ruta 12 de Entre Ríos, a sus 34 años, el 7 de septiembre de 1996. Veinticinco años más tarde, Gilda todavía es la banda de sonido de las hinchadas del fútbol argentino. Sus melodías reviven en las canchas. Miriam Alejandra Bianchi se crió en Villa Devoto. Aunque toda su familia era de Vélez, no tenía parentesco con Carlos Bianchi. Antes de revolucionar a la industria de la música tropical, había sido una maestra jardinera que soñaba con cantar. En 2008, doce años después de su muerte, “Fútbol de Primera”, que pasaba todos los goles de la fecha por primera vez los domingos a la noche, musicalizó una apertura del programa con la cumbia Sigo el ritmo. Mito popular, santa pagana para algunos y hasta ícono feminista, en la tribuna, sin embargo, ella es Gilda.
-¿Cuándo voy a ser popular? -le preguntó a Juan Carlos “Toti” Giménez, su director musical, a principios de 1996.
-El día que la hinchada de Boca cante tus canciones.
Gilda fue popular, como la conocemos hoy, recién después de su muerte. Tenía seguidores y fanáticos, pero popular era en Bolivia, donde había sido disco de oro. “Nosotros empezamos con una idea, una locura: querer convertirla en una estrella. En ese momento vi lo que ahora ven todos. No la parte mítica, sino que tenía un gran carisma -le contó Toti Giménez a la revista Caras y Caretas-. Ella no llegó a verlo, pero creo que no me equivoqué. Las hinchadas siguen cantando sus canciones, que también son mías”. La Subcomisión del Hincha de Vélez inauguró el año pasado un mural con la cara de Gilda frente al Polideportivo, en Juan B. Justo y Elpidio González. “Gilda era pura ternura. Es un mimo hermoso para nosotros. Nunca nos deja de sorprender este tipo de manifestaciones. Nos llenan el alma. Cada vez que pase por acá me voy a emocionar al verla”, dijo Laura Cebrian, prima de Gilda. Raúl Cagnin, su exesposo, y Fabricio, su hijo, son hinchas de Vélez.
El periodista Alejandro Margulis, autor de la biografía Santa Gilda, aporta un matiz en el sentir futbolero: “Su papá era hincha de Vélez y quería transmitirles esa pasión a sus hijos. Pero a Miriam no le gustaba Vélez, sino Boca, influencia tal vez de su tío Mario Luis, el Pocho, hermano de su madre, que alguna vez le regaló una camiseta de Boca. Ella la usaba sólo cuando su papá no estaba, cuando no la veía”. Cuando Omar Bianchi, su padre, volvía del trabajo, Gilda se cambiaba los colores: lo esperaba con la camiseta de Vélez. “Era para llevarle la contra -dice Margulis-. Por eso algunos creen que era de Vélez. Aunque no era muy futbolera, era de Boca”. Dulce, respetuosa, alegre, romántica, de bajo perfil, Gilda enamoró con ritmos de cumbia peruana y canciones de puño y letra. Es libro, película, estampita, remera, póster. El tema No me arrepiento de este amor fue reversionado por bandas de punk, rock y pop. Los partidos políticos lo utilizaron en campaña. Pero ningún otro lugar, como el fútbol, la recuerda fin de semana tras fin de semana.
En los últimos años, sus letras reaparecieron en lemas del movimiento feminista. Pero Gilda ya había entrado a los vestuarios del fútbol femenino a mediados de los 90. Mónica Santino, entrenadora del equipo La Nuestra de la Villa 31 de Retiro, era jugadora de All Boys en 1997. “Ese año -cuenta- entramos al fútbol de AFA y jugamos los campeonatos más importantes de nuestras vidas. A Gilda la traían las compañeras que vivían en Merlo y Marcos Paz. Aparte de cuando salíamos a bailar, empezó a sonar en el vestuario. No necesariamente ganábamos, sino que salíamos a comernos la cancha, con más confianza”. Santino se recibió años después de entrenadora y se adentró en el feminismo. Ahí deconstruyó sus letras. “En el vestuario era el talismán, alguien que te acompaña, que te ayuda a no bajar los brazos. Pero con Fuiste o Sigo el ritmo, que dice que el compañero no la dejaba salir, que ‘cerró la puerta, puso la traba / me escapé por la ventana’, fue decir: ‘Yo lo hacía, hacía lo que quería igual’. Ahora sabemos que Gilda se abrió paso en un mundo absolutamente machista, con polleras cortitas, flaquita y bonita, no como otras referentas de la bailanta de aquellos años. Pero en aquel vestuario de All Boys, Gilda era la felicidad, lo que nos hermanaba. Podíamos perder o ganar, pero nos sentíamos hermanas, juntas”. Por iniciativa de Santino, en 2016 se proyectó en la cancha de la Villa 31 la película Gilda, no me arrepiento de este amor, protagonizada por Natalia Oreiro.
En La Plata, desde 2017, una escuela de entrenamiento de mujeres -la mayoría estudiantes de la ciudad y del Interior- homenajea a la artista: Alianza Gilda es un equipo en el que muchas chicas se inician en el fútbol, cuyo leitmotiv es que “ninguna jugadora es tan buena como todas juntas”. Gilda, se sabe, rompió mandatos y cadenas. “Cuando arranqué sabía que quería ponerle el nombre de alguna referenta popular. No podía salir de Eva Perón, pero sabía que quizá sólo iban a venir las peronistas. Y como en el grupo de amigas y amigos de Educación Física escuchamos bastante a Gilda, salió ese nombre. El ‘Alianza’ tiene que ver con la cuestión colectiva”, dice Luciano Bacca, profesor de Educación Física. Alianza Gilda llegó a reunir a 45 jugadoras en 2019. Y un año antes salió campeón de un torneo de fútbol femenino amateur en las canchitas de las calles 27 y 42. “Algunas de las pibas jugaron con el pañuelo verde -detalla Bacca-. Pero el recuerdo es que me decían: ‘Yo nunca salí campeona de nada’. Y yo les hacía un chiste: ‘Son las jugadoras de Corazón valiente‘”.