A los 77 años, Roberto Marcos Saporiti usa un IPhone último modelo en el que atiende llamados y responde al instante cada vez que recibe un mensaje de WhatsApp. También escribe con frecuencia en la cuenta de Twitter (@robertosaporit4) que le abrió uno de sus nietos. Se entrena, además, varias horas a la semana en el gimnasio de su edificio en Olivos. Cuando le da el tiempo, sale a correr por el predio en Ezeiza de la UAI Urquiza, el club de Primera B que dirige desde abril. Está al frente de un plantel que promedia los 24 años y no lo frena la distancia generacional. Al contrario, lo estimula.
¿Cómo es ser técnico a los 77?
Es muy bueno. Soy un agradecido a la UAI Urquiza. Es un club muy especial que me da mucha libertad y me da un espacio muy importante. Es como un revivir. Voy con una gran pasión todos los días. Siempre hay un proyecto y un objetivo, pero creo en el día a día, en el partido a partido. Me gusta el hombre que todos los días llega con ganas de elaborar cosas, de ensayar y de aprender. Todos tenemos problemas. Los jugadores también. Pueden haberse peleado con la mujer, el hermano, o quien sea. Pueden no querer entrenar y está bien: que vayan a correr tranquilos y que al otro día empiecen de nuevo. No soy de los que le gustan resolver problemas adentro de un vestuario. Prefiero tomar un café y charlar. Me gusta reflexionar.
No te paraliza la brecha generacional.
No, en absoluto. Tengo a mis nietos que me ayudan mucho y algún amigo que también me da una mano. El Coco Basile me dijo que no podía creer lo que hago y que él no podría con eso de tener tres horas y media de viaje todos los días, como yo. Se puede, pero necesitás un equipo joven, como el mío, que acompañe. Mi valor más importante es el cuerpo técnico que tengo atrás y me protege: el mayor es Claudio Ovelar, que tiene 45 años, y el más chico tiene 23 años. Estoy rodeado de gente joven con mucha capacidad y con una amplitud de trabajos y ejercicios enormes. Me mueven todo el entrenamiento. Ir todos los días a entrenar a la UAI Urquiza es un paraíso. Un placer. Pero sé que es un club especial porque no hay barras ni hay tantas presiones. Me sorprende cómo laburan y cómo crece el club. Como le digo a mi familia, voy a estar hasta que me echen y sé que los que me echan son los resultados. Entrenar en la UAI Urquiza es un volver a vivir. Me llena de energías y voy con todas las ganas.
¿Qué valor tiene el fútbol para vos?
Siempre lo pensé como un hecho cultural y de desarrollo del hombre. Mi lugar tiene que ver con lograr que el jugador crezca. Tienen que saber que tienen un don y que pueden ayudar a crecer mejor a sus hijos, a su familia y a su propio desarrollo personal y económico. Ese discurso no lo cambio. En la UAI cada tanto se los remarco: el futbolista es un líder. Es como si fuera una mini empresa que puede hacer crecer a su entorno y que todo eso lo tiene que defender. Los jugadores tienen muchas horas libres y es fundamental que las usen para estudiar, para leer, para formarse. La verdad es que de fútbol a los jugadores les hablo un 30 por ciento. No hay mucho misterio. Les podés hablar de mil cosas, pero más o menos todos juegan igual.
¿Cómo es tu vínculo con el jugador?
Sé que en fútbol seguramente no vamos a estar de acuerdo con todos los jugadores pero lo importante es decir todo en la cara. Así me he manejado siempre, sea en la Tercera División o con Diego Maradona, Mario Alberto Kempes o quien fuera. Jamás se me puede pasar por la cabeza insultar un jugador. Ni siquiera les grito. Puedo debatir y discutir pero gritar y putear jamás. En fútbol nunca nos vamos a poner de acuerdo. Cuando jugaba en GEBA no quería que me preguntaran nada. Solo les decía una cosa: lo único que sé es que tienen que jugar todos. Era una forma de tener el liderazgo pero sin imponerlo. Algunos incluso jugando en veteranos tienen la tara de que hay que ganar.
¿Qué exige el jugador?
El Coco Basile, un gran amigo, dice que quieren que corrás al lado de ellos. Yo le contesto que no. (Cambia la voz para imitar a Basile): «¿Y qué quieren?». Quieren que les tires una idea y que la puedan desarrollar.
¿Les falta compromiso político a los jugadores?
Sin ninguna duda que sí. Sin ir más lejos, acaba de ocurrir un hecho interesante en la Selección de Uruguay en la que Diego Godín y Luis Suárez, entre otros, encabezaron algunos cambios con la intención de mejorar la situación de la asociación. En Argentina estoy absolutamente convencido de que los problemas están fuera del campo de juego. La AFA se tiene que reinventar, pero los jugadores tienen una fuerza imponente. Creo que están en situación de pararse frente a Armando Pérez para preguntarle adónde estamos yendo y en qué se destina la plata. Tienen que dar el paso que ya dieron Luis Scola y Manu Ginóbili en el básquet, por ejemplo. Lo veo como un momento muy cercano. Creo que entrelíneas los jugadores ya dejaron traslucir algunas cosas en las declaraciones de los últimos partidos de las Eliminatorias.
¿Qué rol puede tener Messi en ese escenario que percibís?
Messi va ayudar adentro del campo de juego, sin dudas. Adentro de la cancha no hace falta ni discutirlo. Pero creo que puede ayudar mucho más afuera de la cancha. Es un líder, vive hace mucho en Europa y está en la élite del fútbol mundial. Si dan ese paso, la sociedad futbolera se los va a agradecer. Me gusta ver que esta legión de jugadores trate de ayudar más al fútbol argentino. Tienen un reconocimiento y un consenso popular que los avala. Ellos pueden rodearse de gente que los instruya, como un Valdano, un Bielsa, un Menotti.