Daniel Angelici encabeza la reunión en la oficina de presidencia en La Bombonera. Pedro Orgambide, presidente del Departamento de Fútbol Amateur, y Jorge «Coqui» Raffo, director general de las inferiores, lo secundan en la mesa. El juvenil Santiago Krieger recibe las primeras palabras de Angelici: «Quiero saber, Santiago, si se te acercaron personas que decían que trabajaban con Gamarnik para ofrecerte ser representado por ellos». Krieger le responde que sí. «Entonces algo mal estamos haciendo. Las tengo que echar del club», le devuelve Angelici. Raffo le marca al presidente que él, el Nano Krieger, es un centrodelantero de los que no hay, un optimista del gol. «Vamos a hacerte contrato -le informan-. Eso sí: tratá de no hablar más en los medios». Es abril de 2015. En enero Krieger había dicho en la prensa: «Me ofrecieron cambiarme de representante, pero no lo tengo en mente. Van dos años de mentiras y de incumplimientos. No tengo contrato con Boca, cada año salgo goleador, y ya no sé qué más hacer. No entiendo por qué no puedo hacer la pretemporada con Primera ni con Reserva».
Es, ahora, agosto de 2016. Krieger tiene 21 años. Está sentado a otra mesa, en un bar de Palermo. Recuerda: «Creo que se pusieron de acuerdo un rato antes y dijeron: ‘Vamos a dejarlo contento a este boludo’. Fue todo mentira». Krieger juega hoy en la Reserva de Huracán. Quedó libre de Boca en diciembre del año pasado. El 9 de Santa María, un pueblo bonaerense de 2000 personas cercano a Coronel Suárez, llegó a Boca desde la filial argentina de Barcelona en 2011. Metió 14 goles en 11 partidos en Séptima; 16 en 20 en Sexta; 15 en 15 en Quinta; 25 en 37 en Cuarta; y tres en cinco en Reserva. Total: 73 goles en 88 partidos.
«En Boca sólo le hacen contrato a los jugadores de Gamarnik. Los otros no existen, no te hacen ni en pedo. Imaginate: (Andrés) Cubas, poco antes de debutar en Primera, no tenía contrato. Y estamos hablando de Cubas, un fenómeno. No les quedó otra. Es terrible lo que pasa. Soñaba con debutar en Primera y ser ídolo. Pero cuando empecé a ver el tema del representante, le perdí el gustito. Los pibes que representaba Gamarnik jugaban todo el año, más allá del rendimiento, y por ahí eran amigos míos. No digo que jugaban porque los representaba, pero algo pasaba. Por ahí subían a Reserva y no habían hecho mucho, y otros sí y estábamos ahí», relata Krieger, cuyo representante era Rubén Schwab. «Si me hubiese cambiado de representante -piensa-, hubiera tenido más posibilidades. Pero prioricé el costado humano, y no me arrepiento, para nada».
En junio pasado, el representante Sergio Levinton calificó como «una vergüenza» los negocios de Eduardo Gamarnik con Boca. «Seamos sinceros -dijo-; si no hablás con Gamarnik, no metés un jugador. No tengo miedo de decirlo». Otro agente de futbolistas apunta que en el club priorizan a un par de representantes y que, en ocasiones, necesitan asociarse con ellos para seguir en el negocio. El otro es Fernando Hidalgo. Orgambide, que integra en la actualidad el reformado Consejo de Básquet, Fútbol Juvenil y otros deportes, niega que haya representantes que se impongan en las inferiores de Boca. Raffo asegura que incluyó a Krieger en la lista de juveniles a hacerle contrato. «Siempre se hacen análisis desde el punto de vista deportivo y dirigencial -explica Orgambide-. Los diferentes actores deciden si se hacen o no los contratos. En el caso de Krieger no se le hizo. En ese momento teníamos a Simón como mánager». Juan Simón dejó ese cargo después de la reciente eliminación de la Copa Libertadores. Zaguero de Boca entre 1988 y 1994, Simón figura aún en la página web como parte de Sport Management, empresa de representación de jugadores de Gamarnik. Si bien fue Adrián Cristiani, miembro de la Gerencia de Fútbol, el que le comunicó a Krieger que le darían el pase libre, el que tomó la decisión fue Simón, el socio de Gamarnik.
-Fui yo -reconoció en la intimidad Simón-. Ese pibe no se podía quedar. Está muy gordo.
Gamarnik está vinculado a Boca desde los años de Mauricio Macri. De hecho, dirige la selección de mayores de 45 años de la Federación Argentina de Centros Comunitarios Macabeos, y el día que Macri ganó las elecciones presidenciales y antes jugó un partido de fútbol, le hizo de rival al equipo de su amigo en la quinta Los Abrojos. Lucas Gamarnik, hijo del representante, trabaja desde entonces como «asesor de gestión» en el Ministerio de Modernización de la Nación, a cargo de Andrés Ibarra, ex dirigente de Boca. Su padre, mientras tanto, se presenta como asesor de Macri en el Fútbol para Todos y elabora el proyecto de ley para introducir las Sociedades Anónimas Deportivas en el fútbol argentino.
«Cuando salí goleador de Cuarta, Aldosivi le hizo una propuesta a Boca. Pidió un millón de dólares y ni tenía contrato. A Huracán también, y Boca había comprado a Calleri en 300 mil. Eso me daba bronca. Ni siquiera iba a Reserva. Me fui por la puerta de atrás, y la verdad que hice muchos goles -cuenta Krieger, el goleador que no fue, el 9 de Boca que falta, mientras hace bollitos con los sobres de azúcar-. Este verano sufrí mucho. Estaba deprimido, prefería pegarme un tiro, no sé. No entendía por qué me había pasado lo que me había pasado. Después firmé con Huracán y vinieron las lesiones. Todo lo que hice en Boca ahora no me sirve. Lo único que tengo que hacer es demostrar en Huracán. Podría haber metido dos mil goles en Boca, pero no me sirve. El tiempo dirá».