Un día, a cualquier hora, te encontrás con un debate sobre si Agustín Almendra -aún castigado- podría ser titular en este Boca. Si cambiás de canal, la discusión es sobre si Juanfer Quintero ya debería estar entre los once de River o si Marcelo Gallardo tiene que repetir la formación. ¿Vuelve Darío Benedetto?, se preguntan a otra hora. La semana había empezado con que a Carlos Izquierdoz no le llegaban los tornillos para la operación. Siguió con la camiseta amarilla de Boca. ¿Les gusta? ¿Está bien? ¿No debería jugar con la original? Y en todo momento, los árbitros, si benefician a River, si perjudican a Boca, si al revés. Una excursión a la televisión deportiva argentina, ese mundo donde sólo juegan dos equipos.
Un colega que trabaja detrás de cámaras me manda el rating durante la franja en la que hablaban de Boca. Números altos. Me indica el momento en el que cambian de tema. El número baja. Pasó siempre. Boca vende, repetían en las redacciones. Boca mide, dicen los productores de canales. Boca genera clicks, dicen los editores de SEO. “En la época de gloria del diario, Boca se vendía como el pan con Crónica”, me cuenta Fernando Capotondo, ex director. No sólo es cantidad de hinchas, también es la intensidad con la que viven el vínculo con el club.
Pero aún en esa lógica del negocio periodístico, siempre hubo espacio para el resto de los equipos, sobre todo para los otros grandes. Ya no queda nada. Todo lo absorven Boca y River, lo que desde hace tiempo se resume en Bover. Hace unos días, incluso, ocurrió que Ramón Ábila había hecho su primer gol con Colón y al final del partido le preguntaron su opinión sobre lo que pasaba en Boca.
Ni siquiera es cómodo para sus hinchas, que ven la sobreexposición de sus equipos y jugadores. No tanto con River, más cuidado en sus cuestiones internas. Pero Boca entrega todo el tiempo capítulos que son manjares para los debates del mediodía. Y si no los entrega van a su búsqueda. La cobertura periodística, mucho más en la previa de un Superclásico, construye la idea de un duopolio. El resto de la población futbolera tiene que hacer arqueología para encontrar algo de sus equipos. O ir a los medios partidarios, muchos realizados de manera autogestiva, que en este tiempo -incluso sólo por redes sociales- se convirtieron en algo indispensable para conocer detalles de tu club si es ese club no es River o Boca.
Para los otros dos clásicos que se juegan hoy lo que queda son los medios locales. Los de Rosario, los de La Plata. Central-Newell’s, que se jugó por primera vez en 1905, es el clásico más intenso de Argentina. La desmesura hecha rivalidad. También su violencia. La ciudad queda consumida por el partido, que además es un clásico en continuado. Aunque no jueguen, el clásico está ahí. Hay zonas donde mejor no ir con una determinada camiseta y palabras que aunque puedan sonar inocentes -aliento, hielo, parlante, pecho- son leídas como una provocación.
Gimnasia y Estudiantes, que tuvieron su primer clásico en 1916, ni siquiera pudieron compartir cancha. Sus lugares son un símbolo de la pertenencia, el Bosque y 1 y 57. Estudiantes sacó diferencia en los últimos años. Hace doce que Gimnasia no gana un clásico. La última vez fue en 2010 y hasta ese momento, incluso, llevaba cinco años sin victorias. Diciembre entregó, eso sí, el clásico de más goles en la historia, un 4-4.
Pero hay algo que sucede en La Plata y también en Rosario, y es que ahí Boca y River son apenas ecos del porteñismo. Son ciudades donde mandan los equipos locales, según una encuesta que el Sistema Nacional de Consumos Culturales realizó en 2006. Lo mismo pasa con Santa Fe, donde Colón y Unión, un clásico que se juega desde 1913, superan a Boca y River en hinchas. Los dos equipos son la identidad de una ciudad.
Los clásicos se mantienen aún cuando pasa tiempo sin jugarse. Tigre y Platense volvieron a jugar entre ellos en Primera después de 42 años. Y quince años después de la última vez que se enfrentaron en el Nacional. “Desde el 58 hasta el 2007, Tigre jugó dos años en la A, en el 68 y en 80. Y Platense la mayor parte de ese tiempo estuvo en Primera, salvo en el comienzo de este siglo. Pero así y todo, Tigre y Platense tienen 106 partidos jugados”, dice Alejandro Fabbri, periodista, autor del libro «Clásicos», hincha de Platense. Es cierto que en el medio vendría el clásico con Argentinos (desde 1980) y una rivalidad con Chacarita que hace que los calamares miren de costado a Tigre. Pero ése es el clásico. Lo mismo del otro lado. “En los últimos 30 años, Tigre generó rivalidad con Chacarita al punto de que es un clásico, parecido a lo que pasó con Platense y Argentinos. Pero Platense es un clásico desde un lugar histórico”, dice Guido Halfon, autor de «Rugirás lejos: tras los pasos de Tigre: diarios de 2012″. A tal punto lo es que el 27 de noviembre es el Día del hincha de Tigre porque en esa fecha, en 2004, le ganó a Platense en Saavedra y se quedó con el Apertura de la B Metropolitana. “Fue un partido bisagra», dice Halfon.
Una fecha de clásicos permitir volver a vivir estos cruces. Aunque queden invisibilizados por un superclásico que lo absorbe todo. Lo que importa, en todo caso, es lo que pase en la cancha.