El 3 de junio de 1976, Lidia Beatriz de Marinis, más conocida como Lila, fue secuestrada en Mendoza. Tenía 27 años y militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT-ERP). Desde ese entonces no se sabe nada de ella. Aquella madrugada en la que un grupo de tareas de entre seis y ocho personas irrumpió a la fuerza, con la violencia característica de esos años infames, estaban presentes en ese hogar los padres de Lila, su hermano menor Gustavo, que tenía 15 años, y su pequeño bebé de cinco meses, Lisandro, forjado en su relación con Horacio Basterra, otro militante de la misma organización. Además de su compromiso político, Lila tenía otras pasiones e intereses, y uno de ellos era el deporte, en sintonía con casi toda su familia. En su caso y el de sus dos hermanas fue el básquet, mientras que sus dos hermanos jugaban al fútbol, todos en el Club Atlético Argentino del departamento de Guaymallén, del cual su padre era el presidente de la subcomisión de Ciclismo, otra de las actividades que le daban vida a una institución muy arraigada en la zona.
Casi 40 años después, en 2014, Atlético Argentino –conocido simplemente como Argentino, que en 1986 tuvo una fama pasajera porque le alquiló el equipo a Racing de Avellaneda– inauguró su museo y decidió nombrarlo como Lila de Marinis, con la intención de recordar a aquella joven y enarbolar con su ejemplo las banderas de Memoria, Verdad y Justicia. Fernando Montaña tenía una gran cantidad de materiales asociados al club en su casa y le propuso al entonces presidente de la institución Nelson Reynoso armar un espacio alusivo a todo ese contenido. Y entre ambos consensuaron el nombre de Lila.
«Queríamos articular el deporte con el vínculo social, nos pareció un doble homenaje a una deportista y también a una persona que es un símbolo de la lucha social, una detenida desaparecida durante la dictadura militar», dice Fernando. A su vez, en 2022, la familia de Lila recibió el carnet de socia honoraria del club, una iniciativa hermanada con la de otras instituciones, como sucedió la semana pasada en Gimnasia La Plata con 29 casos. Aunque no hay registros fotográficos de Lila jugando al básquet, su hermana Lita –con quien Fernando pudo conversar en su momento– la describió como «una entusiasta, alguien que le ponía mucho empeño».
Gustavo de Marinis es periodista y es aquel chico de 15 en el momento en que se llevaron a su hermana. Su historia, como la de tantos familiares de desaparecidos, esconde el dramatismo de los años iniciales en los cuales el hostigamiento y la persecución se depositaron junto con el pedido de Justicia. Su mamá integró la Asociación Madres de Plaza de Mayo en Mendoza hasta que falleció en 2012. Su papá cayó en una gran depresión «porque no podía creer lo que pasaba en el país», dice Gustavo, que agrega: «Es una caricia al alma para la familia que el Museo lleve el nombre de Lila, además de un mural que se acaba de inaugurar, porque la familia sigue ligada al club. En mi caso particular integro la comisión de Cultura, siempre estoy colaborando y donde juega el equipo por los torneos regionales yo estoy, difícilmente me pierda un partido. También concurre a los partidos el hijo de Lila, Lisandro, y ahora se ha sumado el nieto Laureano, que también es un hincha apasionado que tiene 13 años y va con su camiseta, su buzo y alienta».
«Argentino de Mendoza es un club muy popular, de arraigo barrial, donde el fútbol es el eje, el motor de muchas actividades, un semillero destacado», afirma Montaña. Entre otros jugadores, de ahí surgió Carlos Ereros, símbolo de aquel Argentinos que ganó la Copa Libertadores y disputó la final de la Intercontinental con la Juventus. En los ’60, además del fútbol, se produjo un crecimiento que atrajo otras actividades, entre las que el básquet en su versión femenina tuvo su lugar. En el marco de una familia vinculada al deporte, Lila supo integrarse y «sacarse las ganas de jugar, de ponerse la camiseta del club de sus amores».
El día que se inauguró el Museo, en el marco de una emoción colectiva, Fernando escribió y leyó el siguiente texto:
Jubilosa en el bermellón de la baldosa, que hoy rebosa de azul profundo. Lila en cada salto hacia la circunferencia del tablero de básquet. Lila y sus hermanas y hermanos en el puño erguido de la tribuna albiceleste.
Y soñó con campos de libertad, con correr por la hierba y que sus hijos y nietos corrieran la misma suerte de un país justo y con más derechos. Hoy Lila, seguimos tus sueños; correr por un campo sembrado de lilas libres.
Lila del jardín ausente arrancada por las bestias. Sin embargo no impidieron que tu aroma, perfume cada rincón de tu barrio, cada sitio de tu amado club. Aquí en cada niña y niño hay cientos de lilas de corazones solidarios, de sonrisas cristalinas como la tuya.
Hay sentido de pertenencia por este Atlético Argentino en el que aprendiste a caminar y al que amaste con devoción.
Al que llegaste por primera vez de mano del Armando y la Isabel y en el que alentaste al Hugo y al Gustavo.
Feliz estarías de saber que el Lisandro y el Laureano también celebran esta causa académica.
Salud Lidia Beatriz, orgullo académico.
Clubes sociales y deportivos en los que esos dos aspectos son reivindicados al mismo nivel: cómo debe ser para que el compromiso con la Memoria, la Verdad y la Justicia no sea sólo una declaración de intenciones, sino una práctica concreta que se plasma con hechos como estos. «