Argentina ya había jugado su mejor partido en el Mundial en el primer tiempo, incluso a pesar de lo que podría haber sido un derrumbe anímico por el penal (moderno, de los que se cobran ahora) errado por Lionel Messi, que apenas comenzó el segundo tiempo confirmó todas las buenas sensaciones de los primeros 45 minutos: llegó el golazo feo de Alexis McAllister en un momento extraño, pero siempre necesario. Los goles apenas comienzan los segundos tiempos no tienen clímax, no se gritan con la misma intensidad, pero qué bien vienen, cómo rompen a los rivales.
Argentina tardó tres partidos pero finalmente apareció en el Mundial -y nunca es tarde mientras haya vida-, y el mérito de Lionel Scaloni fue cambiar lo que consideraba que tenía que cambiar, aún en contra de algunos apellidos que lo habían elevado a lo más alto de América. Tal vez la excepción fue mantener a Rodrigo De Paul, aún lejos de su mejor nivel, siempre con personalidad aunque demasiado errático, pero en definitiva Scaloni apostó por la realidad rabiosa de dos jóvenes que no estaban en la consideración para ser titulares, al menos en el comienzo del Mundial.
¿Lautaro Martínez estaba bajo? Adentro Julián Álvarez, de 22 años. ¿Leandro Paredes no encontró su mejor versión física? Adentro Enzo Fernández, de 21 años. Eran el futuro y lo siguen siendo pero también se convirtieron en el presente. No llegaron a Qatar como parte de la élite mundial, en especial Enzo, pero dejarán el Mundial dos o tres escalones más arriba.
Tantas veces pisoteado, el fútbol local no deja de ser un semillero para la selección, en este caso simbolizado en el River de Marcelo Gallardo: hasta hace cinco meses, Julián Álvarez y Enzo Fernández jugaban en nuestros estadios y la pasaban bien y mal con todos los rivales. ¿O acaso, antes de pasar al Manchester City y al Benfica, no fueron eliminados por el Tigre de Diego Martínez o el Vélez del Cacique Medina?
Así como el gol de McAllister empezó en Argentinos y siguió en Boca, o las atajadas del Dibu Martínez se formaron en Independiente, el segundo gol contra Polonia, la jugada del Enzo y la definición de Julián, no son de River sino de nuestro fútbol.