Este jueves, por Copa Argentina, Rosario Central y Newell’s jugarán un partido de eliminación directa después de 13 años. El clásico más pasional del fútbol argentino, que tantas historias de color le entregó, esta vez será gris: sin público, en la cancha de Arsenal de Sarandí, un jueves laborable, a las 15:30. Pese al antecedente inmediato de marzo, cuando Boca y River definieron la Supercopa en Mendoza con el Malvinas Argentinas lleno por las dos hinchadas, esta vez nadie se quiso hacer cargo de la responsabilidad de organizar un espectáculo como el clásico rosarino. Sin embargo, esta semana sorprendió un mensaje que publicó en Twitter el titular de la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte, Juan Manuel Lugones: «Gracias @Copa_Argentina por confiar en la seguridad deportiva de la Provincia de Buenos Aires para recibir el clásico @CARCoficial @CANOBoficial Totalmente falsa la noticia que da cuenta de 350 policías para cubrir ese partido». Lo que sólo aclararía algunos tuits después es que el partido se jugará a puertas cerradas. Es decir, la seguridad no estaba garantizada.
En el imaginario colectivo argentino, para intentar bajar el tono a una pelea, se creó una frase: «Esto no es un River-Boca». Ahora, con la rivalidad tan a mano en lo cotidiano, parece ser al revés: ya no se tolera un clásico de verdad. Hasta el presidente de la Nación, Mauricio Macri, lo dejó en claro esta semana cuando le preguntaron por su pálpito para las semifinales de la Copa Libertadores: «Yo lo reconozco. Prefiero que gane un brasileño y no tener esa final porque van a ser tres semanas de no dormir».
A las 11 de la mañana Racing recibe a San Lorenzo. Hasta el miércoles, el partido tenía otro horario. El anunciado recital de Silvio Rodríguez en Avellaneda, a 300 metros del Cilindro, hizo que el partido se adelantara unas horas. La Superliga no quería dar el brazo a torcer ante el municipio, porque tiene la intención de que los fixtures se respeten, pero debió reprogramar el encuentro. Sin embargo, en estas nueve fechas ya acumula seis asteriscos: dos partidos suspendidos por motivos climáticos (Defensa y Justicia-Estudiantes y San Lorenzo-Atlético Tucumán); uno (Independiente-San Martín de Tucumán) porque el Rojo jugaba la Suruga Bank en Japón; y otros tres partidos postergados por motivos más curiosos: Rosario Central-San Martín de San Juan no jugaron porque había elecciones en el club canalla y la seguridad de Rosario no podía garantizar los dos eventos, mientras que Huracán-Argentinos y River-Defensa y Justicia se suspendieron porque ese fin de semana se organizaron los Juegos Olímpicos de la Juventud en la Ciudad y la seguridad también afirmó que no daba abasto.
Mientras, la Selección continúa con un entrenador interino como Lionel Scaloni, a quien le llegó su estreno nada menos que en el banco argentino. Su interinato hoy es lo más firme: la idea era aprovechar ese tiempo para tratar de seducir a algún DT de los que interesan. Diego Simeone, Mauricio Pochettino, Marcelo Gallardo y Gerardo Martino dejaron en claro en las últimas dos semanas que no está en sus planes ponerse el buzo de la AFA. «Hoy no pienso en la Selección», dijo Gallardo. «Es inviable», avisó Pochettino. «Ha cambiado muy poco desde que me fui, tal vez incluso está peor», definió Martino. ¿Y entonces? Nada. En los 119 días que pasaron desde que Francia eliminó a Argentina de Rusia no hubo avances en la Selección porque el tema parece no ser central en AFA: no se creó una comisión ni asoma una idea.
El próximo desafío que tendrá Scaloni será el 16 de noviembre, ante México, en Córdoba. Y el siguiente el 20, ante México, en Mendoza. No es un error: por la Copa Adidas, la marca que viste a ambas selecciones, se repite el mismo partido en distinta sede con cuatro días de diferencia. Igual, marcará un récord. De precios: la popular costará 700 pesos. Tres años atrás, valía 150. Con el salario mínimo vital y móvil alcanzaba para comprar 37 generales. «