En los últimos 18 años Racing fue campeón tres veces. Hay un cambio de paradigma académico: ya no es un hecho extraordinario que dé la vuelta olímpica. Sobre eso escribe Alejandro Wall en su último libro, Ahora que somos felices, que va por su tercera edición y que sí esconde una rareza para ser un libro de fútbol: entró en su tercera edición y se ubicó tercero en el ranking de no ficción de las librerías. Sobre eso también charlan Wall y Carlos Ulanovsky, que escriben habitualmente en las páginas de Tiempo, sentados a una mesa del Café Nostalgia.
Carlos Ulanovsky: –Creo que casi involuntariamente es un ensayo sobre la felicidad posible en estos tiempos donde el fútbol ocupa ese lugar. Hay que valorarlo desde ahí al libro. Porque es una felicidad a veces inexplicable. Cuando Racing fue campeón mantuve una sensación de felicidad generada por las 70 veces que canté «dale campeón» como un mantra. Eso me duró varios días, hasta que llegó la realidad y entró a nivelar.
Alejandro Wall: –A mí lo que me pasa con el «dale campeón», que me sigue emocionando el poder cantarlo, es que durante mucho tiempo se daba sólo en blanco y negro ese grito para los hinchas de Racing. Y para mí estaba vinculado sólo al Equipo de José. Era imposible pensarlo de este lado. Yo también fui feliz en los ’80 y en los ’90 siendo de Racing, pero era feliz de otra manera.
CU: –Yo voy a la cancha desde los cinco años, ahora tengo 75. Pasé por todos los estadíos. El primer partido que vi fue un Racing 2-Vélez 1, que el gol lo hizo Simes, en el ’52.
AW: –¿Vos viste cambiar al hincha de Racing en todos estos años?
CU: –Sí, porque cambió la sociedad y las motivaciones de la gente que va a la cancha. A mí me molesta profundamente que se pasen dos horas cantando contra Independiente, eso no lo entiendo. Mi pica, además, es con River porque mi hermano era de River. Un tío lo hizo de River a espaldas de mi papá, que era de Racing. Y casi siempre nos tuvieron de hijo. Pero tampoco cantaría «River puto».
AW: –A mí me gustan más los cantitos festivos, celebratorios. Pero la rivalidad es inevitable en una competencia como es el fútbol.
CU: –Pero volvamos a la felicidad. Lo que me gustó mucho es que vos pudiste ver ahora a Racing campeón con tu padre y tus dos hijos. Para mí Racing es mi papá. Es muy linda esa descripción permanente del placer de explicarles a tus hijos qué es Racing. Y también a tu papá, que es de otra época. Si yo tuviera que buscar una imagen feliz de mi infancia la ubico yendo a la cancha con mi papá. Es lo que vos contás: se genera una situación y unos contactos como no hay en el resto de la vida. Es probable que yo le preguntara en ese momento a mi papá cómo estaba con su mujer. Y él me preguntaba cómo andaba yo en el colegio. Me estremezco de recordarlo.
AW: –A mí lo que más me sorprendió de las repercusiones del libro fueron los mensajes personales. Una chica que me escribió que atravesó los días de Racing campeón con su novio en un neuropsiquiátrico. Otro pibe que me contó que a su papá le diagnosticaron cáncer y que le compró el libro porque todo este trayecto los acompañó a ambos durante el tratamiento y la situación de Racing hacía más placentera la charla. Son mensajes muy fuertes, te emocionan.
CU: –En el libro aparece un tal Pablo Ruíz que dice algo que me gustó: «La primera vez que vi a Racing campeón, tenía 22 años; mi abuelo, dos meses, en 1914; mi papá, un año en 1949; mi hijo, tres años en 2019». Me parece que eso es algo importante también: medir los ciclos de la vida a través de los éxitos futbolísticos. Yo tuve la suerte de ver a Racing campeón en el ’49, ’50 y ’51. Esperé a mi papá ansioso cuando Racing le ganó a Banfield 1 a 0 y salió tricampeón. Me contó sobre el gol de Boyé. Después seguí la campaña del ’58, la del ’61 ya fui con amigos como Nicolás Casullo, Jorge Bernetti, el Padre Mugica, Pepe Eliaschev. Después lo vi campeón en el ’66 y al año siguiente fui testigo presencial del gol de Cárdenas en Montevideo. Después vino la hecatombe. Ahí fue lógico que nos volviéramos melancólicos y escépticos. Y aprender a gozar los pequeños momentos de satisfacción.
AW: –Hay algo de la idea de la felicidad que es una línea de Esperando a Godot, de Beckett: «¿Ahora que somos felices, qué?». Y es un poco esa la sensación. Yo me levantaba en esos días y me sentía muy bien. Claro, porque Racing es campeón.
CU: –Además en esos días recibís llamados, abrazos, recordatorios. Es como un cumpleaños. Yo recibí montones. Cuando volví a vivir a la Argentina, Racing estaba en el descenso. No lo podíamos creer con mis amigos. Yo, estando en México, sólo escribí dos notas. Una cuando me enteré de que estaba enferma María Elena Walsh y otra cuando me enteré de que habían detenido a José Pastoriza, técnico de Racing en ese momento, por adulteración de nafta.
AW: –Hay algo que me dijo Pedro Saborido que me quedó. Que si vos pensabas en un tío simpático para un guión lo pensabas hincha de Racing. Ahora ya no sé si es así. En este torneo, el equipo simpático era Defensa. En 2001, todos querían que saliera campeón Racing.
CU: –¿Sí? Yo recibí muchos mensajes a los que defino como perdonavidas. Gente que me escribía: quiero que salgan campeón, ojalá se les dé. No sé si son expresiones sinceras, pero tal vez sea en ese sentido de ustedes que sufrieron tanto…
AW: –Volviendo. ¿Y ahora qué hay que esperar?
CU: –Yo soy un hincha en estado puro. Cuando Racing gana me alegra el fin de semana. Y cuando pierde, me arruina el fin de semana. Me doy el derecho de que me pase eso. No tengo que disimular de qué cuadro soy. No soy periodista deportivo… «