Daniela Cortés denunció a Sebastián Villa, su ex pareja, en abril de 2020 por lesiones y amenazas en contexto de violencia de género. Eran días de cuarentena, sin fútbol. Boca afirmó en un comunicado que se pondría en contacto con los abogados del jugador (al que no mencionaba), que estaba a disposición de la Justicia y que reafirmaba su compromiso con los “valores de igualdad y respeto, considerando a los clubes como un actor social determinante para dar esta pelea que tenemos como sociedad para erradicar la violencia de género”. Esa declaración se tornó más significativa dos años luego ante una nueva denuncia contra Villa, esta vez por abuso sexual con acceso carnal y tentativa de homicidio.
Es la Justicia la que tiene que determinar la culpabilidad de Villa, a quien le corresponde la presunción de inocencia en ambas causas. La primera ya fue elevada a juicio oral con un pedido de dos años de prisión en suspenso por parte del fiscal, mientras que la segunda aún está en la etapa de testimoniales y recolección de pruebas. Pero del otro lado se encuentran los clubes -sus dirigencias- y su valor simbólico, lo que representan como asociaciones civiles sin fines de lucro. Eso que dijo Boca en 2020.
“Una institución que tiene llegada a una inmensa cantidad de varones y recursos suficientes es terreno fértil para desarrollar otra manera de hacerse cargo que no sea únicamente el castigo”, escribió la abogada feminista Sabrina Cartabia Groba en Anfibia. No se trata de separar a Villa, de condenarlo sin juicio previo, de impedirle que trabaje, pero los clubes -que no son sólo de fútbol- son parte de una sociedad que busca cambios. Los clubes pueden trabajar hacia adentro -con sus futbolistas, los de Primera e Inferiores- y hacia afuera -con sus hinchas y socios-.
La primera denuncia pareció olvidada aunque seguía su curso mientras Villa se convertía en el jugador más determinante del equipo. ¿Hubo alguna acción del club en el medio? ¿Qué tipo de trabajo se hizo con el plantel? En el medio lo que hubo fue un tironeo con Villa, que faltó 49 días a los entrenamientos en busca de un pase una pase, por lo que fue multado y suspendido. Y en el medio, en septiembre, se aprobó un protocolo para casos de violencia por razones de género. Dice el protocolo en su Artículo 8 sobre principios esenciales: “La persona denunciante recibirá acompañamiento integral a cargo de un equipo interdisciplinario formado a tal efecto que integra el Departamento de Inclusión e Igualdad”. Nadie de ese departamento se comunicó con la denunciante para activar el proceso. El club sólo respondió el pedido de la fiscalía para que entregue la información actualizada de Villa.
Juan Román Riquelme aprovechó una entrevista para elogiar a Villa por su profesionalismo -obviando los episodios de sus faltas-, por su talento como futbolista, además del intento de separar lo que pasa en la cancha y afuera. Riquelme es mucho más que uno de los vicepresidentes de Boca, es el máximo ídolo del club, una leyenda. Su palabra tiene peso y penetración en los hinchas que lo escuchan con -lógica- admiración. Porque los interpela, es su referente, el que marca el norte. Su ingreso a la política del club, un movimiento que terminó con 24 años de un Boca colonizado por el PRO, que sirvió de palanca para que Mauricio Macri llegara primero a la jefatura porteña y luego a la presidencia, tuvo el acompañamiento de agrupaciones con reivindicaciones feministas. Siempre se recuerda que arrasó en la mesa de damas, donde hizo la lista que encabezaba Jorge Amor Ameal -y que llevaba a Román- hizo la diferencia.
No es sólo lo que dijo Riquelme, es lo que no dijo. La posibilidad de construir un terreno donde el fútbol trabaje para terminar con la violencia de género, no sólo la que puedan ejercer sus jugadores. Villa, en cambio, salió empoderado de esas palabras. ¿Qué puede sentir una víctima ante eso sino es una revictimización? Cuando se pregunta por qué una mujer no denuncia, por qué demora en hacerlo, por qué duda, hay que responder que lo hace, entre otras cosas, por esos pactos. Si hacía falta algo, el club agregó un saludo en sus redes por el cumpleaños del jugador, una provocación. Y luego Villa escribiendo sobre el lobo y caperucita. A veces, y no sólo con este caso, se impone en los clubes la idea de que deben cuidar el activo del club, lo que vale el futbolista. Cuidar el patrimonio. Agustín Almendra, sin embargo, sigue castigado por haber ofendido a Sebastián Battaglia. ¿Es más grave esa ofensa que una denuncia por violación?
Ahí también surge la cultura del hinchismo. Los que señalan a los rivales para tratar de exculpar a los propios. O que se hacen los distraídos con los propios y alzan la voz con los rivales. Los que que buscan operaciones o hacen defensas cerradas. No es sólo Boca, son todos los clubes -aún con los avances conseguidos- los que deben hacerse cargo. Sin que el prisma de los colores nuble el horizonte.