Sobre el mediodía ecuatoriano, cuatro horas antes de que comenzara el partido entre Barcelona de Ecuador y Flamengo, el estadio Nacional de Guayaquil estaba inhabilitado, cuatro futbolistas del equipo brasileño permanecían varados en Manaos porque el aerotaxi en el que viajaban no tenía permiso para sobrevolar suelo peruano y  el Instituto Geofísico de Ecuador registraba cinco alertas de emisión de columnas de gas y ceniza hasta 1500 metros sobre el nivel del cráter del volcán Sangay, que en los últimos días cubrió de un manto gris la ciudad más poblada de ese país. Pese a todo, a las 19:15, como estaba pactado, el peruano Diego Haro marcó el inicio del juego. Los cariocas se llevaron el triunfo por 2 a 1, pero el resultado fue lo de menos en un partido que parecía imposible.

“No todo es a cualquier precio, no todo es a como dé lugar”, había advertido Marcelo Gallardo, entrenador de River, antes de la reanudación del torneo. Una semana después de aquella sentencia pareciera que sí vale todo. El show del fútbol sudamericano debe seguir, al punto que el torneo continental se reanudó en el momento en que la región es epicentro de la pandemia y tiene a cinco (Brasil, Perú, Colombia, Argentina y Chile) de los doce países con más contagios en el mundo. Ocurre que Conmebol ya cobró el dinero de la televisación y de los patrocinantes y se lo giró a los clubes. La entidad con sede en Asunción, que tuvo muchos problemas de organización en la Libertadores antes de que existiera una pandemia, camina al ritmo de los 500 millones de dólares que mueve el torneo. Más allá del negocio, no hay manera de eludir los bochornos como los de este martes.



El Mengao, último campeón de la Libertadores, arribó hace una semana a Quito, a 2.850 metros de altura, para el choque con el local Independiente del Valle, en el que fue humillado por 5-0 el jueves pasado por la tercera jornada del Grupo A de la Libertadores. Después descendió al puerto guayaquileño, donde el domingo fueron diagnosticados positivos de coronavirus seis de sus jugadores. El lunes se sumaron tres más. De los nueve positivos informados, siete son jugadores: Mauricio Isla, Matheuzinho, Filipe Luís, Diego, Michael, Vitinho y Bruno Henrique. También se contagiaron el jefe del departamento médico del club, Marcio Tannure, y Juan (exdefensor de la Selección e integrante del departamento de fútbol).  

La jornada del martes comenzó con una inspección de un equipo municipal para “ ejecutar un informe técnico y las acciones a seguir», según manifestó la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, por Twitter. Guayaquil fue uno de los primeros focos en América Latina, muy golpeada en abril, al punto que se desbordaron los sistemas hospitalario y funerario con escenas dramáticas en la calle. Acaso por eso el ayuntamiento estableció al mediodía que la inhabilitación del Monumental. Conmebol insistía que se jugaba, pero no había donde. Una hora más tarde el ministro de salud ecutoriano, Juan Carlos Zevallos, aseguró que “no existe razón sanitaria alguna para que el encuentro futbolístico no se realice esta tarde ya que los infectados están aislados y no representan amenaza alguna para Guayaquil”. 





La excursión carioca por Ecuador fue una pesadilla. Primero, por el 0-5 ante Independiente del Valle. Luego, por la lesión de su figura Gabriel Barbosa, “Gabigol”. Después llegaron los casos positivos de Covid-19. Además, debió suspender la práctica del domingo porque la ciudad se vio afectada por las cenizas del volcán Sangay. Como si todo eso fuera poco, el técnico catalán Domènec Torrent decidió convocar a los juveniles João Lucas, Natan, Guilherme Bala y Rodrigo Muniz para completar el banco de suplentes. Salieron el lunes en un aerotaxi desde Río de Janeiro hacia Guayaquil, pero debieron volver a Manaos, donde estuvieron varados largas horas porque no tenían autorización para ingresar en cielo peruano, ruta indicada para llegar a destino. Los cuatro estuvieron sentados en el banco de suplentes, pero no ingresaron. Igual que toda la comitiva, del Monumental fueron directo al aeropuerto para volver a casa. Apenas pasaron seis horas en tierras ecuatorianos. Al menos se fueron con una sonrisa por la victoria.