Justo antes del Superclásico, apenas a un par de fechas de visitar el Monumental, Boca encontró el fútbol. En los últimos dos partidos, nada menos que contra San Lorenzo y Racing, floreció el juego del equipo. Y el gran responsable es Fernando Gago.
A los 30 años y después de soportar una lesión grave en el tendón de Aquiles, el 5 volvió para dejar en claro que es un jugador de otro tiempo, de un nivel superior al resto, de una jerarquía que se destaca con facilidad. Entró en un equipo lleno de vértigo para poner la pausa y permitir que se destaquen sus compañeros. Guillermo Barreos Schelotto lo conoce bien, lo vio nacer futbolísticamente y despertar asombros con su talento, lo vio transformarse en realidad y marcharse al Real Madrid para formar parte de un equipo repleto de estrellas. Por eso sabía que su lugar en la cancha está en las inmediaciones del círculo central, solo, sin doble cinco, porque juega, hace jugar y también se la banca cuando le toca recuperar. Y ahí lo puso. Y ahí fue figura en los dos clásicos previos al Superclásico. Y ahí estará el domingo, como la gran esperanza de ganar en tierras ajenas.
Contra Racing, Gago fue el mejor jugador de la cancha. Y no es casualidad que Boca haya mostrado su mejor versión en todo el campeonato. Con él como eje, Pablo Pérez y Bentancur levantaron su rendimiento individual, mientras que Tevez encontró su lugar en el mundo como 9 retrasado o media punta o enganche o como se lo quiera llamar a ese puesto que alguna vez Pep Guardiola le encontró a Messi en un espacio de pasto a espaldas de los volantes retrasados rivales pero a varios metros de los marcadores centrales.
Todos asistidos por Gago, quien tocó la pelota 82 veces (casi una vez por minuto), más de la mitad en el campo contrario, con una efectividad del noventa por ciento. Se tiró al piso para trabar, corrió hasta quedar extenuado para recuperar y sobre todo jugó al fútbol, que es su fuerte. Con Gago en la cancha, Boca atacó por el medio, dejó de lado el estilo vertiginoso por las puntas y usó a los marcadores o a Pavón sólo como sorpresa. Así lo pasó por encima a Racing, más en el juego que en el resultado, aunque el 4-2 también da una idea de lo que fue el partido.
Gago puede jugar corto, su especialidad, pero también puede cambiar de frente con precisión y dejar a un delantero mano a mano con el arquero rival. Todo eso al ritmo, intensidad y velocidad con que se juega hoy en el fútbol de acá. Con un regreso a este nivel, Gago demostró que se puede poner la pelota debajo de la suela y levantar la cabeza o dar un pase preciso de primera por más que todo el equipo contrario se mate corriendo intentando presionar. Este tipo de jugadores se necesitan como ejemplos para los pibes de las inferiores. Todos los que quieren jugar de volante central hoy tienen un espejo donde mirarse.
Alguna vez, Gago fue el mejor socio de Messi en la Selección. Era el que más veces habilitaba al 10 con ventaja. Porque no es lo mismo pasar la pelota que dar un pase con ventaja. Y eso lo sabe bien Gago, pero mucho más lo sabe Messi. Después bajó el rendimiento, se puso muy fastidioso, se lo notaba incómodo en Boca y encima tuvo la mala suerte de lesionarse dos veces seguidas. Por eso ya casi no figuraba en los planes de nadie un regreso tan fulgurante como este. Y Boca, que estaba mucho mejor en la tabla de posiciones que en el juego, encontró el futbolista ideal para ir a la cancha de River en plena levantada futbolera, después de ganar dos partidos importantes y con un esquema de juego que lo hace temible.